Triste espera la de un pueblo
sentado en una silla rota,
de enea deshilachada,
con los ojos cerrados,
sordo e indiferente ante los gritos
del niño que llora
ante la teta enjuta
de la madre dolorida
que aprieta los dedos
mientras sangran sus pupilas.
Triste espera la de un pueblo
sentado en una silla rota,
de enea deshilachada,
que no se tumba en mansa sombra
porque hasta la cama le han robado.
Dormir, dormir,
que las lágrimas de vuestros hijos
os despertaran al llegar el crepúsculo.
Juventud, divino tesoro,
los veis marchar para no volver.
Buscan un futuro
Que les roban ante vuestros ojos.
Triste espera la de un pueblo
sentado en una silla rota,
de enea deshilachada,
Tal vez esa silla heredada
de vuestros abuelos,
sea lo único que recuerda aquella
furia española
que tanto hacían gala generaciones
pretéritas.
Ahora, esa silla rota, que no
abandonada,
está ocupada por glúteos
complacientes
que temen moverse para no caerse al
suelo.
Olvidan, malditos amnésicos,
que terminarán triturados por el rotavator
de la codicia.
Triste espera la de un pueblo
sentado en una silla rota,
de enea deshilachada,
y aplaude con sumisa devoción
a esos que hasta la dignidad les
han robado,
que le animan a defender una bandera,
la misma que utilizan esos ladrones
para tapar lo saqueado.
No, no os levantéis,
no vaya a ser que lo único que os
queda digno,
la silla rota de vuestros abuelos,
os la roben también
y tengáis que limpiar vuestras
lágrimas con un trapo.
©Paco Arenas 2 de noviembre de 2017
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