Dedicado
a los agricultores y las víctimas de los especuladores
Eran las
cinco de la tarde de un viernes de finales de julio. Marcos llevaba toda la
semana cosechando cebollas de sol a sol. A pesar de ello, ni un solo carro
había llevado al almacén. En la puerta de su casa tenía las mulas uncías del
último viaje, sin decidirse ni a quitarle las cinchas ni a uncir el carro. Con parsimonia lio un cigarrillo de hebra,
con aún mayor tranquilidad lo encendió y tras dos caladas se quedó, se quitó su
sobrero de fieltro marrón y se sentó en el poyo a la sombra. Se quedó
ensimismado viendo las nubes de humo de su cigarro se disolvían en el aire
caliente de solano. Vio llegar a su
amigo Julián con muestras de ir acelerado, faltándole hasta el resuello.
—Respira,
hombre de Dios, que te va a dar un apechusque que no te va a valer el sagrao.
—Mu
tranquilo estás tú. Vengo así de sofocao porque el Elías el del almacén agrario
ma dicho que solo coge cebollas solo hasta el viernes, y que tu llevaste una
carga el lunes, y ya no has pasao por allí y que los del supermercao quieren
que se cumplan los plazos y que si no las llevas, vamos a tener un disgusto…
—Pos que
esperen sentaos, que mis cebollas me las lloro yo.
—¡Hostica!
Mucha melsa te veo.
—Y mu
convencio. Antes de volver a vender cebollas al almacén por diez reales la
arroba, men quedo en la lumbre hasta que men salgan cabrillas en las piernas y
estamos a mitad de verano…
—Pos a
eso nos las han pagado siempre…
—Y en el
ultramarinos de Tobías, las venden a dos reales la libra.
—Algo
tendrán que ganar los tenderos, y caras no las pone, que aquí to el mundo tiene
bancal. Y Tobías no va a comprarte toas
las cebollas.
—No lo
pongo en duda. ¿Sabes a cuántos reales venden la libra de cebollas en los
ultramarinos de la capital?
—Pos no
sé. Epifanio men dijo que seis reales la libra.
—Pos eso,
por lo que a nosotros nos pagan diez reales, lo venden en los ultramarinos de
la capital por ciento cincuenta reales, el año pasao lo vendían por cien
reales, han subió un cincuenta por ciento a la gente…
—Eso ya
lo sabes, es ley de vida.
—¡Ea, que
no! Que no me sale del forro llevarle mis cebollas al cantamañanas de Tobías,
que es crápula a costa nuestra.
—¿A qué
esa cabezonería? No seas calamocano, que te has pasao con el vinillo y vas a
tener que echar muchas cebollas al caldero.
—Pos
mira, más morcillas hace la parienta…
—No seas
cabestro, ¿qué te ha pasao?
—Cabestro
no, ¿acaso no tas enterao de lo del lunes?
—¿De qué
me había de enterar? Ya me ha dicho Elías que no has vuelto por el almacén desde
el lunes.
-Se han
reído en mis morros. Resulta que llevé veinte arrobas de cebollas, bien pesas y
en eso que llegaron el camión que se lleva las cebollas a un ultramarinos de
Madrid. Elías me dijo que en lugar de descargar en el almacén, las cargase directas
en el camión del supermercao. Pos eso hice. Delante de mí le ha pagao el
camionero a setecientos reales, ¿sabes lo que me ha pagao Elías a mí sin hacer
na? Que hasta yo he cargao las cebollas.
—Está mu
claro, veinte arrobas a diez reales, ta pagao doscientos reales.
—Eso
mismo, doscientos reales por sembrar el plantel, labrar, plantar el cebollino,
regar, coger el azaón y sacar las cebollas, meterlas en el saco, cargarlas en
el carro, llevarlas al almacén y, por si fuera poco, cargarlas en el camión.
Faustino sin hacer na, se ha llevao…
—Seiscientos…
—Seiscientos
no, quinientos libres de polvo y paja. Y sin hacer na, le han quedao quinientos
reales. Y encima, agradecio. Pos no me
da la real gana.
—Pos ni
me lo había planteao, pero visto asín, no vamos a ir a la capital tienda por
tienda vendiendo cebollas, sandías o melones…
—Pos no
sé. Imagina. Faustino se lleva quinientos reales, el camionero, que me lo ha
dicho, ochocientos limpios para y el intermediario, que a su vez contrata a
otro intermediario, que es el que le paga a él, que después de los tontos de
nosotros, es quien menos cobra. Me ha dicho el hombre que si tiene una avería,
no le llega. Y luego el ultramarinos por esas veinte arrobas cobran tres mil o
más…
—O sea,
que somos tontos.
—Eso sin
contar, que ahora las grandes cadenas de ultramarinos, en muchos sitios, lo
compran a precios de saldo en el campo y lo venden a precio de caviar…, y si
hubiera vergüenza…
—Pos eso,
que somos tontos y ellos son unos mangantes…
—Pos eso,
tú lo has dicho. Con lo buena que es la cebolla y lo que nos va a hacer llorar.
©Paco Arenas
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