Llega el frío, No en el palacio real, que se puede caminar desnudo por las piedras enmoquetadas y caldeadas sin miedo a la factura de la mafiosa empresa energética. Viene el frío volando inmisericorde desgarrando con sus zarpas de muerte las gargantas de los niños de la Cañada Real, de los barrios pobres, de los desahuciados por aquellos que se dan golpe de pecho ante el altar y evaden impuestos en el paraíso fiscal.
Hace el frío en la alameda contaminada de negro humo, tanto que paraliza hasta el deseo de respirar, y el cerebro se olvida de pensar, siendo incapaz de rebelarse contra quienes le roban el pan de la boca a la sangre de su sangre. Hace tanto frío, que quienes tienen los cerebros congelados, creen a pies juntillas lo que sale de las bocas mercenarias, a través de las ondas, al servicio del gran capital. Ven culpables en ajenas tristezas, tal vez de oscura piel, pero de idénticas penas, que hielan las alas de las mariposas, o apuñalan las conciencias a golpe de talonario y palabras que son humo y siembran odio sobre las besanas y las alamedas de alquitrán.
Llega el frío de finales del otoño, sin lluvias, seco de sonrisas, de esperanzas, como los ojos de quienes duermen al raso sobre los bancos mojados por el relente de la noche. ¡Maldita sea! Resulta irónico, que sin lluvia por las noches caiga ese maldito relente que empapa todo menos los corazones ausentes. Maldito relente que solo sirve para mojar los cartones, el débil abrigo de los mendigos.
Llega el invierno, no climático, que también, el invierno frío de la ausencia de sentimientos, de los corazones helados, del mes de agosto, también de diciembre.
Hace frío, y mercaderes de mentes perturbadas, egoístas hacen el agosto en cualquier mes del año. Malditos mercaderes, usurpadores manejan los hilos de una tierra sin esperanza, triste que pone precio al pan como si fuese oro o caviar.
Transita el frío entre la multitud, ignorando a quienes están solos. Caminan presurosos, como si la muerte no les hubiera ganado la carrera al nacer. Van pensando en estúpidas modas importadas del imperio, en la tablet, en el viernes consumista, que los vuelve todavía más idiotas, si ello es posible…
Hiere el frío, y las ciudades, en esas que se corta la
luz a quien no puede pagar la factura de las mafias energéticas. Las ciudades
se alumbran con millones de bombillas para mostrar una artificial y falsa
alegría, mientras la oscuridad cubre como manto negro las casas de los pobres
«Se decreta la alegría en todo el reino y se encienden las luces de Navidad»
Llegó la Navidad, de pavos en las mesas de los palacios y migajas mal cocidas en las mesas donde se tienen que conformar con cantar al compás del rechinar de sus dientes, porque hasta la radio se ha quedado sin pilas.
Llega el frío, y en Pamplona se juzga a una muchacha que fue violada, parece ser, según dicen misóginos jueces, que no se defendió lo suficiente. Difícil defenderse, estaba drogada y atemorizada por solo cinco mierdas de hombres. Llamarlos hombres es un insulto para muchos otros. Mayor insulto sería llamarlos manada de lobos, puesto los lobos son infinitamente más nobles que los hombres, y muchísimo más que los cinco «mierdas» acorralaron y violaron a esa muchacha.
Gana el frío la batalla, y en Madrid, todavía me duele
y desgarra mi piel lo que vi con mis propios ojos, hace cuatro años, cuando
gobernaba aquella infame alcaldesa que robó las viviendas sociales a los pobres
para entregarlas a los fondos buitre:
Durante mis paseos matinales, a las seis de la mañana, vi a la policía madrileña y al servicio de limpieza con mangueras baldeando la Plaza Mayor. Sí, aquella alcaldesa, la del «typical and relaxing cup de café con leche in de Plaza Mayor», que tanta vergüenza nos hizo pasar a los españoles. Este año, el gobierno de la nación, de la misma cuerda que aquella alcaldesa, ha paralizado el presupuesto destinado para dar cobijo a los «sin techo»
Se apodera el frío del espacio, y esas calles tan hermosamente alumbradas, llenas de luz y color, tras esa variopinta y colorista. Fachadas navideñas de ángeles con sabor a miel, campanas de papás, noeles, de falsas barbas blancas, esconden la gran mentira, la hipocresía, y la desvergüenza de pedantes gobernantes con alardes de eficaces hombres de Estado, que fingen ser patriotas, patriotas de trapo.
«En Navidad siente a un pobre en su mesa»
Se decía en aquellos grises tiempos de la dictadura. Entonces, como ahora, sigue haciendo frío, siguen muchas personas con los labios congelados, al lado de las esculpidas palabras de las estatuas. Siguen en la calle, sufriendo la pobreza energética, y la otra también. Malditos miserables que se vanaglorian de sus hazañas, con trece millones de personas en riesgo de exclusión. No pasa nada, hace frío. Errante la muerte camina rápida con bolsas de comercios caros, ansiando disfrutar lo inútil, lo innecesario, lo vano, lo que realmente no tiene ningún valor, porque se puede comprar con dinero, caminan como si estuvieran vivos, intentando esquivar esos «bultos» que les extienden la mano y que procuran no bajar la mirada para no ver.
Hace frío, y caminan pensando en el «Black Friday», cuando en realidad deberían revolvérseles las tripas. Y sobre todo las conciencias de tener que cerrar los ojos para no ver y taparse la nariz para no oler la putrefacción que desde las altas esferas de los palacios y televisiones riega las calles, no de lluvia, sino de estupidez.
Sí, hace frío, y tal vez, como me ocurrió a mí, hace
ya más de cuatro años, tu jefe en vísperas de Navidad, te felicite el día de tu
cumpleaños la Navidad y te dé el finiquito del despido en diferido. A mí, me
dieron el despido en diferido y en directo el día de mi cumpleaños, vísperas de
Navidad, al mismo tiempo que la caja navideña.
Hace frío y no llueve, pero los responsables, sonrientes, alegres en sus lujosas mansiones y palacios, no sienten la rabia de quienes todavía no han perdido la dignidad deslumbrados por las hermosas luces navideñas y, sobre todo, por la estacional, fingida e hipócrita voluntad de buenos deseos para toda la humanidad…
Hace frío y siento náuseas de ver que quienes nos robaron en el pasado, nos siguen robando en el presente, nos robarán en el futuro y como bueyes de yugo, sumisos, bajamos la cerviz ante reyes que no sirven para nada, sino para vivir a cuerpo de rey.
Hace frío..., en los corazones y las conciencias,
también...
Salud para todos aquellos que sienten que les hierve
la sangre ante la injusticia; aunque, fuera, en la calle, haga frío y la judicatura
huela a huevo caducado desde hace ochenta años.
Paco Arenas
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