Anda por ahí un embustero haciendo promesas futuras, y me he permitido hacer esta pequeña adaptación a partir del capítulo XXV del Quijote, sobre maese Mariano y sus mentiras:
¡Voto a Rus! (adaptación) El monosabio de plasma
Y en estas estaban caballero y escudero cuando entro maese Mariano, que se había escapado del plasma, haciendo acto de presencia cacareando cual gallo capón en corral ajeno, prometiendo y jurando venturas y dichas futuras. Aunque maese Mariano iba disfrazado de monosabio, Sancho reconoció a la legua al farsante, que ya otras veces le había robado la faldriquera, a Sancho su futuro, a Sanchica la esperanza y a la pequeña Teresa sus libros.
Maese Mariano, el hombre plasma, al hablar a los presentes olvida las cosas pasadas, no recuerda ni el “sé fuerte Luis, hacemos lo que podemos”, ni de las casas hurtadas por los usureros que él con sus sicarios ha sustraído a los más pobres, ni de los derechos perdidos, ni de leyes infames, dice mucho más que de las que están por venir; y, aunque no todas las veces acierta en todas miente como siempre, en las más no yerra en su pensamiento, porque él tiene muy claro que siempre habrá incautos que le crean. De modo que nos hace creer que tiene el diablo en el cuerpo y nos sacará del hoyo en él nos ha metido.
Dos reales ofrece a sus víctimas de los cinco que se ha llevado, le quedan tres en la bolsa, y con los cinco se quedará una vez el voto conseguido. Y así, se cree que el tal maese Mariano que se hará riquísimo; y se presenta como hombre galante y protector de los menesterosos, como dicen en Italia y “bon compaño”, y a darse la mejor vida del mundo; habla más que seis y miente más que doce, todo a costa de su lengua, de su mono y de su retablo.
Don Quijote, guiado por la apariencia de maese Mariano, duda de creerle, a pesar de saberse estafado por el farsante del plasma, que augura males inmensos si sus víctimas no se ofrecen para ser degolladas en el matadero sin rechistar. Sancho, escarmentado mira a maese plasma advierte a su señor:
—¡Voto a Rus —dijo Sancho—, no dé yo un ardite porque me digan lo que por mí ha pasado!; porque, ¿quién lo puede saber mejor que yo mesmo? Y pagar yo porque me digan lo que sé, sería una gran necedad; pero, pues sabiendo este embustero que miente las cosas presentes que vemos con nuestros ojos, y hasta las que sufrimos en nuestros riñones, ¿cómo he de creer las promesas futuras?
¡Voto a Rus que como se acerca no se libra del garrotazo en la cabeza ni la patada donde más duele!
¡Voto a Rus que como se acerca no se libra del garrotazo en la cabeza ni la patada donde más duele!
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