¿Quien recuerda a Perfecto? |
Hace un ya tres años abrí una conversación en Foro-Ciudad de
Pinarejo con el objetivo de recuperar la memoria histórica de Pinarejo, en él
participamos solo tres personas : Sepeño y José Vicente Navarro Rubio y yo.
José Vicente es quien mejor y mayor información
recopilada sobre Pinarejo desde el comienzo de todos los tiempos, gran investigador, poeta,
ecologista, comprometido con los más débiles, con una conciencia social
extraordinaria y sobre todo lo más importante una gran persona, al cual tengo
como amigo.
El tercer
participante Sepeño, Jubilado, autor del "MegaSepe"(el sudoku
relacionado de letras y númeres más grande del mundo,115 cuadrados de 9x9
celdas en un rectángulo de 100x250 centímetros). Un auténtico sabio y, al igual que los anteriores es un gran
poeta, de Santa María del Campo Rus, y
aunque no le conozco personalmente también lo tengo como amigo, seguro que se
enoja, por decir lo que realmente pienso de él, pero es así y no falto a la
verdad, reúne las mismas cualidades que José Vicente, pero además sus
argumentos son de una contundencia extraordinaria, habla con claridad y
precisión, sus comentarios contra el ATC de Villar de Cañas, a mi entender han
sido los mejores de todos los publicados en los últimos tiempos. También tiene un blog donde derrama
generosamente parte de su saber, la mayor parte de esa sabiduría la reparte
generosamente entre los “foro ciudad” de Santa María, su pueblo, el de Pinarejo
y el de Villar de Cañas.
Pero vamos al aquello que se dijo en el foro y que tanta añoranza desperto en los participantes.
Pinarejo no siempre fue un pueblo con una media de edad de
más de cincuenta años, cuando yo era crio, éramos muchos, los quintos todos los
años había como mínimo diez, era un pueblo lleno de vitalidad. Había tres o
cuatro tiendas, que yo recuerde, la de Adelaido, la del Correo y el estanco
Olegario, una central telefónica, que regentaba Puri, familiar mía, dos o tres
herrerías, la de Martin el herrero, en la calle Cantarranas, la de Cándido,
“Candiletas”, y una tercera donde se herraban las mulas en el callejón de las
calles las Cruces, había una tahona, un horno y me suena que se vendía pan o se
cambiaban los vales del pan en ese mismo callejón de la calles las Cruces,
había una carpintería, la de Dimas, que luego se transformó en la casa del muy
apreciado por mí, taxista de Pinarejo Antonio, fallecido si no recuerdo mal un
11 de septiembre en Requena, cuando realizaba el último de sus miles de viajes,
había modistas y peluqueras y una barbería, una posada, donde recuerdo que en
época de caza, los cazadores llegados de todas partes excibian sus trofeos
sobre el suelo. También el recuerdo de
personas que de un modo u otro influyeron en nosotros, nos enseñaron las
primeras letras, como doña Maruja, de la que guardo muchos recuerdos cuando era
la maestra de párvulos, nacida si mal no recuerdo en un pueblo de la serranía,
llamado Mariana, Don José, del cual apenas recuerdo su nombre, sé que fui algún
mes con él y algo recuerdo, pero poco, de su esposa, doña Pía, , de don
Gregorio, el cura, metido después a relojero, creo que en La Roda, del cual
tengo una anécdota que le honra y que ya contare, pero como me recuerda mi
amigo Nabucodosor, el final de su carrera sacerdotal fue propio de una película
de Berlanga. De Gregorio, ese hombre sabio y bueno que perdió la guerra y que
enseño a leer, escribir y hacer las “cuatro reglas”, además de impulsar el
cultivo del champiñón en el pueblo y la cooperativa del champiñón, que hizo
prosperar a muchos proporcionando un medio de vida y que lleno Pinarejo de
cuevas, similares a las catacumbas romanas, excavada a pico y pala. De
Raimundo, aquel viejo anarquista que nunca lo oculto y que le dijo a mi padre
una frase en mi presencia que se me quedo grabada para los restos, tendría unos
siete años, no había cumplido los ocho cuando murió mi padre, “Fermín, ni que
mande el fascio, ni que mande el comunismo, quienes sacaremos la basura seremos
siempre los mismos”.
Nabucodosor continúa el relato:
“Continuando con tu relato de personajes famosos, por
aquella época recuerdo, aparte de otros muchos, a Lunares y Celedonio que
vivían en la calle de las Cruces; Honorio que se vino a vivir a Valencia en
compañía de la Segunda y de su marido Federico; y de los que tu comentabas
estaban, tal y como dices, Don José Olivares Martínez y su mujer Dña Pía;el
cura: el de los capones, D. Gregorio Haro Delgado. También recuerdo dos tiendas
más en el pueblo. Una de ellas era de un matrimonio que no tenía hijos,
Adelaida, estaba en el cruce de la calle Nueva con la Plaza y había otra de
telas, cerca de la calle Torrenteras que pertenecía a Manuel Illán López,
hermano de Francisco, "El Torcido", quien regentaba un bar en la
Plaza, justo al lado de donde vivía Emiliano y la Llanos. Otros bares eran el
de Florentino, luego de Paquillo en la Calle Tercia; el de Pedro Navarro, luego
de la Rubia, en la Plaza y el de Joaquín en la Carrera.
De D. Gregorio creo que no se escapó nadie en el pueblo sin
ningún buen capón. Yo durante un cierto tiempo cuando veía en el pueblo a
alguien con una calva en el pelo bien plantada y redonda lo primero que pensaba
era que le había salido como consecuencia de un buen capón del cura. Como era
tan corpulento sus capones se convertían casi en proyectiles. De verdad que muy
mala sombra la suya y su salida del pueblo fue de película de Berlanga.
A Antonio, el taxista, lo recuerdo también con mucho cariño.
Hizo una gran labor llevando y trayendo paisanos y paisanas de unos lugares a
otros de la geografía peninsular. En su taxis se transportaba de todo, jamones,
chorizos, quesos, conejos, perdices y lo que hiciera falta.
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