No fue por casualidad, Gascas desde el principio tuvo una
gran atracción para mí, siempre escuché hablar de Gascas a mis padres, conocí
también a una mujer que iba con su madre a visitar a su padre al Castillo de
Cuenca, aunque ellas viajaban en burro, y María en autobús. Me imaginé ese
peregrinar, que mi abuela llevó a cabo durante siete largos años para ver a mi
abuelo Felipe López al penal de Chinchilla de Montearagón, también las penurias
que pasó para mantener a sus hijos, que todos, salvo mi madre, eran niños o
adolescentes. Fue fácil recordar historias tan verdaderas como dolorosas. Así
surgió Magdalenas sin azúcar, una parte de nuestra historia, de la historia de
muchas familias conquenses, españolas, y como me han dicho algunas personas de
las muchas personas extranjeras que han leído la novela, también es, en cierta
medida, la historia de los oprimidos de la tierra, de los muertos y de sus
familiares. Una historia no para abrir heridas, sino para crear esperanzas en
otro mundo más humano.
Gascas fue el pueblo en el que inicialmente transcurría
la novela, fue sustituido por Juncos, un pueblo imaginario, (que
realmente existe en Puerto Rico, es la ciudad de donde es natural el profesor don Jaime Flores
Flores, en su honor le cambié el nombre) siendo Valverde del Júcar el pueblo
que sustituí, por un imaginario San Antonio de los Llanos, digamos que también
en honor al lugar donde pasé años muy trascendentales de mi vida, (San Antonio
Abad, hoy Sant Antoni de Portmany, en la isla de Ibiza) pueblo o ciudad al que guardo mucho cariño.
No obstante, recalcar, que los escenarios, en buena parte, están inspirados en Pinarejo y en Santa María del Campo Rus, también algunos de los personajes de la novela.
No obstante, recalcar, que los escenarios, en buena parte, están inspirados en Pinarejo y en Santa María del Campo Rus, también algunos de los personajes de la novela.
Acomodarme a la idea inicial del pantano de Alarcón y de
los lugares como Gascas y Valverde, me hubiese supuesto tener que narrar
sucesos muy graves y escabrosos. En el pantano de Alarcón y en el de Contreras
trabajó mi abuelo Felipe López, en ambos pantanos paso lo que en otros muchos
pantanos. Son muchas las fosas comunes de víctimas de la barbarie que se
encuentran en las tierras anegadas por las aguas de Alarcón, Contreras,
Benageber, Iznájar, San Simón...
Esos famosos pantanos iniciados por la República e
inaugurados por Franco, todos o la mayoría, fueron utilizados como fosas
comunes. Todavía se me ponen los pelos de punta, cuando recuerdo a un viejo
amigo que trabajó en el de Benageber. Este amigo, me contaba como llegaban
camiones de personas fusiladas (hombres, pero también mujeres) y los echaban
entre el hormigón...Nada de esto aparece en la novela, tampoco va de esto. No
he querido hacer una novela que pareciese un intento de reescribir la historia;
aunque fuese contando la verdad.
El pantano de Alarcón se inició en 1934, y se terminó en
1955 (inauguración) y 1957 finalización. En la novela, por el contrario, la
construcción del pantano se inicia en 1956. Sin embargo, varios capítulos de la
novela se desarrollan en 1955, cuando la construcción del pantano era ya una
amenaza cierta. Es por tanto en 1956 cuando, en la novela, supuestamente se
inicia la construcción del pantano, terminándose la construcción en 1988. En
ambos casos, en la realidad de Gascas(1955-dictadura) como en la ficción de
Juncos (1988-democracia) se desalojan a las personas salvajemente de sus casas.
¿Por qué este cambio de fechas y lugares? Porque esto me
da pie a hacer de la novela una inmensa metáfora sobre el amor, la libertad, lo
auténtico y lo falso. De haber circunscrito la novela a la dictadura no se
podría poner en cuestión el apéndice que hereda de la dictadura su
"legalidad", que no legitimidad, en una palabra, diferenciar lo legal
de lo legitimo, la democracia de una imitación fraudulenta.
Al igual que el desnudo en una persona, resulta más
sugerente la insinuación, dejar latente lo que se oculta detrás de la metáfora.
Haciendo posible que cualquiera que tenga la mente abierta, con indiferencia de
su ideología, pueda leer la novela, y al mismo tiempo interesarse por la verdad
de lo que hay detrás.
He preferido hacer una novela de personas, no de sucesos,
de sentimientos, no de odios, no recreándome en lo dramático y escabroso, sino
en lo cotidiano, en el amor, en las inquietudes, los miedos y anhelos; y a
pesar de todo, no evadiéndome de la realidad, pero en muchas ocasiones
disimulándolas bajo la metáfora poética en prosa, nunca bajo viles eufemismos,
tan recurrentes en la actualidad española.
Es preciso cerrar heridas, y las heridas se cierran con
la verdad, la justicia y la reparación.
Al mismo tiempo, considero, que esto ayudará a darle
difusión a la novela de manera más amplia y plural; pero también, no tengo
ninguna duda, a honrar y provocar en los lectores el ansia por querer saber la
verdad sobre esas miles de personas que yacen bajo las aguas del pantano.
Personas que nunca se encontrarán, pero que; sin embargo, jamás debemos olvidar
que están allí, que cada sorbo de agua que bebemos, aunque sea una minúscula
gota de sangre, de esencia de libertad, debería germinar en cada uno de
nosotros. Que no sea necesario hacernos la pregunta con la que se inicia y se
finaliza la novela:
—¿Quién llevará flores a los muertos de Juncos, si están
bajo las aguas del pantano?
Paco Arenas
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