martes, 31 de mayo de 2016

Begoña, Mario y Tania (Una historia real)




Begoña y Mario eran dos personas felices, de clase media acomodada. Votantes del PP, sin que, al menos ella pudiese considerarse franquista. Begoña en tan solo dos ocasiones fue infiel a sus ideales, en 1982 encandilada por Felipe González y en 2011, indignada por la vil manipulación que llevo a cabo el PP, a raíz de los atentados del 11 de marzo, en ambos casos voto al PSOE, sin que Mario llegase siquiera a sospechar nada. Católicos practicantes, amantes del orden y la decencia; sin embargo, practicaban sexo bastante más a menudo que otras parejas de su edad, por prescripción facultativa. Sí, ellos querían ser padres, y Mario descartaba cualquier otro medio reproductivo que no fuese como Dios manda, ella, estaba dispuesta a buscar otras alternativas, incluida la infidelidad, y como en política, también le fue infiel en dos ocasiones. Lo cual no la dejo embarazada tampoco y hubo de improvisar un viaje para poder descargar su alma de tan gran culpa.


Ella, junto con su hermana, regentaba una céntrica peluquería del centro de la ciudad del norte de Castilla, donde vivían. Hasta hace unos años atrás funcionaban muy bien, incluso se habían permitido contratar a tres peluqueras y una esteticien. También para así poder viajar y mantener la pasión dentro del matrimonio. No hubo rincón digno de ser visitado que del mundo que no visitasen, ni Parador Nacional u hotel importante que de España, donde no hiciesen el amor. Tenían dinero para ello, porque si ella ganaba dinero, él todavía más. Trabajaba en una caja de ahorros como interventor y estaba previsto que en un par de años lo hiciesen director.
Ya pasaban de los cincuenta, cuando tiraron la toalla, ya solo quedaba una alternativa, la adopción. En España la lista de espera era muy larga, no querían negritos, ni sudamericanos que tuviesen los rasgos pronunciados. Alguien les habló de Ucrania, donde, quería dar salidas los miles de niños que habitan sus orfanatos. 
Pronto comenzaron los tediosos trámites administrativos, viajaron a Kiev, y después a la península de Crimea, conocieron a Katia, entonces con la cabeza rapada al cero, como todos los niños del orfanato. Decidieron que sería su hija, pero en ese primer viaje no la pudieron traer con ellos. El segundo viaje, les pilló el conflicto bélico en Crimea. Todo el papeleo no servía para nada, hubo de comenzar de nuevo, con las nuevas autoridades. Al final regresaron sin Katia, que se quedó llorando en el orfanato, después de estar dos meses con ellos, viviendo en un hotel de Sebastopol encariñándose con la chiquilla y ella con sus nuevos padres adoptivos. El gobierno español se negó ayudarles conminándoles a que abandonasen la zona de guerra, al tiempo que apoyaba al gobierno golpista de Ucrania.
Ya nunca regresarían a por Katia, a pesar de llegar a estar inscrita en el libro de familia, el no reconocimiento por parte del gobierno español con la recién creada República de Crimea, frustró todas las ilusiones. Un año antes la caja de ahorros donde trabajaba Mario, se había fusionado con otras cajas más importantes. La entidad resultante fue cerrando sucursales buscando la viabilidad del banco resultante. En principio a Mario lo respetaron,aunque pasó a ser un empleado corriente, con la consiguiente merma de ingresos. La ley laboral de 2012 estaba ya en vigor, y terminó siendo despedido de acuerdo a la nueva legislación. Begoña afortunadamente conservaba su peluquería, aunque cada día echaba de menos más de sus clientas habituales, por culpa de la crisis.

En el 2007, la caja de ahorros donde trabajaba Mario, fue la promotora de una urbanización de chalés en un recinto exclusivo de una urbanización de lujo, con condiciones especiales para los empleados de la entidad. Sin embargo, tras ser despedido, las condiciones cambiaron. Como entonces sus ingresos eran importantes, firmaron la hipoteca para un periodo corto en el tiempo, con cuotas muy altas. A pesar de todo, consideraron que podían asumirlo, la indemnización la utilizaron para bajar el importe y lo que quedaba pendiente podrían hacer frente en cualquier momento con una importante cantidad de dinero, que tenían invertido en acciones preferentes, que les daban excelentes dividendos.

La peluquería iba de capa caída, primero con la crisis, después con la proliferación de peluquerías chinas, una puesta justo en la esquina de enfrente de su peluquería, para terminar de dar el puntillazo, allí estaba el Gobierno, con su subida del IVA al 21%. Imposible pagar los sueldos y seguir ganando, ni despidiendo a las tres empleadas pudieron seguir. Tuvieron que cerrar, y vender el local para hacer frente a las indemnizaciones de las trabajadoras.

El subsidio de desempleo de Mario se terminaba cuando la peluquería se cerraba, fue entonces cuando solicitaron la venta de las preferentes a su, ahora banco. El director de la nueva sucursal, amigo de Mario, les dijo, que debían esperar unas semanas, que había surgido un problema. 

Pero que estuviesen tranquilos, que todo estaba en orden y que como máximo en tres semanas tendrían su dinero. Entonces estalló el escándalo de la estafa de las preferentes, con La bendición de la Unión Europea y el Gobierno de España , a Begoña, a Mario y miles de personas les habían estafado aquellos en quienes más confiaban, el partido al que siempre habían votado y la entidad en la que había trabajado toda su vida. El cielo se desprendió de lo que lo mantenía en el infinito, todo se les hecho encima, fallaron en la plazos del coche, comenzaron a fallar en los plazos de alguna mensualidad de la hipoteca, a los cuales no podían hacer frente. Por primera vez, hubieron de renunciar a lo que más les gustaba, a viajar, ni siquiera en agosto. 

Begoña al ser empresaria autónoma, no tenía derecho a subsidio. Los 426 euros no llegaban para los gastos ordinarios, cuanto ni más para pagar la hipoteca. Mario comenzó una batalla perdida contra la entidad que ya descaradamente hablaba de robarles su casa, también contra la estafa de las preferentes, que le había robado un dinero con el cual podría hacer frete a la hipoteca, sobrándole dinero. Mario inicio la tarea de mover hilos, diputados, concejales, empresarios, le dieron la espalda. Su amigo, de toda la vida, importante directivo de la entidad bancaria, se lo dijo claro:

—Tú ya no eres un trabajador de la casa, como cliente estás dando problemas, te apañas.

—Tengo 190,000 euros en preferentes y debo 120.000 de hipoteca, lo uno por lo otro y todos tranquilos, lo perdido, perdido está.
—No, con lo de las preferentes, de momento no puedo hacer nada, solo me permiten con los pequeños ahorradores. Con la hipoteca menos.

— ¿Ni siquiera quedándose el banco con la casa?

—Sabes que no, la deuda la seguirías teniendo.
Ni con contactos, ni sin contactos le hicieron caso, la depresión y un cáncer de pulmón acabaron con su vida, en pocos meses. Con la vida de Begoña acabaron cuando la entidad financiera que le había robado su dinero y que le tenía retenido más que debía de hipoteca, solicitó el levantamiento y ejecución del desahucio. Podía haber contactado con el PAH, ¿pero que iban a pensar sus selectos vecinos de esas amistades? 

Cuando entraron los funcionarios judiciales por la puerta y le dijeron que debía abandonar su vivienda. Pidió permiso para recoger sus cosas, subió a la buhardilla y tras encaramarse en una silla se dejó caer sobre el firme del garaje, al lado de su flamante Mercedes.

Aquel mismo día, al buzón llegó una carta del consulado, comunicándoles que ya podían hacerse cargo de Katia.  En un orfanato de Sebastopol una niña de cinco años quedó esperando la llegada de unos padres que la quisieran  llorando desconsolada.
Agradezco a M.J.P. el haberme hecho llegar esta historia real. Los personajes han sido cambiados los nombres, y han pasado de inmediato a formar parte de esos más de 1500 asesinatos que produce el terrorismo financiero legal al año. Siendo dramático este caso, es de los menos dramáticos de cuantos ocurren en España, donde hay millones de historias para derramar lágrimas, sin necesidad de marcharse a Venezuela.




lunes, 30 de mayo de 2016

La carta (José Luis González) Una joya de la literatura en castellano



En mi opinión una de las joyas de la literatura Puertorriqueña , al mismo tiempo que de la lengua castellano. 


Retrata como nadie la necesidad de los emigrantes de dar tranquilidad a los suyos, mintiendoles sin reconocer que nada era como esperaban, ni el trabajo ni la vida. Y que muchas veces no regresan para no verse obligados a reconocer su fracaso. Por desgracia es el sino de millones de personas, con independencia de su raza, nacionalidad o religión. Los poderosos han diseñado el mundo a su medida, sus leyes y corruptelas para que solo ellos puedan medrar.  






San Juan, puerto Rico

8 de marso de 1947

Qerida bieja:

Como yo le desia antes de venirme, aqui las cosas me van vién. Desde que llegé enseguida incontré trabajo. Me pagan 8 pesos la semana y con eso bivo como don Pepe el alministradol de la central allá.

La ropa aqella que quedé de mandale, no la he podido compral pues quiero buscarla en una de las tiendas mejores. Digale a Petra que cuando valla por casa le boy a llevar un regalito al nene de ella.

Boy a ver si me saco un retrato un dia de estos para mandálselo a uste.

El otro dia vi a Felo el ijo de la comai María. El está travajando pero gana menos que yo.

Bueno recueldese de escrivirme y contarme todo lo que pasa por alla.

Su ijo que la qiere y le pide la bendision.

Juan

Después de firmar, dobló cuidadosamente el papel ajado y lleno de borrones y se lo guardó en el bolsillo de la camisa. Caminó hasta la estación de correos más próxima, y al llegar se echó la gorra raída sobre la frente y se acuclilló en el umbral de una de las puertas. Dobló la mano izquierda, fingiéndose manco, y extendió la derecha con la palma hacia arriba.

Cuando reunió los cuatro centavos necesarios, compró el sobre y el sello y despachó la carta.

FIN

El viejo pino centenario de la Carretera Malilla (Relato)



Allí permanece de pie aquel viejo pino seco. Sus casi cien años le habían dado la seguridad que sabría resistir las embestidas del viento, de la lluvia, el granizo, las escasas heladas del Mediterráneo y los calurosos y húmedos días y noches de verano. Se había acostumbrado a los petardos y el olor a pólvora de las semanas falleras. Las mascletas habían terminado por dejarle sordo. Aun así, disfrutaba de ese olor a pólvora, que a él le llegaba como aroma embriagador.

Cuando comenzaron a trazar la gran avenida, a construir muy cerca un grandioso hospital, moderno y funcional con material de baja calidad, a precios de especulación urbanística, pensó que estaría más distraído viendo pasar coches, ambulancias, las luces destellantes de la Policía, los bomberos, el trajín y las prisas de los parientes que llevan a sus familiares enfermos a urgencias. Sus caras de preocupación, su dolor ante la pérdida de un ser querido, sus gestos de alegría y alivio cuando la noticia era buena, la cara de alegría de los trasplantados, ante la nueva oportunidad que les brindaba la vida. Eso, no lo iba a negar, le entretenía y le hacía vivir cada una de esas historias y vivencias.


También alguna , pero ahora menos, de vez en cuando algún coche paraba bajo sus ramas, con una pareja de enamorados dentro que de inmediato reclinaban sus asientos y mostraban la belleza de sus jóvenes cuerpos desnudos, y lo más hermoso, su pasión, deseo, y en ocasiones, amor. Nada tenía que ver con ese sexo comprado que también alguna vez observó bajo sus ramas de prostitutas de todas las razas que se reclinaban sobre su tronco, y entregaban su cuerpo a cambio de papel, que después entregaban a quien las maltrataba.


Él observaba todo, y comenzaba a tener sensaciones casi humanas, a distinguir en el tono de las palabras la sinceridad de la falsedad. Mientras tanto, el humo invisible de la polución le mataba poco a poco. Cuando se quiso dar cuenta estaba completamente seco, pero de pie. Se hubiese marchado a otro lugar, pero las raíces podridas se lo impedían.



Pino de la Carretera Malilla, junto a la Nueva Fe. El edificio que se ve al fondo es el hospital, donde otro pino de casi noventa años se está secando poco a poco; aunque parece que entre sus ramas quiere brotar algo que se parece a la vida.

30 de mayo en el paritorio (El nacimiento de su hija visto por un padre primerizo)


Fue un domingo 30 de mayo de hace 23 años. Después de más de dieciséis horas de trabajo en el bar. Cerramos a las tres de la mañana, cansado, reventado, sin ganas de otra cosa diferente que pegarme una ducha de agua fría y dormir unas horas tranquilamente.  Entre en la casa, como siempre a esas horas, procurando hacer el menor ruido posible para no despertar a tu madre.  No obstante, tu madre ya estaba esperando mi llegada, vestida, para no perder ni un segundo.  Sin embargo fingió estar dormida hasta que terminé de ducharme. Cuando regresé a la habitación, buscando el pijama debajo de la almohada, escuche su voz en la oscuridad, que se transformó en luz de inmediato, antes de terminar la frase.
 —No te metas en la cama, no te acuestes, que nos vamos para el hospital, tú hija está intentando abrir la puerta.
—Si falta todavía más de una semana —repliqué yo, muerto de sueño y cansancio.
—Eso díselo a ella —contestó saliendo de debajo de las colcha, ya vestida y preparada para salir en dirección al hospital.
Me sujete en el respaldo de la cama, me temblaban las piernas. Abrí el armario y me vestí con más nervios que el tío Calambres, las dos piernas las metí por el mismo camal del pantalón y a la hora de abrocharme, intenté subirme la cremallera, siendo la bragueta de botones. No es preciso decir que no encontraba las llaves del coche, a pesar de que las tenía en la mano.
Después tuvo tu madre la mala idea de ir a recoger a la suya. A la cual, a pesar de que le había avisado antes, de que subir yo del bar, tuvimos que esperar la media hora, multiplicando mis nervios.
Ya, por fin en el hospital, metieron a tu madre en la sala de dilatación. A mí me dejaron con la suegra en la sala de espera, para mi pesar.
—Ya veras, se le va a liar el cordón a la chiquilla y la va ahogar, como le pasó a una vecina mía de Linares.
—Por favor, Cállese, ¡copón!
—Claro, vosotros todo lo arregláis con decir copón, todo menos pensar en los riesgos. Si mira que le decía a mi hija que no se casase con un albañil…
Lo que contesté no está en los anales de los escribible. Sin embargo decir que, a esas alturas yo hacía cinco años que no ejercía como albañil, y tenía un bar con el apodo de mi padre como nombre, el Bar Arenas. Para ella siempre fui y seré un albañil, lo cual no me ofende, pues los albañiles viven del sudor de su frente y no del sudor de los de enfrente.

  —Una vecina mía, que tenía la cadera estrecha, no dilataba bastante se murió la criatura y la madre…

Todas las cosas malas que le podían ocurrir a tu madre pasaron por la cabeza de la suya, y las repetía en voz alta de manera compulsiva. No es preciso decir que de todos esos malos augurios que pronosticaba, sólo había un culpable, te puedes imaginar quién. Yo siempre, para ella fui más nuero que yerno, ella siempre interpretó y se encasillo en el papel de suegra.

Aunque no soy aprensivo, aprovechando que pasaba por allí una enfermera, y que había estado escuchando parte de la conversación, le pregunté si podía estar en la sala de dilatación acompañando a tu madre, y allí me marché, dejando a la suegra con sus nefastas divagaciones y con la palabra en la boca.
—¿No me iras a dejar aquí sola? Que soy la madre…
—Señora, solo puede entrar una persona, el padre tiene preferencia para acompañar a la madre…—argumentó la enfermera.
—Pero, yo soy la madre…
—No señora, la madre es su hija, usted es la abuela…—dijo la enfermera.
—¿Entonces qué hago? —Preguntó con clara muestras de angustias mi suegra.

Yo no sabía qué decir, evidentemente debería sentirme culpable, pero no me sentía, al contrario, sentía una maligna satisfacción de su angustia, cosas de nueros y yernos.
—Rece — repliqué sin volver la vista atrás, por si me daba pena, fui mala persona, ese día me di cuenta que también podía llegar a ser cruel, pero…
Lo que parecía estar a punto de caramelo, se retrasó hasta después del amanecer, cuando el rocío de la mañana está en su máximo apogeo sobre los, ya, amarillos trigos de La Mancha.

Elegiste el mejor momento para nacer, a las ocho y media de la mañana. Las enfermeras auxiliares que debían ayudar a la comadrona ya se habían marchado, y las del turno entrante, curiosamente se retrasaron más de lo que era habitual, claro, era domingo.
Así que me vi en el paritorio solo, con la comadrona y tu madre, y tú asomando la cabeza. Nada más salir, ensangrentada, te sostuve en mis temblorosos brazos, en el instante más emocionante de toda mi vida, mientras la comadrona me miraba riendo y cortaba el cordón umbilical y sacaba la placenta. Tenerte en mis manos me daba la sensación de que eras mucho más frágil de lo que en realidad eras, mis dos palmas ocupaban desde la cabeza a los pies y me sobraba, y eso, a pesar de no tener las manos grandes.
—Si ves que te vas a desmayar, me das la niña antes —me dijo entre risas la comadrona viéndome temblar como si tuviese párkinson prematuro.
— ¿Yo, desmayarme?  De ninguna de las maneras.
—Por mucho menos he visto a tíos más grandes que tú caer en redondo al suelo.
—Yo, soy de Pinarejo, soy de pueblo, eso les pasa a los de capital…
A pesar de mi negativa a reconocer que me estaba mareando, lo notaba; pero el mirarte a ti y a tu madre me daba fuerza para controlar los nervios. En mis brazos estabas cuando recibiste el primer baño. Fui yo quien te colocó sobre el pecho de tu madre. Fuiste tú quien decidiste el nombre que querías tener. Dos opciones había, Rocío o Raquel. A mí me gustaba Rocío y a tu madre Raquel, que a mí no me gustaba, en La Mancha, raquela, quiere decir tonta y en hebreo oveja.
A todos les dijimos que te llamabas Raquel, y Raquel fue tu nombre por veinticuatro horas. No pensamos que tú habías tomado otra decisión, y que tal vez por eso, habías nacido casi diez días antes de la fecha prevista.  No era cuestión de llevarte la contraria. Naciste el día del Rocío, nos enteramos al día siguiente, por suerte antes de inscribirte en el registro civil. Tú elegiste ser Rocío. Gracias por ser mi hija.
Muchas Felicidades…












viernes, 27 de mayo de 2016

ALELUYAS -Cantos de libertad (José de Diego)



Caballeros del Norte mirífico y fecundo,
también el centro es parte de la bola del mundo.

Por una loca audacia de la extensión esférica,
estas pobres Antillas son un poco de América.

En el principio cuando el agua florecía,
Dios las alzó del fondo con un fulgor del día.

Y, después de los siglos, viniendo del oriente,
los indios habitaron Islas y Continente.

Y, pasando otros siglos, triunfantes en las olas,
llegaron a estas Islas las naos españolas.

Naves maravillosas, carabelas divinas,
aunque con el defecto magno de ser latinas.
Pues, cuando aparecieron las naves puritanas,
resultaron las tristes carabelas, enanas.

Sobre todo aquel día, en que la gente ibérica se
hundió con sus cruceros en los mares de América.

El día en que llegásteis, con espléndido porte,
Los ultrapoderosos Caballeros del Norte.

Perdonan, Caballeros, al cielo y la tierra,
Que hayan hecho a estas islas, mucho antes de la guerra...

Perdonad que estuviéramos tantos hombres nacidos,
sin que en ello mediaran los Estados Unidos.

Nacidos en América, sin que mediárais vos,
por un atrevimiento de la bondad de Dios.

No somos los más fuertes, ni los dominadores,
pero somos los hijos de los Descubridores.

Vástagos infelices de aquel tronco sin jugo,
que floreció en las almas de Séneca y de Hugo.

Sabemos los misterios de la Filosofía
y del Arte en que reina la santa Poesía.

Pero nada sabemos, en el país del Sol,
del Arte del Gobierno, como en Tamany Hall.

Ni sabemos del salto mortal de las doctrinas,
que puso a California al pie de Filipinas.

Perdonad, Caballeros, si estamos inconscientes
de vuestras concepciones del Derecho de gentes.

Ignoramos aquellas sublimes concepciones,
que os dieron la simbólica Isla de los Ladrones.

Ignoramos, en estos históricos reveses,
la lengua y el sentido de los pueblos ingleses.

Hablamos otra lengua, con otro pensamiento,
en la onda del espíritu y en la onda del viento.

Y os estamos diciendo hace tiempo en las dos,

que os vayáis con el diablo y nos dejéis con Dios.

José de Diego Poeta de Puerto Rico partidario de la libertad de la Isla con respecto al imperialismo yanqui. Este poema pertenece al libro Cantos de Rebeldía, libro en el que también se incluye el muy conocido poema "En la brecha"

jueves, 26 de mayo de 2016

Reunión secreta en el Palacio de la Moncloa (Asistentes: Mariano, Soraya, Felipe, Pedro y Albert)


Esta noche Presidencia del Gobierno ha convocado a las cuatro de la mañana a los representantes de los partidos eufemísticamente llamados “constitucionalistas”. El presidente está preocupado, lleva varios días con una extraña diarrea de color paliducho, una mezcla entre natillas descompuestas con canela oxidada y heces de gato sin cubrir.   La vicepresidenta y máxima autoridad efectiva del Ejecutivo, se siente desorientada, su rostro no dibuja el irónico desdén hacía el adversario político, no se dibuja en sus labios ese rictus de ironía destilada por la sombra del desprecio hacía todo lo que huela a critica o discrepancia. Ambos han mostrado a su católica majestad su inquietud, tienen razones para que sus heces sean tan malolientes y no tengan la consistencia pertinente.    Tienen la clara y lógica preocupación y sensación (compartida con otras figuras del Régimen instaurado por el general Franco) de que todo se puede ir al traste. Los últimos sondeos secretos llevados a cabo el CIS, dan una clara victoria a la coalición formada por Podemos e Izquierda Unida. Así lo expresaba así ayer al medio día la máxima autoridad del Gobierno Soraya Sáez de Santamaría:

“Hay un riesgo real de que Podemos e Izquierda Unida, se conviertan en la primera fuerza política por detrás del Partido Popular.”

Tras las consultas pertinentes, realizaron la convocatoria.  Una convocatoria secreta que no admitía dilación. Convocaron al mandamás del PSOE y a su secretario general, sin poder ocultar su alarma por lo intempestiva de la hora, fueron quienes primero llegaron, Felipe González y Pedro Sánchez. Salió a recibirlos Mariano Rajoy, bajando la escalera con gesto compungido y preocupado. Estrecho primero la mano de Sánchez sin mucho entusiasmo,  y sin embargo se fundió en un muy afectuoso abrazo con Felipe González, con el cual terminó con una palabra emocionada al unísono de ambos:

“Presidente

Y un nuevo abrazo todavía más apretado, como quien abraza a la muchacha o al muchacho más deseado, que es novia o novio de otro, como los novios del pasado que vuelven a la memoria y traicionan a sus esposas, como los amantes que se reúnen en la casa del lago encantado y terminan desnudos fornicando dentro de las aguas pantanosas del deseo insatisfecho, así fue el abrazo que ambos presidentes, que termino con los ojos anegados de lágrimas y con dos palabras:

“Por España”

—¡Qué bonito! Hasta me he emocionado —dijo Pedro Sánchez limpiándose una furtiva lágrima que se le escapó por la emoción. Quiso unirse al abrazo, pero Mariano le empujó, demostrándole que no admitía un tercero en discordia ni en el afecto sincero de ambos presidentes.

— Pedrito, no te lo perdonare jamás, jamás, jamás. Que me dijeses delante de todo el mundo lo que me dijiste. Que no era decente, no te lo perdonaré jamás de los jamases. Te pasaste tres pueblos.

—Presidente, era preciso meterse en el papel. Que pareciese un debate auténtico, no una parodia, me debo a mis votantes, que ellos no se percaten de la farsa —replicó buscando, Pedro, apoyo en Felipe González.

— Lleva razón el presidente, debemos centrarnos en Lo que debemos decir, ajustarnos al guion establecido…, eso no lo habíamos pactado —regaño Felipe a Pedro, al tiempo que un nuevo abrazo se producía, si cabe más afectuoso que el anterior.

—Exacto, porque un vaso es un vaso y un plato es un plato…—filosofó con gran profundidad Mariano, tras ese segundo abrazo, mirando con desdén a Pedro, como diciéndole: me quiere a mi más que a ti, jodete.

Entonces apareció ella, con un vestido de tul, casi transparente, que dejaba adivinar las contundencias de sus curvas. Llevaba un abanico en la mano, sin saber precisar si lo agitaba por los nervios o por el calor, pues del interior del palacio salía un aire fresco semejante al que notas al pasar por el área de refrigerados de los supermercados. A pesar de su sensual presencia, no parecía estar para muchas palabras de amor, más bien parecía que terminase de hacer trizas todos los espejos de palacio y fuesen a caer sobre ella las siete plagas de Egipto, multiplicadas por cada uno de los espejos rotos. La presencia en la puerta de la Moncloa de la jefa real del Ejecutivo, acabó con la escena, pues su mirada era tan severa que hizo enmudecer a Mariano, bajar la mirada a Pedro, que por otra parte era lógico, dada la gran diferencia de estatura entre él y ella, y sonreír y guiñar un ojo a Felipe, siempre ensayando sus dotes de seductor de antaño a pesar que su aspecto ya se parecía más al de un verraco que al de un joven andaluz de gruesos labios carnosos, él al mirarse al espejo se veía joven y atractivo. La vicepresidenta no estaba para coqueteos con un viejo verde, si iba con esas transparencias era por el excesivo calor que sentía, provocados por los nervios, no en vano, era quien había tomado las decisiones durante los últimos cuatro años, no era ya quien estaba a la sombra de Mariano, sino al revés.

—¡Maldita la condición de la mujer, que sus méritos se los lleva otro! –Exclamó en más de una ocasión, mirando con desdén a su teórico jefe de gabinete.

—Dejaos de ñoñerías Y vamos a lo que vamos, Que de esta reunión no debe tener noticias ni Dios.

—Falta Primo de Rivera – se atrevió a protestar Pedro Sánchez. La mirada d la jefa del Ejecutivo le fulminó con los ojos, Pedro creyó leer en los labios de la vice: “no te pudrieras”, pero no lo escuchó, no pudo decir nada, solo: Yo también te quiero Soraya.

—Albert Rivera, ya bastante lo dice la gente, los podemitas e izquierdistas —reprochó la jefa del Ejecutivo, Soraya a Pedro.

— Exactamente. Porque somos humanos y tenemos sentimientos… —añadió envalentonado Mariano, que no podía ni ver a Pedro.

—Pasar para dentro, Rivera llegará en 15 minutos. El avión de las Fuerzas Armadas está aterrizando en Cuatro vientos, y tiene que despegar con destino a Venezuela en hora y media, para que nadie se entere —señaló la vicepresidenta y jefa del Ejecutivo.

—No hay problema, como allí son ocho horas menos le quedarán seis horas para perderse…, así que si llega a las cuatro y se va a las seis —y comenzó Mariano a contar con los dedos, llegará a las diez de la noche, antes de haber salido. Porque claro después de la hora catorce viene la hora quince, menos ocho… —la mirada de los otros tres asistentes, le hizo dudar al presidente del Gobierno Y segundo en el escalafón real del Ejecutivo.

—Perdonar, perdonar, era un chiste, un vaso es un vaso y un plato es un plato…España es un gran país y tiene españoles y Venezuela venezolanos... ¿no?

—Para chistes estamos ahora —protestó Felipe González, tras pedirle permiso con la mirada a Soraya.

Pasaron dentro, donde esperaba humeante café venezolano y cigarros puros cubanos, ron añejo Cacique llegados de Venezuela.  Varias botellas de vino Vega Sicilia y de la Ribera del Duero, jamón ibérico recién cortado y un pernil para si alguno quería cortar por su cuenta. Varios tipos de entrantes, nada apropiados para un desayuno a las cuatro de la mañana, lomos ibéricos, pates franceses, caviar iraní del país de los ayatolas, y cajas de habanos Montecristo, del país de los hermanos Castro.  Felipe González se lanzó de inmediato sobre uno de esos puros.

—Extraordinarios Montecristo deberías probarlos, Pedrito.

— Su excelencia, soy un deportista, no fumo…—murmuró Pedrito, dudando si obedecer lo que parecía una orden de su jefe, al tiempo que le llamaba la atención de la procedencia de varios de los productos de la mesa: Irán, Venezuela y Cuba.

—Así no llegarás nunca a presidente de Gobierno —dijo Felipe, ofreciendo de nuevo un Montecristo a Pedro. Al tiempo que protestaba Mariano.

—Felipe, que ya habíamos quedado que el presidente de la gran coalición sería yo. Las decisiones se toman en el momento de tomarse. No es lo mismo que gobierne uno que gobierne otro, no es lo mismo. Dicho de otra forma: es muy distinto, muy diferente.  Que los sentimientos somos humanos y los humanos tenemos sentimientos…

—No hijo no, ya lo he hablado con Felipe,[1] con Pepemari, con Primo de Rivera, el falangito y hemos decidido que en esta ocasión…

—Sería yo. Que para eso soy la que manda ahora. Lo siento presi, ya ha sido decidido, por los Felipes, Alberto y Pedro. ..—puntualizó Soraya, terminando la frase de Felipe.

—No estoy de acuerdo. Yo había sido designado para serlo, estaba de acuerdo Naranjito,  Pablo, Alberto y Mónica —protestó Pedro agarrando el puro que le encendió Mariano, y que aprovechó la ocasión para tirarle un puntazo.

—Toma, toma y toma vaselina, Que tuviste mi puesto en tus manos y lo dejaste perder…jajaja y jajajajaja...

En esas entró el quinto en discordia, Albert Rivera, presuroso. El olor a humo de los Montecristo fue anulado por un hedor a cebolla bestial. Todos se taparon la nariz a un tiempo, Rivera se puso a llorar.

—Te podías haber duchado, hueles a cebolla que matas —le recriminó la vicepresidenta y jefa del Ejecutivo.

—Ni con agua hirviendo sale este olor a cebolleta caribeña que me untaron, hace llorar lágrimas de cocodrilo auténticas. ..

—Claro, tan auténticas y falsas como tú, que ya te has lanzado en los brazos de Soraya. Me has traicionado.  No te lo perdonare jamás, jamás Carmena, ¡uy! me he equivocado de guion. Las lágrimas de cocodrilo auténticas, son africanas. Las de Venezuela son de caimán…—le rectifico Pedro a Albert.

— De lo que sean, lo cierto que hacen llorar y para la cebolleta mejor que la viagra. No sé si era la cebolla, o las tetas siliconadas de las sudacas, o esos labios de potox inyectado..., la cuestión es que llevaba la cebolleta más empitonada que un Miura...

—Quieto parado, hay que evitar el lenguaje sexista y racista, no podemos llamar a los sudacas, sudacas hay que llamarlos patriotas, ciudadanos venezolanos… —reprochó casi como una orden Felipe, que para eso era el más viejo de la reunión.

—Intentaré, pero estoy de un subido…, claro que tampoco me importaría ser tu vicepresidente Soraya…—dijo mirando descarado las trasparencias de Soraya.
—Lo serás, lo serás, pero disimula, que no parezca que lo único que te interesan son los sillones.

—Claro, claro que no, me ofendes, también los millones…

—Moderar el lenguaje —ordenó Felipe.

—Quería decir opiniones de ciudadanos venezolanos, que hacen colas del hambre en las calles… mirar esta foto, de la Valencia, de Venezuela, ya la he subido a Instagram...

—Que torpe, estas colas del hambre son de Valencia…—le puntualizo Pedro.
—Valencia siempre fue Valencia, lo serio es ser serio —añadió el gran filósofo Mariano.

—Ya lo he dicho yo, de Valencia…—Insistió Albert.

—Sí, capullo, de Valencia, España…—le rectificó Pedro.

—Pues habrá que buscar de Venezuela, por ejemplo está —dijo Mariano, que se sentía desplazado un tanto desplazado, pues a su frase nadie había hecho el más mínimo caso.

Todos miraron la foto que mostraba Mariano con detenimiento. Pedro fue el primero en darse cuenta.

—Esta es la foto de las colas del hambre de Málaga, me la enseño Alberto...
- Soy Albert, no Alberto. Y yo no te he enseñado jamás esa foto…

- No, tú no, ombligo del universo. Me refiero a Alberto Garzón. Me dijo que esto es con lo primero que hay que acabar en España. Bueno y con los chorizos...—replicó Pedro, que por fin podía alzar la voz.

—Tanta manía con los chorizos…—protestó Felipe —si va con el ADN humano.
Dos impresionantes golpes se dieron sobre la mesa, Soraya con un martillo de juez amenazaba con despertar a los ratones de la Moncloa, las ratas ya estaban todas en el salón.

—Vamos a lo que vamos, tenemos que coordinarnos todos, con un objetivo común, salvar a España y a la monarquía, al menos a nuestros intereses. Hay que hablar de Venezuela, España no existe, bueno solo Cataluña y ETA. También un pueblo de La Mancha, de Pinarejo, que quiere la independencia. Nada de hablar de corrupción, Ni paraísos fiscales, tampoco de los recortes. Único y exclusivo tema de campaña común, de los partidos constitucionalistas, Venezuela, Venezuela y Venezuela.

—Tengo unas fotografías impresionantes de los cuerpos represivos en Venezuela, una chica con la cabeza abierta, un anciano aporreado, a una mujer sin un ojo, a un niño arrestándolo la policía, a estudiantes que llevan libros en las manos, reprimidos violentamente por la policía, me los ha dado la mujer de Capriles, que salvajadas se están cometiendo en Venezuela, salen en todos los periódicos de la oposición venezolana. —Dijo Rivera mostrando las fotos.
Pedro no pudo menos que romper a carcajadas.

—Tantas redes sociales de los nuevos y ¿no te das cuenta que todas esas fotos son de España, el anciano, 27 de septiembre de 2012, la chica de Barcelona durante la huelga del 14 de noviembre de ese mismo año, el niño arrastrado por la policía, en la ejecución de un desahucio, los estudiantes con libros en las manos, reprimidos violentamente por la policía, durante la primavera valenciana…

—¿Y tú cómo sabes todo eso? ¿No serás un infiltrado? —Preguntó Felipe que estaba muy callado.

—Presidente, me dijiste que divulgase todas las fotos de la represión del PP, y también que airase los casos de corrupción…—casi se disculpó Pedro ante Felipe.
—Si hombre, y de los ERES de Andalucía, yde que tu mujer es socia de una empresa de trabajo esclavista… ¿no? —replicó con contundencia Soraya, la jefa en la sombra del Ejecutivo.

—Por favor, por favor. A ver, centrémonos en la campaña, tenemos que volcarnos con Venezuela, como ha dicho Soraya. Hacer como que nos importa lo que les pasa a los ciudadanos de aquel país...- Cortó Felipe, viendo que el tema se les escapaba de las manos, al tiempo que metía mano a un buena locha de ibérico, y vaciaba la copa de Vega Sicilia. —Está claro que no nos importa un carajo lo que les sucede a los de aquí, a los españoles, imagina lo que nos importan los sudacas…, perdón, los patriotas venezolanos..., pero Venezuela es nuestra baza, si hablamos de Venezuela, no se habla de España y de los problemas de los españoles. Metemos miedo y ya tenemos cuatro años por delante para seguir mangando y manipulando al personal, si los tenemos como corderitos…

—Borreguitos, diría yo…—fue a puntualizar Pedro.

—Felipe —exclamo aireada Soraya, — seguro que este no es un antisistema infiltrado.

—Tranquila, lo tenemos pillado por los cataplines con el tema de su mujer, porque además a él le toca hacer de Cañete, como que es tonto y no se entera de los negocios de su mujer. O sea lo que se dice “un infanta o un Ana Mato”.

—¡Presi! —Fue a protestar Pedro.

—Tú a callar, en el PSOE, mando yo.

—Y, y, y, también podemos hablar de los brasileños, que todos somos humanos y tenemos muchos españoles humanos en España. .. —de nuevo quiso meter baza Mariano, con intención de ridiculizar a Pedro, al menos quedar por encima de él, ante una posible candidatura a la presidencia del gobierno.

—Y un plato es un plato y un tonto es un tonto, Mariano. Quienes han dado el golpe de estado en Brasil son los nuestros…—cortó Soraya.

—¿ No jodas, que Franco ha resucitado y ha dado un golpe de Estado en Brasil? ¡Viva España! Y ¡Arriba Franco! — Saltó exultante Rajoy y con más disimulo Rivera.

—Madre mía, Madre mía. ¿Te das cuenta Felipe porque tengo que ser la presidenta? Tonto el uno, tonto el otro, y el tercero títere tuyo…

—Chisss! que anda por ahí Fernández Díaz deteniendo títeres y marionetas. ¡Ay Dios mío! que he hecho apología del terrorismo, he pronunciado una palabra terminada en ETA. Marioneta…y es que un vaso es un vaso y un plato es un plato…, Dios mío, Dios mío! Que no esté por ahí Jorgito —dijo intranquilo Mariano, mirando para todos lados, por si veía aparecer al ministro perseguidor de tuiteros, titiriteros y protector de nazis y corruptos.

— ¿Tú eres de izquierdas?—Le preguntó Felipe, con intención de tranquilizarle.

— ¡Dios me libre! – Contestó Mariano.

—Entonces tranquilo, mi amigacho Fernández Díaz sólo persigue a izquierdistas y demócratas, — tranquilizó Felipe a Mariano —y ni tú ni yo somos lo uno ni lo otro.

Pedro se quedó mirando a su jefe, este se percató y guiñándole el ojo le dijo:

—Tú a seguir mi ejemplo, miras para otro lado, dices que eres de izquierda y a disimular, que a presidente no llegarás, pero ya te tengo preparado un puesto en gas natural, con mi amigacho Pepemari...

—Vamos ver, que las dos horas pasan y yo tengo que volver a hacer campaña electoral a Venezuela —interrumpió Naranjito Primo de Rivera.

—Básicamente, debemos centrarnos en Venezuela.  Durante estas semanas la capital de España es Caracas. De los montajes ya se encargará Inda y Marhuenda. Que vaya chapuzas están hechos, el último montaje de Inda parecía de niño de teta…—explicó la jefa del Ejecutivo.

—Soraya, Soraya, no me hables de tetas que vuelvo para el Caribe y tengo todo el día las tetas pegadas a mis narices y con la cebolla me crece la…—y a Naranjito se le hacía la boca agua.

—No son necesarios detalles – le cortó Soraya.

—Pues a mí… —fue a decir Mariano.

—Mejor te callas, no vaya a ser que comiences diciendo que una cebolla es una cebolla y una zanahoria una polla, que nos conocemos —le cortó Soraya.

La vicepresidenta, jefe del Ejecutivo, dio unos informes con los parámetros que debían seguir los tres partidos durante la campaña electoral. Naranjito fue el primero en marcharse, pero el hedor a cebolla quedó, el aroma a rancio ya estaba.

Al salir por la puerta se quedó mirando los manjares que sobre la mesa estaban, regresó sobre sus pasos cogió un jamón de pata negra, que todavía no había sido empezado y una botella de Vega Sicilia.

—Para promocionar nuestros productos en Venezuela.

Y se marchó bebiendo a galillo una botella de vino que costaba más de 500 euros. El resto de los asistentes a la reunión secreta, se sentaron alrededor de la mesa para seguir "trabajando".

 ADVERTENCIA:
Esto es una sátira política y humorística y como tal debe tomarse
Es un relato  ficticio, los personajes reales tienen todavía menos gracia y menos ética. Como producto de ficción nadie debe identificarse con mis personajes, tampoco tienen mi autorización los personajes reales para parecerse a los que son de mi invención. No sé si me explico o estoy haciendo un “rajoy”. Estos personajes pertenecen tan sólo a la calenturienta e indignada cabeza de un parado de larga duración que no cobra ningún tipo de prestación y que hasta los mismos de aguantar a tanta mafia. Por tanto lo único que pretendo es provocar alguna risa y darme a conocer entre la gente y vender más libros, aunque algunos al escribir estas cosas renuncien a hacerlo. Estoy desempleado por culpa de una criminal ley laboral y no cobro ni un euro de este podrido Régimen, como otros millones de españoles. Todo por culpa de la mafia.

Texto improvisado en la habitación de un hospital con el móvil / celular. Los errores que encontréis son lógicos, ya que no veo bien lo que escribo y el corrector puede dar sorpresas.

©Paco Arenas. Todos los derechos reservados.

Si queréis saber más de mi persona visitar la página de Facebook Paco Arenas o el blog : Pisando barro, soñando palabras




[1] Evidentemente no se refiere así mismo, pues quien habla es Felipe.

martes, 24 de mayo de 2016

La borrica, el vinatero y el obispo (leyenda conquense) (Fotos y dibujos del viejo Puente de San Pablo)






















Agradecer a Editorial L`Encobert que mi cuento «La borrica, el vinatero y el obispo», haya sido considerado digno de ser incluido en una antología de 19 narradores de la península ibérica, «Cuentos de Iberia», en la cual están incluidos autores de tanto prestigio como Federico García Lorca, Vicente Blasco Ibáñez, Rosalía de Castro, Leopoldo Alas Clarín y Carmen de Burgos, entre otros. 

La borrica, el vinatero y el obispo[1]

 

El viejo puente gótico de San Pablo en Cuenca estuvo condenado a desaparecer durante muchos años. Durante siglos, fue un puente majestuoso, que se alzaba a más de cincuenta metros sobre el río Huécar. Parecía imposible que se hundiera, como un «Titanic» de piedra. En el siglo XVIII, resistió a un huracán, pero el temporal le causó graves daños. Las primeras grietas aparecieron a finales de ese siglo, en 1779, y las primeras piedras se desprendieron en 1800. El obispado de Cuenca, propietario del puente y de gran parte de la ciudad, decidió reconstruirlo en 1887. Sin embargo, las obras no fueron lo suficientemente efectivas y, al año siguiente, el primer arco se agrietó por la caída de algunas piedras de la Catedral. Ocho años después, el puente fue demolido con 16 barrenos de dinamita, el 23 de febrero de 1895.

El nuevo puente de San Pablo, de hierro y madera, se terminó en solo ocho años y se inauguró en 1903. Pero antes, el 31 de julio de 1902, un nuevo huracán casi lo derriba cuando estaba casi acabado. Eso ocurrió después de que, el domingo 13 de abril de ese mismo año, el Giraldo de la catedral se derrumbara. No es de extrañar, pues, que el nuevo puente generara tanta desconfianza como el antiguo y que diera lugar a múltiples leyendas. Una de ellas nació de una broma que me hizo mi hermana Felipa, cuando yo era un adolescente.

La borrica, el vinatero, el obispo

 Agustín era de aquellos vinateros manchegos que abastecían de vino a Cuenca. Él concretamente tenía la responsabilidad y el privilegio de suministrar vino a las iglesias ubicadas en la capital de la provincia. Pronto se dio cuenta del potencial de negocio que podría tener al montar una bodega o almacén en Cuenca. Sin embargo, carecía de suficiente dinero para llevar a cabo tal proyecto, por lo que decidió establecerla en un pueblo cercano a la ciudad. A pesar de esto, tuvo que gastar más de lo que disponía y recurrió a pedir dinero prestado al obispo de Cuenca a cuenta del vino que le serviría.

—No puede ser. Prestarte puedo, pero no en esas condiciones. Eso sería atarme a ti y que me trajeses lo que te diera la gana. Quiero el mejor vino, a mejor precio y que si te presto cuartos, me los devuelvas con los intereses correspondientes…

Los intereses que le puso eran abusivos, de auténtica usura. Siendo que su intención no era solo abastecer a la Iglesia, sino también vender a los habitantes de la capital, pensó que podría asumirlo y en unos meses habría amortizado el préstamo.

De habitual ofrecía tres calidades de vino: el que compraba a terceros a granel y el que elaboraban ellos mismos, de su propia viña. Entre los vinos adquiridos a otros bodegueros, había dos categorías: bueno y regular tirando a peleón, destinado para la venta por la ciudad. Sin embargo, ninguno de estos se destinaba a la misa, ya que para tal din solo servían el vino de su mejor viña. No obstante, tampoco era ese el que suministraba a la catedral, sino uno mucho más excelente, solo para disfrute del obispo y de los ricos que lo podían pagar.

Cada vez que Agustín llevaba vino a la catedral y a la parte alta de Cuenca, para acortar camino, pasaba con su borrica por el puente de San Pablo a pesar de tener vértigo y notar como de vez en cuando alguna piedra se desprendía de sus arcos, y lo peor, tener que pasar las tasas impuestas por la diócesis para todo el que cruzaba por él.

No siempre llegaba a tiempo para amortizar los pagos mensuales del préstamo. El obispo, al notar la dificultad económica del vinatero, decidió aprovecharse aún más. Aumentó el interés del préstamo al mismo tiempo que redujo el precio del vino que compraba.

El afán de lucro del obispo llegó a un punto en el que dejó de ser rentable para Agustín servir a la catedral. Dado que el puente de San Pablo pertenecía al cabildo catedralicio y estaba en tal estado de abandono que su burra, cada vez que se caía una piedra rebuznaba temerosa, el vinatero encontró la excusa perfecta para no suministrar su vino a la catedral ni a los vecinos la ciudad alta. Aunque esto implicaba renunciar a terminar el almacén y perder buenos clientes. No le resultaba rentable ganar el cielo y perder en sus negocios, siendo que sus creencias no las llevaba con mucha convicción. Así que fue a ver al obispo hecho una madeja de nervios en el estómago y en la mente. Se lo plantearía con claridad, o al menos lo intentaría.

Pidió audiencia alegando llevar una damajuana de su mejor vino para obsequiar al obispo. Llegó en plena comida. Un costillar de cordero lechal tenía el clérigo sobre la mesa.  A pesar del vino que traía y de que cordero había en la mesa para cuatro personas, no lo convidó a sentarse a degustarlo con él.

—Deja el vino y no incordies. No son horas de venir a fastidiar…Estoy con un aperitivo…

—Este vino es mucho mejor… y como va a ser el último que le traiga a vuestra eminencia…

—¿Cómo que el último? No digas sandeces con los cuartos que me debes…

—Es por el puente, mi borrica no quiere pasar y yo no puedo servirle más vino…ya le iré pagando…

—Ni hablar. Tú traerás el vino a la catedral hasta que Dios lo decida, es decir, yo, que soy su máximo representante en la provincia.

El vinatero, con la frente perlada de sudor, se mantuvo firme ante el obispo, aunque su corazón latía con la fuerza de un martillo. La cálida mañana de mayo parecía más sofocante bajo la mirada implacable del dignatario eclesiástico.

—Su eminencia —dijo con voz temblorosa—, no es por temor, sino por prudencia que mi borriquilla se niega a cruzar el puente de San Pablo. Las piedras vibrantes, señor, son como las palabras de un sermón inclemente, y mis huesos, pobres y pecadores, sienten el peso de la historia que carga ese puente.

El obispo, sin dejar de masticar las jugosas chuletas de lechón, alzó una ceja.

—¿Prudencia? —escupió la palabra como si fuera un hueso indeseado—. ¿Acaso los animales tienen acceso a la sabiduría divina? ¿Creen que los borricos consultan a Dios antes de decidir qué camino tomar?

El vinatero tragó saliva y se atrevió a mirar directamente a los ojos del obispo.

—No lo sé, su excelencia…mi borrica…

—Eminencia, ilustrísima eminencia…¡Ay, Dios mío, perdona la ignorancia de tus siervos! —Imploró al cielo el obispo.

—Su eminencia «lustrísima» —lustroso sí que lo está el gordinflón con sotana colorá, pensó, pero se guardó el pensamiento y humildemente se hizo la víctima—:  En mi ignorancia no sé cascar esos palabros de los sabios estudiosos… Pero, yo creo que Dios habla en los susurros del viento y en los relinchos de los burros. Mi borriquilla, ella sí que sabe. Y yo, su humilde siervo, escucho…

El obispo se levantó de su silla, el terciopelo verde que crujía bajo su peso. Se acercó al vinatero, tan cerca que el aroma del buen vino se mezcló con el sudor de obispo y el miedo del campesino.

—Escucha bien, Agustinico…que a saber si por tus venas no corre sangre judía o mora —dijo, pronunciando el nombre en diminutivo como un látigo fino y golpeando con el dedo índice sobre la mesa —. Si quieres seguir vendiendo en esta provincia, y digo provincia, no solo en Cuenca, traerás el vino por el puente de San Pablo. No importa si las piedras vibran o si los borricos profetizan como becerros de oro en el desierto. La bendición no es gratuita, y tus cuentas, como tus huesos, deben saldarse y soldarse antes de mandarte al infierno. Así que no me fastidies... ¿Escuchas la voz de Dios de mis labios? Pues eso.

El vinatero asintió, sintiendo el peso de su deuda como una losa sobre su espalda. Pero antes de retirarse, se atrevió a decir:

—Quizás, su excelencia…si lustrosa eminencia, debería cruzar el puente una acompañándome. Quizás así entienda el miedo que siente mi borriquilla. Y quizás, solo quizás, encuentre en su corazón la compasión que Dios espera de un obispo…y con su bendición…

El obispo se quedó en silencio, sus ojos oscuros como el vino que bebía. Luego, con un gesto imperioso, señaló la puerta.

—Te acompañaré. Te salva este vino que me has traído. Vete, y obedece. No olvides que las cuentas pendientes también se pagan en el reino celestial. Y reza porque no te veas como Zacarías pidiendo limosna en las escaleras de la catedral.  No te creas que contigo voy a tener tanto miramiento.

—Mi borrica se niega…—protestó el vinatero, con palpable preocupación, incapaz de parpadear ante la nueva imposición.

—Con la ayuda del Altísimo, te mostraré cómo lograrlo. Debes traer una arroba más de vino, el mismo que vendes a los pordioseros y otra como este. Yo te diré qué hacer con él, y con la bendición divina, todo saldrá a pedir de boca.  A partir de ese día Dios te librará a ti y a tu asna de todo mal.

Agustín no solía vender vino a los pordioseros, ya que no podían pagarlo. Sin embargo, en ocasiones, entregaba vino ligeramente avinagrado a la casa de caridad cercana al castillo, a quienes el obispo llamaba pordioseros.

—¿Y si la borrica se niega? —preguntó el vinatero.

—No te preocupes, en el momento adecuado, te lo explicaré.

El vinatero obedeció con su alma cargada de temores. En el umbral, miró antes de salir al obispo y pensó en la borriquilla, en el puente y en las palabras que flotaban en el aire como hojas secas en días de tormenta antes de caer la primera gota de lluvia se transformaban en cuchillas.

Unos días después, el vinatero y el obispo se encontraron en un viejo mesón cerca del puente, un lugar que ya no existe. Allí, el obispo le reveló su plan, algo que ya había insinuado previamente.

—Dale a la borrica el vino peleón en lugar de agua, engáñala. Yo bendeciré el vino y a la borrica, y con la ayuda de Dios cruzará y como lo hagas hoy, lo harás siempre…

—Si no es necesario engañarla, le gusta tanto… Si me descuido, con una arroba no será suficiente, aunque sea vinagre más que vino…

La borrica disfrutó enormemente de más de una arroba de mal vino, y Agustín se negó a darle más, ya que rebuznaba de placer. Agustín nunca la había visto tan contenta. El obispo también sació su sed, tomando licencias que no le habían sido otorgadas. Aprovechando que era gratis, bebía sin necesidad de tazón o vaso de la otra damajuana de excelente caldo. Al vinatero también le gustaba el vino, pero mientras trabajaba, evitaba beber, ya que incluso con su mejor caldo, le dolía la cabeza. Sentía envidia del obispo y su compañera de libaciones.

—¿No bebes? —preguntó el obispo.

—Estoy en ayuno voluntario —mintió Agustín.

—Tú te lo pierdes. Hoy no es Jueves Santo, y yo, pago la bula y ni entonces ayuno. Tengo licencia del obispo para ello —rio el obispo, ya un poco ebrio.

Esperaron un rato para que el vino hiciera efecto en la burra. Pasado el tiempo en que la burra parecía más valiente, obispo, vinatero y borrica se encaminaron en dirección al puente. Pero al llegar, la borrica podría estar borracha, pero la tozudez era mayor que de costumbre. Ni sus hijas las mulas eran tan tercas. Se negaba a poner sus herraduras sobre el puente gótico, ni con vino ni sin vino. El obispo sacó el hisopo y bendijo a la pollina. Pero esta se negaba a cruzar. Agustín tiraba de los ramales con fuerza, pero el animal se resistía.

Entonces el obispo tuvo una idea: colocó delante del animal un tazón de vino peleón. Sin embargo, la borrica no se movió. Luego llenó otro tazón el que reservaba para sí mismo. Se apoyó en uno de los muros del puente y bebió tranquilamente mientras pensaba cómo engañar a la borrica.

De repente, la borrica mostró interés en ese exquisito vino. No era tonta y quería probarlo. El obispo, como si fuera una zanahoria, caminó rápidamente por el puente. Cuanta más prisa se daba, más rápido trotaba la borrica. Aunque el obispo le decía:

—No se ha hecho este vino para la boca del asno.

Agustín, asustado, intentó contener al animal, pero recibió una coz que lo tiró fuera del puente. Cuando se recuperó del mareo, vio que la borrica y el obispo estaban en el centro del puente. Un gran estruendo retumbó en toda la ciudad: el puente de San Pablo se derrumbó entre una nube de polvo y un aroma afrutado a vino de la Mancha.

Del obispo y la borrica nunca más se supo, quedaron sepultados bajo las góticas piedras de San Pablo. Mientras tanto, el vinatero, salvado por la coz, agradecía al Señor y decía a quien ya no podía escuchar:

—Ya le dije a su lustrosa eminencia que el puente no estaba hecho para aguantar a dos borricos a la vez.

Así cuenta la leyenda que se derrumbó el puente de San Pablo. Si es verdad o no, no lo sé. Pero esta es la versión sacada de una broma de mi hermana Felipa y mi corta imaginación:

«Hace muchos años se cayó por el puente de piedra una borriquilla y un obispo borracho, suerte tuvo el vinatero que se salvó, gracias a la coz que le dio la borrica»

Relato incluido en la antología de cuentos costumbristas de la península ibérica: «Cuentos de iberia» , al lado de 19 autores de España y Portugal como Vicente Blasco Ibáñez, Federico García Lorca, Leopoldo Alas Clarín o Carmen de Burgos.

Publicado en el diario Público, en esa misma antología.

Forma parte de mi libro «Esperando la lluvia -Cuentos al calor de la lumbre»



[1] Agradecer a Editorial L`Encobert que mi cuento «La borrica, el vinatero y el obispo», se haya considerado digno de incluirse en una antología de 19 narradores de la península ibérica, «Cuentos de Iberia», en la cual están incluidos autores de tanto prestigio como Federico García Lorca, Vicente Blasco Ibáñez, Rosalía de Castro, Leopoldo Alas Clarín y Carmen de Burgos, entre otros.   También a Diario Público, por publicarlo el 20 de febrero de 2020.


Puedes comprar el libro a través en Amazon:


©Paco Arenas
©Esperando la lluvia-Cuentos al calor de la lumbre



[1] Agradecer a Editorial L`Encobert que mi cuento «La borrica, el vinatero y el obispo», haya sido considerado digno de ser incluido en una antología de 19 narradores de la península ibérica, «Cuentos de Iberia», en la cual están incluidos autores de tanto prestigio como Federico García Lorca, Vicente Blasco Ibáñez, Rosalía de Castro, Leopoldo Alas Clarín y Carmen de Burgos, entre otros.  
[2] «Vati», de Vaticano, es el nombre con el que conocen algunos vecinos de Cuenca a la parte alta de la ciudad, por su gran número de iglesias y conventos.









Foto prestada Sole Martínez se puede ver cómo quedó el puente .










Este relato forma parte del libro:
ESPERANDO LA LLUVIA-CUENTOS AL CALOR DE LA LUMBRE
Así mismo, forma parte de CUENTOS DE IBERIA la antología de los mejores cuentos costumbristas españoles, en la que participan autores de tanto prestigio como  Federico García Lorca, Vicente Blasco Ibáñez, Rosalía de Castro, Leopoldo Alas Clarín y Carmen de Burgos, entre otros.  

Enlaces de obras publicadas:



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