martes, 28 de diciembre de 2021

EL INVIERNO DE UN SUEÑO de María Victoria Peset


EL INVIERNO DE UN SUEÑO

María Victoria Peset

SINOPSIS:

María es una mujer mayor, viuda, con pocos estudios y escasa escuela. Pero tiene un gran sueño, participar en el concurso literario de su ciudad Vila-real. Entregada a su familia, se ve abrumada por las burlas de hijos y nietos cuando les cuenta su intención. Ella no desiste de su empeño y entonces conoce a Pilar, una joven vagabunda decidiendo ayudarla y llevarla a su casa. La vida de María dará un vuelco y a partir de ahí todo cambiará. La muchacha lleva una mochila repleta de problemas cuando descubrió un gran secreto. Emociones a flor de piel, intrigas y valores que no dejaran al lector indiferente. Una novela para disfrutar con el personaje más logrado de esta autora.

OPINIÓN:

Recibí “El invierno de un sueño” de las manos de su autora en la Feria del libro de Moncófar, en la cual coincidimos, para gran alegría nuestra. 

“El invierno de un sueño” se lee y atrapa con una facilidad asombrosa, casi obligándote a dejar de lado tus obligaciones, porque quiere saber más a cada página que volteas y que en ocasiones relees, para meditar sobre lo que has leído. Hay tantas semejanzas con la realidad de Pilar, la joven sin recursos y con la sensibilidad a flor de piel y María con sueños y colibrís, revoloteando en su cabeza. Decía mi madre que cuatro manos trabajando en equipo adelantan mucho más esas mismas cuatro por separado. María y Pilar es ese equipo capaz de conseguir hacer realidad los sueños.

En cierto modo me he visto reflejado en María: “persona con pocos estudios y escasa escuela”.  Mi universidad terminó a los trece años, después de llevar dos años trabajando, desde los once, y entremedias más de un año sin ir a la escuela y, a pesar de todo, con el sueño de ser escritor. Llevar ese lastre en la mochila, resulta complicado, pero no imposible lograr avanzar en el camino de las ilusiones.

Aborda temas complejos ante los cuales cualquier escritor siente respeto y hasta temor, como es el autismo, la soledad de las personas mayores. En “El invierno de un sueño”, la autora aborda estos asuntos con una sensibilidad exquisita, haciéndolo cotidiano y natural.

“El invierno de un sueño” te hace pensar, reír y provocarte alguna lágrima de emoción, porque lo que no hace es dejarte indiferente.


El invierno de un sueño está disponible también en Amazon: 

EL INVIERNO DE UN SUEÑO

lunes, 13 de diciembre de 2021

La aventura de Sancho y don Quijote en el prodigioso pozo Airón de La Almarcha (Primera parte) del libro "Águeda y el secreto de su mano zurda"



Mucho cambió don Quijote desde la derrota en manos del caballero de la Blanca Luna en Barcelona. El bachiller Carrasco parecía que realmente había logrado su propósito: que don Quijote recobrase, a ratos, el concierto de su pretérito juicio. Quiso la circunstancia que pasaran por un lugar cercano a donde Sancho no quería pasar, puesto que muy buena razón tenía. Mas conforme se acercaban al no mentado lugar, más gente les hablaba del prodigioso pozo Airón, despertando en don Quijote la curiosidad y las ganas de aventuras, a la vez que en Sancho el temor y el rechazo. —Mi amo, nada se nos ha perdido en ese endiablado pozo. Sin ganas de afear vuestras pasadas promesas debo recordar a vuestra merced la promesa que hicisteis al caballero de la Blanca Luna —manifestó Sancho, intentando que Rucio aligerase el paso, dándole pequeños talonazos en el vientre para ir a la misma altura que don Quijote. —Lo prometido es deuda, amigo Sancho, no más aventuras. Tornamos a nuestra aldea sin dilación. Mas, estando a menos de una legua del prodigioso pozo Airón y a tres del más que milagroso Santo Rostro, sería una blasfemia a la razón, la primera, y a Dios la segunda, no desviarse unos instantes para contemplar a uno y orar ante el otro. —Como vos digáis —contestó Sancho —, si el jornal llega y no se demora ni la soldada ni el retorno, que es lo que más me importa. Meses hace que no veo a mi Teresa, ni a Sanchica y Sanchico… —dudó Sancho —, y lo que viene de camino, que escamado me tiene. Pues dos semanas antes de salir, tocándole, a Teresa no la visitó la luna, y si nos demoramos más de lo debido no la veo ni preñada, si es que lo estaba. — ¡Oh! Hablando de prodigios y milagros. No hay mayor prodigio que salir de nuestra aldea sin luna y tornar con sol, que a buen seguro llevará a tu casa tiernos bodigos , ante tan extraordinario acontecimiento…—punzó don Quijote. — ¿Tomáis a mofa lo que a mí me inquieta? Capaz soy de regresar yo solo, que la paternidad se ve a la primera o no se ve. No hay tal prodigio, cuando dos yacen en el mismo colchón, y retozan con los ocultos secretos que todo hombre y mujer posee. Quien a distancia ama, no corre el peligro —replicó con cierto enojo Sancho. —Buen amigo, no te aflijas por mis pullas, que sabes que te quiero bien. Ni tampoco tengas recelo —quiso reafirmarse en su promesa don Quijote —. En pocas semanas compartirás el mismo lecho que tu amada, si ella te deja. Salir con la duda de su preñez, a ningún hombre se le antoja, y ninguna mujer lo tolera, si sabe que el culpable lo sospecha. Amigo Sancho, ya no habrá otras aventuras que las del reposo del guerrero: caballero y escudero. Tú, amigo mío, al lado de tus hijos y amada esposa. Yo en los brazos de la sin par Dulcinea del Toboso, que Dios mediante, dejará de ser mi dama para convertirse en mi esposa… —¿Semanas? Ayer hablamos de días y ahora lo alargamos a semanas, ¿después a meses? —protestó Sancho. —Días serán, que sin demora marchamos una vez visto el Pozo Airón y rezado ante el Santo Rostro… —A Dios me encomiendo, mi amo —respondió Sancho sin mucho convencimiento —, que sea Dios quien provea lo que más convenga a vuestra merced. Yo me conformo con estar al lado de Teresa —bajando la voz —: menester es que Dios obre el gran milagro para que haya esponsales entre mi amo y la rústica Aldonza Lorenzo… — ¿Rezas acaso? —Sí, mi amo. Rezo porque se haga el milagro y todas vuestras ansias y anhelos vean la luz. —No son ansias vanas, sino certezas sensatas. Te aseguro que verán la luz. Las verán. Escuché lo que dijiste y es loable que reces para que se obre el milagro de unos prontos esponsales. Aunque, debiera decirte que no es tal milagro, que ambos nos galanteamos cortésmente, y, por igual, anhelamos consumar el sagrado vínculo del matrimonio. —Sí, mi amo, sí. Eso mismo decía y rezaba para que sea escuchada vuestra plegaria y la mía —contestó Sancho agradeciendo al cielo que don Quijote estuviese un poco sordo, intentando disimular su chanza. Llegando cerca del lugar, lindante con la Vereda Real, se toparon con unos acemileros que allí se encontraban descansando, a los cuales les preguntaron si iban por buen camino. Los muleros miraron espantados a caballero y escudero. Echándose las manos a la cabeza, aconsejándoles que se olvidasen de visitar tal paraje. —¡Admirable caballero don Quijote! —exclamó un viejo cura que acompañaba a la recua, tras reconocer al caballero —. Pare, quieto ahí. No de ni un paso más, por el amor de Dios y Santa Águeda bendita. Viendo la cara de los presentes, y lo asustado que se veía al sacerdote, Sancho dio un paso atrás, don Quijote hacia adelante, que vio la oportunidad de una nueva aventura: —Buen cura, ¿por qué vuestro espanto? —He de decirle a vuestra merced, que un maleficio arrastra a personas y animales hacia su boca. Me consta, pongo a Dios por testigo, que con mis ojos he visto como sin remisión ni enmienda se ha tragado gentes y bestias, sin que nunca aparezcan, sino en el mismo infierno… —Mi amo, —terció Sancho —nada se nos ha perdido en tal pozo, que solo con escuchar lo que este buen cura dice, aunque tuviese el agua más dulce de Castilla, yo la habría de perdonar, más habiendo vino. —Calla, Sancho, escuchemos a este santo varón. ¿Nadie ha intentado taponar ese brocal? —terminó preguntando don Quijote. —No hay tal brocal, ojalá Dios así lo hubiera dispuesto. A pie llano se llega y el pozo del diablo traga cuanto se le acerca. Mil veces han pretendido tapar la boca del infierno y mil veces se ha tornado a abrir. Cada vez es más anchurosa y no más honda, por ser del infierno mismo de donde nace —manifestó el anciano sacerdote. —Y vos que sois hombre de Iglesia. ¿No conocéis agua bendita para remediarlo? —Preguntó al cura don Quijote, sin preguntarle ni asombrarse por la circunstancia de haber sido reconocido al primer golpe de vista. —Bien es cierto, caballero, que lo que del averno surge solo el agua bendita y la señal de la cruz pueden vencer. Mas, nada se puede hacer cuando es el mismísimo Satanás quien protege la puerta del infierno. Y no me cabe duda de que así es en este lugar. Son tantos los prodigios que he escuchado, que no me he de acercar a menos de una legua —respondió el cura persignándose con gestos de espanto. —Satanás no se mete en estos menesteres, buen cura, debe ser un sabio brujo que hace encantamientos perversos…—refutó don Quijote al cura. —Sabio o diablo, ni el agua bendita vence a la salobre agua del averno —replicó el sacerdote, agitando la cruz de madera del rosario que llevaba colgada al cuello. — ¿Qué sabio tan poderoso puede más que la cruz? ¿Frestón acaso? —Preguntó don Quijote. —¡No te fastidia! Si yo lo supiera no se habría engullido dos yeguas tordas, que se tragó hace dos años sin ni siquiera masticarlas —terció quien parecía ser el jefe de la cuadrilla —. El día que la amargura sea mi sino, vendré montado en la más hermosa yegua y a buen seguro que moriré, y de nuevo podré ver las grandes culebras con escamas de pez que se tragaron mis jacas. —¡Válgame Dios! —Exclamó Sancho espantado —. ¿Es posible? No he de ser yo quien se acerque a esa poza del demonio. —Tan cierto como que Dios existe —intervino con exagerado gesto el capataz de la cuadrilla de acemileros, señalando sus ojos saltones enrojecidos por el vino—. Con estos ojos lo vi. Íbamos camino de Valencia, llevábamos caballos y mulas para embarcar en las naves que parten desde allí contra el turco. Nada sabíamos de esa maldita boca de mar. Solo vimos que, a pesar de la aridez natural de estas tierras, a media legua de la poza estaba pastando un pastor con su rebaño en un secarral, mientras que cerca había hierba verde y frondosa sin ningún ganado que la comiera. Incautos e ignorantes nos encaminamos hacia el verde prado que rodea la poza. El pozo, o la boca de mar, que de todos modos la nombran. Ainas, al ver acercarnos, salió el pobre hombre corriendo dando gritos de espanto para que nos alejásemos del lugar. —¿No exagera vuestra merced? —lo interrumpió socarrón Sancho, poniendo en duda las palabras del acemilero. —Ni pizca. No crea que tomo a mal sus dudas. También se burló mi compadre y decidió continuar sin hacer caso a lo que el buen pastor nos relató, en cuanto pudo interponerse entre nosotros y la poza. Dijimos: «supercherías por creer que nuestra recua va a acabar con los pastos». Sin terminar de decir estas palabras, dos yeguas, milagrosamente, se soltaron y galoparon hasta la misma boca del averno. Entonces tres culebras con escamas de pez y la anchura de los cuerpos de tres hombres salieron del agua y de un solo bocado se tragaron a las dos jacas. De milagro no se tragó a mi compadre que tenía las piernas cortas como vos —señalando a Sancho —, pero, Dios o el miedo, le puso alas en los pies. Solo vos, don Quijote, podréis acabar con ellas. Vuestra fama y valor os preceden —terminó el capataz, dando a entender, que al igual que el cura conocía a don Quijote. —Dios me ha puesto en el camino para llevarme la gloria de acabar con la hidra —dijo abstraído don Quijote, aceptando como natural que cualquiera lo conociera por aquellos lugares que pasaba —no son tres culebras, sino las tres cabezas de un solo animal. La famosa hidra de Lerna con sus mil cabezas guarda todas cuantas entradas existen en el inframundo. —Sin duda este pozo Airón es una de esas entradas —afirmó fingiendo asombro el capataz, guiñando un ojo al sacerdote, a sus compañeros y sirvientes —. Carolo, tú que la viste cerca… ¿Acaso no te pareció que era un solo cuerpo con tres cabezas? —A fe mía, que así sería. Fue tanto el miedo que pasé que con seguridad no lo puedo afirmar, pues cuando desperté tenía las calzas olorosas, y no era por los suspiros de las habichuelas con ajos, sino por algo más trabado y perfumado —respondió Carolo, provocando las risas de todos. —Solo los caballeros pueden hacer frente a un peligro así —parecía meditar don Quijote —, Hércules, siendo hijo de Zeus, vio la muerte cerca, pues de cada cabeza que cortaba, dos veían la luz. —Paréceme, señor —, observó, dudando, Sancho con preocupación, seguro de que don Quijote algo maquinaba, sin traerle a cuenta a ninguno de los dos —mejor y más acertado, irnos por nuestro camino a ver el Santo Rostro de Nuestro Señor Jesús, que dicen que es más prodigioso y menos peligroso. —Quien te escuche, pensará que tienes miedo y no confías en mí —le recriminó el caballero. —No es esa la cuestión, mas no demos ocasión de adelantar las postreras alabanzas por culpa de una charca que no nos pide pan. Mejor, si queréis, invoquemos a san Jorge, del que dicen que tiene experiencia en estos menesteres. —No creáis, amigo mío, que voy a desistir de mi empeño de conseguir la gloria por miedos de escudero —rechazó don Quijote el consejo de Sancho —. Menos, sabiendo que estos señores acemileros llevan sacerdote. Debes saber, mi buen amigo, que ningún ser del inframundo traga lo que con agua bendita está bañado. Cortaré las tres cabezas y todas cuantas surgieran, con la bendición de este buen cura. Saca la chaira para afilar bien la Molinera , que junto con la Tizona y Excalibur escribirá gloriosas páginas de la historia. A buen seguro, nos llenará de gloria esta hazaña. Los muleros se miraban con el rabillo del ojo unos a otros recreándose en las risas que vendrían después a costa del caballero. Sancho se santiguaba viendo a su amo mirar la punta de la lanza, comprobando la dureza de su adarga y el filo de su espada, pasando los dedos por el mismo. —Trae la chaira , Sancho, que debe estar la espada con fino filo para esta aventura, más que para ninguna —ordenó don Quijote a su escudero. Presto acudió Sancho con la piedra, dándole su amo la espada para que la afilase. Miró entonces don Quijote en la distancia el lugar donde se encontraba el pozo Airón, y siendo que era verano y hacía mucho calor, subía gran cantidad de vapor proveniente de la laguna, pues más parecía eso, que pozo. —Qué grandiosa vivacidad y qué agudo oído el de esos seres diabólicos que ya se preparan para el final de sus días y lanzan humo por sus fauces para no ser vistos. —Mi amo, tan grandiosa vivacidad tienen esas bichas sordas, como vos tenéis vuestra ceguera —habló socarrón Sancho —. Si la víbora oyese y el alacrán viese, no habría hombre que al campo saliese. Lo que allí veis, señor, perdonad el atrevimiento, pero, sabéis que siempre acierto, no es otra cosa que el vapor del agua al calentarse. Que, si hay culebras, mucho las temo. Mas yo no veo asomar la cabeza ni de culebras ni de culebros. — ¿Cómo puedes decir eso, mi buen Sancho? —Preguntó, no sin cierta aspereza, pese a todo, titubeando don Quijote, escarmentado por la evocación de otras lides —. Decidme caballeros, si mis ojos me engañan o la agudeza a mi escudero le falla. —Ver, ver, no veo…—comenzó el cura. — ¡Calle, calle, vuestra merced! Señor cura, ha de saber que los santos varones no ven los demonios de otras creencias. No vaya a pensar el caballero que sois pecador de modistillas de costuras zurcidas —cortó el llamado Carolo al cura, provocando las risas de todos los acemileros y la desaprobación del cura y de don Quijote. Discutieron sobre la cuestión, de lo que cada uno veía y salvo Sancho y el cura, todos los demás decían ver, e incluso, escuchar el bramido de la hidra. Sancho movía la cabeza intentando agudizar la vista, colocándose las manos de resguardo de los rayos solares, no viendo otra cosa que el vapor del agua de la laguna. — ¿Sigues sin ver? —Le preguntó don Quijote con cierta altanería —¿El sabio Frestón te dejó ciego y sordo o son las prisas por el regreso? —¿Por qué razón esa desconfianza? —Preguntó Sancho moviendo la cabeza de un lado a otro. —¿Acaso niegas la evidencia? —dando la espalda a Sancho —. Eso haces, puesto que todos vemos y escuchamos el chapotear y el bramido de la hidra de Lerna… —A estas alturas deberíais confiar más en mis ojos que en los vuestros. No escucho ni chapoteo ni bramidos, solo risas que están a punto de estallar —, replicó Sancho enojado, aligerando el paso y colocándose al lado de don Quijote, arrimando sus labios a los oídos del caballero para no ser escuchado por los congregados —. Mi amo, soy yo o son todos ellos quienes están lelos, o son ciertas mis sospechas de que buscan chanza a vuestra costa. Además, decidme, ¿Cómo vais a matar la hidra que yo no veo? Continuará… La aventura del prodigioso pozo Airón de La Almarcha, forma parte del libro «Águeda y el secreto de su mano zurda», supuestamente escrito por Águeda y Miguel, descendientes ambos de Sancho Panza y Miguel de Cervantes él. «Águeda y el secreto de su mano zurda» narra las aventuras de don Quijote y Sancho en varios pueblos de la comarca de la Mancha conquense y Villarrobledo. ©
Paco Arenas. Todos los derechos reservados. Águeda y el secreto de su mano zurda, está disponible en Amazon

sábado, 11 de diciembre de 2021

Reseña de «Águeda y el secreto de su mano zurda» - Escrita por la escritora Purificación Jareño

 


Muchas gracias, Puri Jareño por tan bonita reseña de «Águeda y el secreto de su mano zurda», que me ha llegado al corazón. Decir que Purificación Jareño, para quien no lo sepa, es una talentosa escritora de Los Teatinos-Casas de Fernando Alonso, con la que da gusto tener largas conversaciones. En 2014 publicó su primer libro «El cerezo de la puerta norte», el cual se agotó casi nada más salir de imprenta, sin que sacara una segunda edición. Yo le animo a que lo reedite, es un libro que vale la pena. No solo ese, sino otros que tiene escritos y que en parte tengo el honor de conocer a pesar de no haber visto la imprenta. 

 Puri me mandó una foto de mi libro junto  a su máquina de coser y sus libros favoritos, y yo me he permitido la licencia de añadir el suyo, puesto que considero que merece un puesto de honor.

 

                                                                                                                                                        Y aquí la opinión de Puri Jareño:

Finalizada la lectura de «Águeda y el secreto de su mano zurda», solo puedo felicitar sinceramente a su autor.

 Escritura de altos vuelos, perfecto desarrollo y desenlace de la trama, en la que dentro de situaciones dramáticas el autor introduce descripciones hilarantes.  Leyendo la novela he recordado nuestra conversación de semanas atrás, en la que mentamos a cierto escritor de ego descomunal. Te lo dije entonces y lo ratifico ahora, en asuntos Quijotescos, no te llega a la suela de las abarcas.

Con «Águeda» me ha quedado muy buen sabor de boca, el mismo que siempre he experimentado al terminar un gran libro. Su lectura me ha provocado una sonrisa permanente, por el ingenio de sus diálogos y la utilización de palabras y dichos que he escuchado tanto a lo largo de mi vida, y que son tan propios de nuestra tierra. Te agradezco que nombres a mi pueblo y a mi humilde persona.

Enhorabuena y sigue escribiendo, amigo.

Purificación Jareño


Enlace en Amazon de «Águeda y el secreto de su mano zurda»


lunes, 6 de diciembre de 2021

Reseña de Cicatrices en el alma (Beatriz Abad)

 


Cuando recibí «Cicatrices en el alma» de Beatriz Abad, mi salud estaba un tanto quebrada y no pude leerla, cuando pude leerla, a mis días le faltaban horas, pero la leí, cada página con más entusiasmo.

Hacer una reseña, la verdad, no es lo mío, siempre se escapa un hilo que no debería escaparse y que puede dar lugar a que se deshilache la trama o a confundir al lector. Por eso, uno siempre duda del cómo y el cuándo.

Vamos a comenzar por la sinopsis

Una historia llena de violencia, engaños y traiciones. Genoveva es una mujer tenaz y luchadora, perseguida por un pasado desgarrador. A pesar de las muchas dificultades que ha tenido que superar desde muy niña, ha sabido forjarse un futuro prometedor en el que no hay espacio para los malos momentos vividos a lo largo de su vida. Sin embargo, el pasado se vuelve a presentar al cabo de los años, reclamando lo que sigue considerando le pertenece. El lector acompañará a Genoveva en una trepidante lucha contra las miserias de su anterior vida. ¿Conseguirá vencer de una vez por todas al pasado? ¿Serán el amor, la familia y la amistad lo suficientemente fuertes como para hallar la paz que tanto necesita? ¿O por el contrario los fantasmas de su anterior vida conseguirán vencer al presente?

 

Opinión:

Volviendo a los hilos, a la autora no se le escapan muchos, por no decir ninguno, y mira que tiene trama, pero es una trama que absorbe como el beso de la persona amada, que deseas que no termine nunca. Y eso que es una novela desgarradora, que hace que crujan los zurcidos de las costuras bien tejidas, o tal vez, como dice el título, las cicatrices del alma.

La historia de Genoveva es la historia de muchas muchachas nacidas en los años cincuenta o sesenta del pasado siglo en el entorno rural.  Jóvenes que desde su infancia allá en Valdelastejas, tuvieron la necesidad de escapar de los barrotes de esa España madrastra que aprisionaba voluntades.  Huida hacía un presento paraíso urbano de luces de neón y grandes rascacielos. Por desgracia, la realidad propiciaba que  se saliese de «Guatemala» para no entrar a «El Salvador» de la felicidad.

 

 Es una novela que en ocasiones hace que duela el alma. No da lugar a la paz ansiada y el sosiego. Sin darte cuenta termina atrapándote entre sus costuras y  cuando cierras las tapas y te enfrentas frente a frente con el libro, te das cuenta de  que te has quedado atrapado entre sus páginas como un personaje más de la trama. Siendo lo que ahora te duele es que termine.

Podría decir muchas más, pero regresaría a Valdelastejas, ahora hace mucho frío allí y no me quedaría más remedio que desentrañar cómo se produjeron las Cicatrices en el alma que esconden sus páginas.

Enhorabuena a Bea Abad

El libro también se puede encontrar en Amazon: «Cicatrices en el alma»

domingo, 5 de diciembre de 2021

Reseña de «Magdalenas sin azúcar» escrita por Rocío Fernández López ( Un libro... un faro de sabiduría )



 Reseña de «Magdalenas sin azúcar» escrita por Rocío Fernández López (Un libro... un faro de sabiduría)

Muchas gracias, Rocío.
Cierro las tapas de “Magdalena sin azúcar”, de Paco Arenas con cierta pena, he convivido un tiempo con esta familia protagonista y ahora me entristece tener que decirles adiós. Aquí os dejo mi reseña, y así os explico un poco cómo es la obra y lo que me ha parecido.
***** Opinión Personal ** ***
Una novela cargada de sentimientos, basada en la postguerra española, y vosotros pensaréis ¿otra más de la postguerra con todas las que hay?, bueno, pues os diré que ésta es distinta porque trata muchos temas; división de bandos por ideologías políticas, represión, odio, venganza, envidia, lucha, infidelidad, violación, miedo, dominio de poder… impotencia, en fin, un cúmulo de cosas que al lector le mantendrá atento en todo momento esperando un cambio en las circunstancias de los personajes. Unos personajes que los sientes muy cercanos, tanto que hasta te parece estar conviviendo con ellos, porque eso sí, la calidad narrativa de Paco Arenas es tal que, gracias a las numerosas descripciones en todos los escenarios, te sientes como parte de la novela.
El lector que se adentre en “Magdalenas sin azúcar” empezará a disfrutar de una historia que está contada en dos tiempos, en un antes y un después de los protagonistas a consecuencia de un suceso que no contaré para no hacer "spoiler", pero que marcará el rumbo de las vidas de todos ellos. Tendrán que luchar con miles de vicisitudes, pero habrá una que les condicionará el futuro, tanto como tener que decidir qué hacer, si se van del pueblo o si se quedan para ver qué pasará con él. Y luego está el amor entre Felipe y María, un sentimiento tan profundo que hará que el lector sea capaz de entender y perdonar algunas cosillas, je, je, je.
Es una novela para amantes y curiosos de un pasado español no muy lejano, para aquellos que quieran disfrutar de una bonita historia que, os lo aseguro, te marca, y luego la tienes en la cabeza a pesar de haber concluido su lectura.
Es la segunda obra de Paco Arenas que leo y he de decir me ha sorprendido muy gratamente al ver que su evolución narrativa va superándose, ésta es una obra trabajada, documentada, donde el autor presume con cierta facilidad de manejo del lenguaje, sobre todo en términos rurales, eso me llamó mucho la atención, será que como yo soy más urbana, este tipo de cosas son curiosas para mí y se agradece, aprender aunque sea a través de la lectura de la novela no está mal, es un libro con el que conoces términos y costumbres rurales.
Y ya para acabar comentaros algo que me hizo reflexionar un rato, y es que la novela comienza y acaba con una frase que da mucho que pensar… “¿Quién llevará flores a los muertos, si están bajo las aguas del pantano?”…, qué maestría resumir tanto en tan pocas palabras, ya veréis y entenderéis hasta dónde llega la impotencia de las personas humildes. Animaos con su lectura, os gustará, seguro.
Rocío Fernández López.

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