viernes, 2 de agosto de 2024

Los jueces, los golpistas del siglo XXI (inspirado en «El proceso de Kafka»)

 

Ocurrió en Bolivia contra Evo Morales, en  Brasil contra Lula, ha ocurrido más reciemente en Perú contra Pedro Castillo. En España los jueces junto con la policía "patriótica" y el gobierno de Rajoy, actuaron como golpistas contra personas y organizaciones de izquierdas, logrando sus objetivos: Podemos, Pablo Iglesias, Ada Colau, Juan Carlos Monedero, Mónica Oltra...  La historia se repite cada cada dos por tres, ahora el objetivo es acabar con el gobierno de Pedro Sánchez...  



En una sala oscura y opresiva, la atmósfera estaba cargada de incertidumbre y temor. El juez Juan Carlos Despeinado se encontraba en el centro de la sala, rodeado por figuras sombrías que parecían emerger de las sombras mismas. Era un despacho extraño, sin ventanas ni relojes, donde el tiempo y la justicia parecían suspendidos en un limbo impenetrable, algo que dejaba claro un crucifijo con un retrato de Francisco Franco a un lado y de José Antonio Primo de Rivera al otro.

 

Al fondo de la sala, detrás de un enorme escritorio de madera carcomida por el tiempo, estaba el juez. Aunque su presencia era omnipotente, nunca se dejaba ver. Sin embargo, la llegada de una mujer de edad indeterminada lo hizo salir de su escondite. Su figura emergió tras una pesada cortina de terciopelo negro, y su voz resonó profunda y distante, como si proviniera de las profundidades de un abismo insondable. Casi nadie había visto jamás su rostro, pero todos sentían su autoridad incuestionable.

 

La mujer, de ojos erráticos, lo miró con severidad, señalando varios archivos que estaban sobre la mesa, todos numerados extrañamente con el mismo número: «7291».

 

—¿Todavía no los has quemado? —preguntó la mujer con voz sombría.

 

A su lado aparecieron dos hombres, uno sosteniendo su cabeza en las manos y otro con gafas, que llevaba las manos encadenadas con un candado en el que se leía una extraña leyenda en latín: "Non son presidente porque non quero" (No soy presidente porque no quiero).

 

El candado, en lugar de llave, llevaba la misma numeración que los archivos. Los dos hombres, escoltas de la mujer, tenían el rostro inexpresivo, aunque, si se los miraba fijamente, se podía adivinar el terror en sus ojos, en los que se reflejaba la figura de la mujer.

 

—No se puede quemar, estamos en un estado de derecho. No me puedo jubilar hasta que los resuelva y tengo setenta años…

 

—Hay cosas más importantes que hacer —señaló la mujer al hombre con la cabeza en las manos—. Esos papeles hay que anularlos, su señoría debe anunciar un proceso contra el gobierno, de lo contrario se verá peor que ese —señaló la aterrorizada cabeza sobre las manos del guardián Pablo—. Él se atrevió a desafiarme.

 

—Y yo no soy presidente porque no quiero…—dijo el otro guardaespaldas.

 

—¡Cállate, Marcial! Que si no eres presidente es porque a mí no me da la gana, que ya ha dicho el alcalde de Camuñas que eres un payaso…

 

—A ver, señor Despeinado, tiene que procesar al presidente…

 

—No puedo, está aforado —contestó temeroso el juez, sin atreverse a mirar a la mujer.

 

—Pues, vamos a ver. ¿A su mujer? Por ejemplo, ella no está aforada…

 

—¿Con qué pruebas? La UCO ha dicho que no hay nada…

 

—Señor Despeinado, ¿no querrá que me suelte la melena? —amenazó la mujer señalando de nuevo a la cabeza que no estaba sobre sus hombros.

 

—Necesitaré algún tipo de pruebas…—titubeó el juez, buscando refugio detrás de las cortinas.

 

—Eso está fácil, le digo a mi amigo Eduardo y algún vocero a sueldo que se invente algo, o insinúe cualquier cosa y adelante.

 

—¿Cualquier cosa, qué? —volvió a cuestionar el juez.

 

—¿Qué importa? No hace falta ni pruebas ni nada, solo moverlo en el juzgado, y sobre todo en los periódicos y televisiones. Ya se encargarán Ana Conda Quintana, Gusana Grisó, Pablo Amotos y otros de darles bombo. ¡Ah!, y citas también al presidente.

 

—No puedo…

 

—No puedo, no puedo. Me da lo mismo lo que puedas o no, eres el juez y dictas las leyes o te las inventas, pero es de esto de lo que se debe hablar y no de esos viejos que de todas maneras se iban a morir igual, y menos de mi novio… ¿Entendido? —señaló de nuevo la cabeza sobre las manos de su antiguo amigo.

 

—Como ordene, su funesta majestad. Así se hará…

 

Comenzó el proceso, sin pruebas ni información a las partes de las razones por las que serían acusados y condenados. Silenciosos y sigilosos, se movían como sombras furtivas periodistas a sueldo y funcionarios judiciales. Sus rostros estaban cubiertos por capuchas negras, y solo se vislumbraban sus ojos fríos y calculadores. Eran los encargados de llevar a cabo las condenas, de materializar la justicia abstracta y distante del tribunal. Lo importante era que todo el mundo supiera que se había iniciado un proceso judicial contra la mujer del presidente.

 

En las televisiones, radios y periódicos no se hablaba de otra cosa, ni siquiera de los millones que se habían llevado de comisiones, tampoco de aquel extraño número que aparecía en los expedientes numerados con el 7291, que terminarían desapareciendo. Por supuesto, nada del novio de su terrorífica majestad…

 

La audiencia transcurría en un silencio sepulcral, roto únicamente por los murmullos inaudibles del juez. Los procesados se sentían atrapados en un juego cruel y absurdo, donde las reglas les eran desconocidas y las esperanzas de justicia, inexistentes. Sus argumentos se desvanecían en el aire espeso de la sala, y cada palabra suya parecía hundirlos más en el abismo, pasando de testigos a imputados sin llegar a saber las razones del juez.

 

El gallego, que llevaba la leyenda: "Non son presidente porque non quero", hablaba de escándalo, de un insulto a la democracia, una vergüenza para la sociedad, y de la necesidad de convocar elecciones; pero todo eso mirando a la siniestra mujer que llevaba tatuado en su brazo el mismo número del expediente: 7291.

 

—Acuérdate, que la presidenta seré yo. Que tú no serás presidente porque yo no voy a querer…

 

©Paco Arenas a 30 de julio de 2024

Don Quijote y los que queriendo insultar a madre ajena, insultan a la propia

 



—Botarate ¿Por qué gritas tan desaforado mentando a tu madre de esa forma?

—Viejo, no te metas en esto, que no es a mi madre a la que miento.

—De tu boca sale estiércol cada vez que insultas a alguien mentándole a su madre, y aunque no lo pretendas y ella sea una santa, ese insulto va para la madre que te parió, que en lugar de darte de mamar leche, te dio boñigas de vaca con diarrea… 

—Me gusta la fruta, es lo que he dicho.

—No. Has dicho hijo de... No voy a ensuciar mi boca con tan grosera palabra, pues cada uno echa por la boca lo que mamó.

—Soy español, y amo a España y tú eres un viejo chocho.

—Te equivocas. Hasta la palabra español, al salir de tu boca, suena como un escupitajo y apesta a vómito agrio de tiempos de la dictadura…

—Estoy en contra de la dictadura, por eso llamo hijo…

—¡Chis! Piensa que tu madre te puede oír y se avergüenza de ti, por no tener vergüenza ninguna…

 —Quería decir hijo de fruta…

—Nadie es hijo de un membrillo, ni siquiera tú que gritas sin razón que eres español y que esto es una dictadura… ¿Sabes acaso lo que es una dictadura?

—¿Ya estamos con las batallitas del abuelo Cebolleta?

—No. En la dictadura, si tú le decías al dictador hijo de fruta, te pasabas en la cárcel el resto de tus días o peor aún…

—Viejo, no me cuentes cuentos, que ya me los contaba mi abuelo…

—¿Y qué le pasó a tu abuelo?

—¿Qué te importa a ti?

—Veo que te emocionas, mira, si al final vas a tener corazón y todo. Tu abuelo, yo lo sé, fue uno de los 7.291 ancianos que murieron abandonados durante la pandemia, precisamente por orden de quien ayer insultó a la madre que le parió.

—¿Y tú cómo sabes que fue mi abuelo uno de esos siete mil viejos?

—¡Mírame! Soy don Quijote de la Mancha y lo sé todo…Anda, tira a tu casa, que tus padres están avergonzados de verte por televisión gritando como si fueras un energúmeno…

—¿Y España, qué…?

—España es diversa y plural y solo los intolerantes que no aceptan la democracia, a no ser que gobiernen ellos, son quienes prostituyen su sagrado nombre. Esos que roban de las arcas públicas, los que se llevan a los paraísos fiscales, esas empresas que cambian su sede al extranjero para pagar menos impuestos… o esos jueces a sueldo que llevan más años caducados que los yogures de Cañete… Vosotros con vuestros gritos…

—Mira, por ahí viene mi madre…¿qué hace? ¿Se quita la zapatilla? ¿No se da cuenta de que está la calle llena de cristales de botellas rotas? Se ha cortado…

—Pero viene a por ti…

—No, te equivocas. Viene a unirse a la protesta. ¡Ay, ay, ay! ¡Mamá!, no me pegues que me da vergüenza…

—La que no tienes…—respondió la madre, sin  parar de darle con la zapatilla en el trasero.  ¡Anda, cazurro! Para casa, que la cena se enfría y Roig nos volverá a subir la leche, de tan agria que la tienen.

© Paco Arenas, sus libros y relatos... 16 de noviembre de 2023

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