lunes, 15 de julio de 2024

Sobre textos apócrifos y otras zarandajas atribuidas a Cervantes

 



Porque has de saber, amigo Sancho, que habrá más textos apócrifos que estrellas en el cielo. Siempre habrá falsarios con pluma grosera que busquen hacer pasar fingidos párrafos de latín vulgar por el más ilustre y refinado latín, al igual que aquel vendedor de indulgencias del Lazarillo de Tormes.

No fue solo el de Avellaneda quien buscó vender jamelgo viejo como si fuera bello alazán.

No ha de extrañarte que algunos sean incluso ingeniosos, como estos:

«Ladran, señal de que cabalgamos.»

«Lucho contra tres gigantes: el miedo, la injusticia y la ignorancia.»

Otras que huelen a tocino aún más rancio que ese queso que se da para hacer creer que el vino acedo es de buena crianza:

«Querido Sancho: Compruebo con pesar cómo los palacios son ocupados por gañanes y las chozas por sabios. Nunca fui defensor de los reyes, pero peores son los que engañan al pueblo con trucos y mentiras, prometiendo lo que saben que nunca les darán. País este, amado Sancho, que destrona reyes y corona piratas, pensando que el oro del rey será repartido entre el pueblo, sin saber que los piratas solo reparten entre piratas.»

También alguna que halaga con gracia a las mujeres:

«Porque has de saber, Sancho, que las mujeres son la más perfecta de las creaciones divinas. Que aunque son más hermosas que las flores, las estrellas y la luna llena juntas, son fuertes como el acero de mi lanza. Por eso, Sancho, es menester entre los caballeros que debemos estar prestos a sus privaciones, amarlas, cuidarlas como a la niña de tus ojos, porque nuestro mundo sin ellas, no cabe la menor duda, estaría completa e irremediablemente perdido, pues ellas, Sancho, son la fuerza de la vida y el motor que impulsa nuestra existencia

Luego están quienes traducen al castellano actual lo que sobradamente se entiende, alterando el sentido y la palabra o cercenando la obra, curiosamente a cargo de escritores de gran prestigio.

Y siempre, siempre, quienes queriendo honrar la memoria de Miguel de Cervantes, como este que escribe, se atreven a nuevas aventuras quijotescas, pero siempre firmando con su nombre lo escrito, no engañando a nadie que no quiera ser engañado, y que posiblemente, don Miguel de Cervantes apedrearía al intruso por el atrevimiento.

Esperando la indulgencia de quien lea mis relatos, quijotescos o no...

©Paco Arenas a 13 de julio de 2024

miércoles, 10 de julio de 2024

Don quijote y Sancho sobre polémicas estériles el nombre de nuestra lengua y otras cuestiones dignas de contar

 





Con todo esto volvieron caballero y escudero al camino real y siguieron por él a la ventura, sin otro designio alguno. Yendo, pues, así caminando, dijo Sancho a su amo:

 

—Señor, ¿quiere vuestra merced darme licencia que departa un poco? Que desde que me puso aquel áspero mandamiento del silencio, se me han podrido más de cuatro cosas en el estómago, y una sola que ahora tengo en el pico de la lengua no querría que se malograse.

 

—Dila —dijo don Quijote— y sé breve en tus razonamientos, que ninguno hay gustoso si es largo.

 

—Digo, pues, señor —respondió Sancho—, ahora que sé que no debo decir regoldar sino eructar, que al galillo, donde a veces el vino desvía su camino, provocando que el badajo de la campanilla se ponga a repicar y lo deba llamar úvula, sabiendo que lo que tengo entre la mano y el brazo, ya no es gobanilla, sino que como las muñecas de Alamillo las tengo que llamar…

 

—Sancho, te he dicho que seas breve y llevas varias cuestiones a colación como si no hubiera un mañana.

 

—No soy fraile que deba guardar castidad con la lengua, y no teniendo otro con quien dar casquera que a mi borrico, que solo sabe rebuznar, con alguien me tendré que desahogar… Acompañar en aventuras por determinar a un mudo es como vagar en los desiertos o pastar con las ovejas, que al menos dicen beeee, beeee…

 

—Anda calla, y habla ya.

 

—¿Callo o hablo? Aclárese, señor don Quijote.

 

—Escupe, no vaya a ser que te salga la amarga bilis por la boca —dijo don Quijote alzando las manos al cielo, pidiendo al Altísimo paciencia.

 

—No es menester que comience con lo del galillo, la gobanilla y el regüeldo, no vaya a ser que se le agrie a vuestra merced el vino que no ha bebido y le entren ardores —dijo sarcástico Sancho, sabiendo que se había salido con la suya y sin conceder el levantamiento del silencio impuesto, podía ya hablar.

 

—No, la memoria me llega todavía… —exasperado don Quijote—. Sigue por donde lo dejaste.

 

—Si lo dicho ayer era lengua castellana, lo que debo decir hoy: eructar, úvula o muñeca, y a lo que ayer era duz, debo llamarlo dulce, al pernil jamón, a los calzones pantalones, y si Rocinante fuera yegua, y Rucio, el borrico que es, en un día de celo, no tendrían acémilas, sino mulas… asaz hartazgo me produce tanto cambio…

 

—Bastante harto me tienes ya con tus galimatías… ¿A dónde quieres ir a parar?

 

—Que si a esa lengua debemos llamarla castellana como siempre, o tal vez española, si cambian las palabras, ¿por qué no el nombre y hasta los significados?

 

—Sancho, gente hay que la llama española ya, pero estamos en Castilla y en España otras lenguas existen, tan españolas como la castellana…

 

—O sea, que cada uno la nombre como le dé la real gana…

 

—Tampoco es eso, amigo Sancho, allende de los mares la llaman de las dos maneras, aquí es donde hay más disputa y hasta a garrotazos he visto darse garrotazos en el cogote por tan banal pelotera… En Francia llaman francés al provenzal, en Italia al dialecto toscano italiano…

 

—En ese caso, admirado don Quijote, aquí deberíamos…

 

—No, amigo Sancho. No es tan simple, los españoles somos más complejos, y lo mismo que te he dado otros ejemplos, te diré que nadie llama británico al inglés, siendo que el inglés es solo la lengua de uno de los países que conforman la Gran Bretaña, donde está el galés y el escocés, por no mencionar al irlandés… No es tan simple, no… Aquí las mujeres tienen dos apellidos y no pierden el suyo, en los países extraños pasan a llamarse como su esposo, sea santo o demonio…

 

—Sobre eso quería sacar a colación otra cuestión…

 

—Te doy la mano y pasas por todo el brazo, saltando de la clavícula a la escápula de un salto…

 

—¡Jejejeje! —ríe Sancho— Lleva razón vuestra merced, pero si no lo saco, va a ser a mí a quien le va a entrar acidez.

 

—Saca, saca, que comienzo a encontrar sustancia en estas desabridas lentejas, que ni un hueso de espinazo o esternón llevaban. Eran viudas y no muy alegres, apenadas diría yo…

 

—Y tan apenadas, al menos tiernas estaban. Volviendo al tema. Y digo yo, y no son palabras mías, que son de mi Teresa, que la lengua se debería adecuar un poco más a la mujer y su natural género… Si digo por ahí vienen cuatro jóvenes, vengan tres mozas y un mozo, ¿debo decir que vienen cuatro muchachos, aunque solo uno lleve colgajo?

 

—Así lo dicen las reglas de la lengua…

 

—Pero, a ver si me entiendo, si esas tres mozas son rameras, y él es un proxeneta, ¿debo decir tres zorras y un zorro, o a él le llamaremos de otro modo?

 

—Me pillas en renuncio, amigo Sancho, pero te voy a dar mi opinión: El idioma castellano es muy injusto con la condición de las mujeres. En el trono se sienta el rey y la reina, en la trona defecan los dos. En tu casa gobierna Teresa, y es la gobernanta de tu hacienda, pero si tú llegas a gobernador, ¿por qué ella no puede ser la gobernanta? Sobre el suelo pisa la suela, por mucho que algunos no quieran. Un hombre público debería tener el mismo significado que si la mujer es pública, si el zorro es astuto, la zorra debería tener igual significado. Si algo es insoportable, ¿por qué ha de ser un coñazo si cuando algo es fantástico es cojonudo? Sin duda, amigo Sancho, el lenguaje castellano o español, debería adaptarse a los nuevos tiempos y los Académicos de Argamasilla deberían tomar buena nota sobre esas cuestiones…

 

—Claro, claro, si el nombre de las palabras cambia, también los significados, que vos me llamáis villano, y villanos son todos los nacidos en Madrid y también en Pinarejo, no solo los poca ropa y las Justicia…

 

—Eso es otra cuestión, amigo Sancho, ahí ya entraríamos en birretes y togas y a esos siempre se debe ir con los maravedíes por delante, ¿Qué digo? Con escudos de oro y reales de a ocho.

 

 

Un relato de © Paco Arenas, escrito el 10 de julio del año 2024

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