Laura y Marina |
En la casa de Laura
ya no habita la alegría,
se marchó de la mano de Marina
una tarde clara de verano
de brisa fresca.
Nunca en verano
se helaron tantas risas,
como aquel seis de agosto
en la Ciudad Encantada de Cuenca.
en la Ciudad Encantada de Cuenca.
Reían sin temor las dos amigas
al cruzar el puente de San Pablo
rompiendo el silencio del agua
sin pensar que el cuervo negro acecha
con siniestra amenaza la risa fresca
de Laura y Marina.
Se congelaron las cascadas,
se apagaron las estrellas aquella noche,
silbo el viento la rabia,
ante aquella marcha sin despedida,
sin un beso, sin una palabra de consuelo
Para las madres que esperan en la mañana.
Lloran los párpados de la Ciudad Encantada,
Las risueñas cascadas de la Palomera
envolviendo la belleza
lloran de pena,
quebrantan el dulce lecho,
a la luz de la luna,
a la luz de la luna,
manos cobardes.
¿Cómo cantar el hecho?
Si solo con pensarlo estallan las venas de
dolor.
No hay consuelo por la sentencia,
si ya no escucharemos su risa fresca.
Triste aquel seis de agosto
en que se helaron las risas
en la Ciudad Encantada de Cuenca.
en la Ciudad Encantada de Cuenca.
©Paco Arenas 7 de noviembre de 2017
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