Sancho, don Quijote y la herencia de la Casa Caída y fotos de casas en ruina
Llegó don Quijote al corral donde Sancho se
encontraba preparando el estiércol para echar en el majuelo. Sus movimientos
lentos, hasta podrían decirse que contemplativos, pusieron en guardia al caballero.
Tal era la abstracción de Sancho que ni tan siquiera se percató de la presencia
de su amo.
—Buenos días nos dé Dios amigo Sancho…
—Buenos días tenga usted, ¿ha almorzado vuestra
merced?
—La verdad es que no, pero aquí en el corral no es el
mejor lugar…
—Pues vamos al patio, debajo de la parra, que bien
fresco que se está, y tomamos una gótica de vinillo fresco y unas rebanadas de
melón de mi bancal, que con esta calina no entra nada.
—Vamos pues.
—¿De dónde viene vuestra merced? ¿Ha hablado con el
señor bachiller?
—Con él me crucé, pero antes estuve en tu casa y hablé
con Teresa, y algo me preocupó la cuestión, y que tú te quieras conformar con
una rebanada de melón para almorzar con los buenos chorizos que tienes en la
orza, de mayor preocupación es…
—El vino, lo vendimio con mis manos, lo piso con mis
pies, y una parte, sin hacer nada, se la lleva el marqués y otra el convento,
los chorizos, crío los gorrinos, los doy al matarife, junto con mi ama y mis
hijas, los pico y meto en las tripas, los cuelgo al humo a secar, y los meto en
las orzas, y después sin que el marqués haga nada, de cada diez, al menos una
orza le tengo que llevar, y la mejor y con mayor esmero preparada, y otra de diezmo
al convento, a ellos les sobra vino y chorizos, sin dar un palo al agua, en mi
casa, siempre falta…
—Es la vida, así fue desde el principio de los
tiempos, pero eso es algo que forma parte de nuestra condición de siervos, y de
vuestra condición de pecheros, yo como soy caballero…
—¡Acabáramos!, mas vamos a almorzar que con vino se
digiere mejor los duelos y quebrantos —dijo Sancho clavando la horca en el
montón de estiércol y dirigiéndose al pozo.
Colocó un corcho con un trapo en uno de los pilones,
echando la soga con el cubo al pozo, dándole un tirón del revés para que cayera
boca abajo el pozal, comenzando a subirlo con presteza. Se quitó la camisa y se
lavo concienzudamente de cintura para arriba.
—Vamos a almorzar don Alonso.
Ya sentados, con un buen porrón de vino, unas tajadas
de tocino, pan, y una navaja cada uno, tras el primer trago de vino comenzó
Sancho:
—Don Quijote, a ver mi amo si me aclara la cuestión...
—Dime, Sancho, amigo mío, ¿qué trajín traes en las
alforjas de tu sesera que, según me dijo tu ama, no has pegado ojo en toda la
noche y, según el bachiller Carrasco, andas como borrica en celo sin serón que
la proteja ni pollino que la monte?
—Mi ama sabe que yo duermo como un lirón, sobre todo
después del ayuntamiento, que, aunque no viene al caso, soy fiel cumplidor de
amar a mi mujer siempre que tenga ocasión…
—No es preciso que entres en detalles, amigo mío. Creo
que algo tiene que ver la cuestión con lo dicho por el bachiller Carrasco, que
no dando su brazo as torcer, me ha dicho que algo de razón debías de tener,
siendo el bachiller y tú un iletrado…
—¿Eso le ha dicho?
—Bueno, no lo va a reconocer, pero la mosca detrás de
la oreja le va zumbando, pero claro, él aspira a trabajar para el señor marqués…
—Claro, por eso no da su brazo a torcer…
—Eso debe ser. ¡Beba vuestra merced!
—Dime pues qué te pasa, amigo mío. Bueno este vino.
—De la última arroba que me queda, que, siendo agosto,
no comenzó la vendimia, y como el viejo marqués exigió dos en lugar de una, y
el nuevo, habiendo dado dos, me obligó a una más, entre los dos, dos arrobas me
faltan en mi tinaja, las que me faltan para beber vino hasta que el mosto
fermente…
—Di que fueron tres…, pero, dime, vamos al asunto.
— Es cuestión delicada, con el bachiller me atrevo, vos
me merecéis más respeto —dijo Sancho mirando a don Quijote, buscando la
aprobación con la mirada —. Siendo, que es sabido, que vos decíais ser leal al
antiguo marqués de la Casa Caída. Temo ofender su susceptibilidad...
—Cierto, era, fui ser fiel vasallo del viejo marqués,
hasta que supe que era un ladrón que robaba al pueblo, en provecho propio...
Para mí, ese bribón, ya no me merece ningún respeto. Pregunta sin miedo,
Sancho, amigo mío.
—Por si acaso lo digo, que era ladrón todos los
sabíamos, y desde el cura al bachiller, pasando por el barbero y vuestra propia
merced, lo defendían a capa y espada, como si fuera honrado...
—La presunción de inocencia, Sancho, amigo...
—¡Copón en Dios! —Protestó Sancho —. Si todos los sabíamos sobradamente,
no me fastidie vuestra merced.
—La verdad es que todos sabemos que tanto el marqués viejo
era un ladrón, y que el nuevo no era ajeno, ni es a sus tejemanejes —reconoció
don Quijote.
—Y cuando los pecheros lo decíamos, ¿qué ocurría?
Hasta que no les ha tocado los cuartos a los caballeros…
—¡Hombre! Anda bebe
que no se te atragante la corteza del tocino —dijo riendo y empujando el porrón
a Sancho, don Quijote.
—Por culpable me tuvo el barbero, que con la navaja
casi me rebana el pescuezo, cuando hace diez años le comenté lo que en el
Tomelloso escuché. Eso que ya le dije a vuestra merced, que era y fue un
ladrón, como su padre y su abuelo. No eran sospechas, sino realidades. ¿Se
acuerda? Vuestra merced, no me atravesó con la lanza, pero me dio con la
adarga, que buenos chichones me hizo en la cabeza, que de haber sido torta de
manteca no le habrían faltado chicharrones...
—Ya te digo, que de ese bellaco me puedes preguntar
qué sin enojo te he de responder y te pido disculpas, no por haber defendido a
un ladrón, sino a dos.
—Con estos oídos escuché al nuevo marqués de la Casa
Caída, que renunciaba a la herencia de su padre, pero se quedaba con mi dos
arrobas de vino entregadas al mismo, y exigía una tercera para su consumo
propio, además de dos fanegas de trigo más, por eso de borrón y cuenta nueva,
pero pagando como siempre «poca ropa»
—Sancho, así lo dijo, que yo también lo escuché...
—Pero se queda con su título, lo cual implica quedarse
con sus pertenencias, sus palacios, además de lo robado por el padre…
—Tonto no es, pero nos toma por tontos. En la Casa
Caída se rigen por la presunta legitimidad de la sangre. El nuevo marqués
quiere toda la herencia, pero dice abominar de ella de cara a la galería,
mintiendo, para engañar a sus vasallos, los cuales, los más cobardes o
serviles, quieren ser engañados por miedo a lo desconocido, aunque lo conocido
peor no pueda ser, y lo mejor que puede ocurrir en estas tierras es que
desaparezca el marquesado…
—¿Entonces?
—El nuevo marqués tiene la pretensión de poner una
frontera imaginaria entre el ladrón de su padre y el que es él, pero quedándose
con lo robado y heredado, mediante venta falsa, con complicidades varias,
escríbanos a sueldo, bachilleres ciegos, fariseos de medio pelo, nobles de
palanca y borrachera, barones de vasallaje incierto…
—¿Entonces? Mi amo, ¿Qué ocurrirá? Si el nuevo marqués es tan ladrón como el
viejo, si ningún juez puede investigar ni al nuevo ni al viejo, si al final nos
seguirán robando, nosotros pasándolas canutas y ellos viviendo a cuerpo de rey…¿Qué
pasará?
—Lo de siempre. harán el paripé. Fingirá como que
renuncia, sin renunciar, como que echa a su padre de su casa, aparentará
desprecios, pero todo seguirá igual, y como al señor marqués, tanto al nuevo
como al viejo, no se le puede investigar, porque así lo dicen las leyes del
reino. El marqués y sus descendientes, seguirán robando, los sumisos vasallos
seguirán pagando son rechistar y, puede que algunos como a ti, te dé por pensar
y a mí por darte la razón y eso, eso será peligroso para nosotros, porque el
bachiller, por querer entrar defenderá los ladrones, el barbero, por afeitar
las barbas del marqués y recibir prebendas por ello, estará dispuesto a
rebanarte el cuello, si pones en duda la honorabilidad de los ladrones que a él
le pagan, y otros, por tener contentos a sus amos, también callarán, y a quien
piense o hable a galeras a remar…
—Mi amo, don Quijote, no me diga vuestra merced que
por decir la verdad y pensar en justicia nos mandarán a remar a galeras...
— Depende del número de Sanchos y Quijotes que les dé
por pensar y actuar, si somos muchos, al señor marqués y al ladrón de su padre,
será a quien mandemos a galeras a remar…
—¿Y si somos pocos? Porque todos somos quienes sabemos
que el Solar de la Casa Caída, siempre ha sido una casa de ladrones.
—¿Si somos pocos? Nosotros seremos los condenados y
los ladrones, como todos sus ancestros, seguirán robando hasta con la bendición
papal...
Y mientras estas conversaciones tenían don Quijote y
Sancho:
Los marqueses de la Casa Caída, viejo y nuevo, se daban
un gran banquete, riéndose de la estupidez de sus vasallos. Los cuales en las
fachadas de sus casas pintaban banderas o colocaban pendones en honor a sus
señores, mientras se les hundían los tejados de sus casas haciendo honor a sus
amos con sus casas caídas.
©Paco
Arenas, autor de Magdalenas sin azúcar. Novela
recomendada por catedráticos de literatura e historia.
A continuación casas en ruina de distintos lugares de las provincias de Cuenca y Albacete:
Se dice que el viejo marqués soltó prebendas a la garduña sevillana del conocido malandrin Al Bascal para que defendiera su honor. Se dice que los Leguleyos Cristianos deninciaron ante la Inquisición a los que pedían justicia por los desmanes del Marquesado.
ResponderEliminarAl buen Alonso Quijano lo declararon loco y le arrebataron parte de la hacienda. Alonso se hizo llamar El caballero.de la Triste Figura y partió con su siervo Sancho en busca de aventuras en las que desfacer entuertos.
Eusebiet de la Mancha.
Muchas gracias querido amigo, siempre fue así, y nosotros debemos coger el testigo que nunca dejó don Quijote, para luchar contra los malandrines, por utilizar palabra suave. Un abrazo Eusebio
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