A doña Maruja –
Cambiando los cuentos
Dedicado a Doña
Maruja, mi primera maestra
Mi primera maestra
llegó de la Serranía de Cuenca a las secas tierras de Don Quijote posiblemente
antes de nacer yo. Entonces era una
maestra muy joven que intentaba aparentar seriedad y severidad, que no siempre
tenía, para lidiar con aquellos críos de rodilleras rotas, acostumbrados a
pisar los charcos, tirarse piedras o escalar a los tejados para coger nidos de
gorriones.
A través de ella
conocimos los primeros cuentos de los hermanos Grimm, muy diferentes a los
manchegos que nos contaban nuestros padres, siempre como todo lo castellano con
moraleja. Los cuentos de los hermanos Grimm, en realidad eran cuentos de
terror, que posiblemente conseguían su objetivo, por muy brutos y rústicos que
fuésemos los chiquillos manchegos del medio rural, que utilizábamos tirachinas,
tiradores o gomeros como juguete preferido, que siempre llevábamos las
rodillas, no podíamos menos que sentir terror ante lobos que se comían
abuelitas o brujas que engordaban niños para después comérselos, por no hablar
de la Bella durmiente o Pulgarcito.
Doña Maruja
intentó enseñarme los números; pero se me escaparon volando detrás de los
sueños y los cuentos, que mi desequilibrada mente infantil. Sus cuentos y los números, sumas, restas y
divisiones, terminaban encontrándose en algún lugar de mi imaginación. Tal vez en el infinito, donde algunos dicen
que se encuentran las líneas paralelas, no por culpa suya, sino por mí
incapacidad para centrarme en algo concreto que no tuviese algo de fantasía, y
los números no tienen ninguna. Quienes
pasamos por sus manos, en aquellos tiempos de blanco y negro, vimos la
televisión en colores antes de que se inventase.
La mayoría de los
cuentos, como ya he dicho, pero me repito más que el «atascaburras», son
auténticos relatos de terror: Caperucita, Pulgarcito, Hansen y Gretel. A pesar
de todo nos encantaban, aunque debo reconocer, que en cierta ocasión hubo un
cuento que me quito el sueño, tal vez por coincidir en el tiempo con una cruel
realidad, la muerte temprana de mi padre.
Creo que fue el de Hansen y Gretel.
Pensando en esos
cuentos se me ha ocurrido esta «tontuna» o fantasía:
Después de los preceptivos buenos días, y los rezos
matinales, doña Maruja promete que, si nos portamos bien, antes de marcharnos a
casa nos contará un cuento, toca el de Caperucita roja y el lobo feroz.
Comienza la clase con lo que más se atraganta, las matemáticas, que entonces
les llamábamos «las cuentas o las cuatro reglas.»
Doña Maruja escribe en la pizarra:
—Dos más dos suman cuatro…
Paco dibuja en el cuaderno, sin mirar a la pizarra
un elefante volando, abstraído en sus garabatos. Doña Maruja que, aunque está explicando mirando
la pizarra, como todos los maestros ve lo que pasa a sus espaldas por el
cogote.
—Prestar atención. Que luego pregunto.
De las matemáticas pasa a la lengua castellana,
esto gusta más, porque siempre al lado de la ortografía hay un pequeño cuento
divertido.
—Delante de be, va eme.
Pero yo sigo ensimismado dibujando en mi
cuaderno. Intento buscar la solución, de
sin matar al lobo liberar a Caperucita y a la abuelita. Resulta muy triste que
un pobre animal que solo quería comer, acabe en un pozo con la barriga llena de
piedras; pero claro tampoco es cuestión de que se coma a la pobre abuelita y a
Caperucita…
Doña Maruja, pasa de materia en materia, con cosas
básicas, como corresponde a nuestra corta edad.
Vaya por Dios, ahora toca geometría, menuda tontería, si todos los
caminos al final, con cuatro mojones se separan las lindes, y para hacer los
caminos y carreteras se suelta un borrico con las aguaderas rotas, llenas de
yeso, para que vaya marcando el camino, y después los peones camineros y se
encargan de la cuestión.
—Dos líneas paralelas nunca se juntan, ni se juntan
ni se separan…
—Doña Maruja, si son de Pinarejo y van a Cuenca,
nunca se juntan… ¿Ni siquiera al llegar a Cuenca?
—Ni siquiera al llegar a Cuenca,
si son paralelas
ni siquiera en el infinito…
Levanto un momento la vista de mi cuaderno y
pienso:
—Si van al mismo sitio…qué tontería hacer el mismo
camino sin juntarse y seguro que sin hablar, pues vaya aburrimiento.
Doña Maruja continúa explicando su teoría sobre las
paralelas, yo sigo con mi elefante volador, después de hallar la solución para
el conflicto entre Caperucita, el lobo y su abuelita. Doña Maruja que me ve tan concentrado en mi
dibujo se acerca y da con la regla en el pupitre, de un salto me pongo de pie.
—¿Paco estás atendiendo?
—Sí, doña Maruja…
—Enséñame la libreta… ¿Qué es este elefante?
—Muy fácil doña Maruja: Las dos patas de delante y las
dos de detrás, suman cuatro…, como usted ha dicho, dos y dos son cuatro…
— ¿Y este lobo y esta niña?
—Caperucita, el lobo se van a Cuenca por las dos
paralelas y se juntan y tienen dos lobitos, que suman cuatro con ellos dos.
— Los lobos y las personas no pueden casarse.
—En mi cuento sí, se casan buscando amparo para
impedir que el campesino le llene la barriga al pobre lobo de piedras y lo tire
al pozo…
—Pero quien abre la barriga del lobo es un leñador
y no un campesino, y repito las personas no pueden casarse con los lobos…
—Ni tampoco hablar los lobos con las personas, en
mi cuento y en mi dibujo se casan, que para eso es mi libreta… y en mi cuento
es un campesino y un leñador porque delante de la pe va siempre la eme y mi
padre es las dos cosas, como muy bien sabe usted.
—¿Y la abuelita?
—Muy
sencillo, como se hacen novios el lobo y Caperucita, se casan y se acuestan en
la cama de la abuelita, la pobre se queda sin cama y al llegar y verlos
acostados, haciendo lobitos, aprovecha que pasa por allí un elefante viajero y
se escapa volando a ver las pirámides de Egipto…
— Los elefantes no vuelan, vaya tontería….
—Tontería lo de las paralelas, que van de Pinarejo
a Cuenca juntas y ni se hablan.
Mis libros:
Magdalenas sin azúcar
Los manuscritos de Teresa Panza
Caricias rotas
Esperando la lluvia-Cuentos al calor de la lumbre
Magdalenas sin azúcar
Los manuscritos de Teresa Panza
Caricias rotas
Esperando la lluvia-Cuentos al calor de la lumbre
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