martes, 13 de septiembre de 2022

La plaza de Pinarejo, años 60 del siglo XX y años 20 del siglo XXI (en blanco y negro y color)

 

Plaza de Pinarejo años 60, el pozo y la casa de la derecha, están modificados, el pozo en concreto, reconstruido a partir de la mitad de este. La foto fue realizada por un maestro represaliado por el franquismo, de apellido Martínez. 

11 de septiembre, día de muchas efemérides, las más conocidas nos hablan de grandes tragedias, como la entrada de las tropas de un rey vil en Barcelona en 1714, inaugurando una dinastía digna del primero de los borbones, en su mayoría puteros y ladrones.  El criminal golpe de Estado, en 1973, de los generales traidores a la patria chilena, porque todos los golpes de Estado, son traiciones a la Patria. Los no menos criminales atentados del 2001, donde fueron asesinados miles de inocentes, víctimas del fanatismo religioso...

Hoy, 11 de septiembre, quiero presentaros uno de los lugares icónicos de mis novelas, la plaza de Pinarejo, mi pueblo. Aparece en «Magdalenas sin azúcar» como plaza de Juncos, en «Águeda y el secreto de su mano zurda» y en «Los manuscritos de Teresa Panza», como lo que es, la plaza de Pinarejo, que nunca tuvo nombre, al contrario que la segunda plaza en importancia del pueblo: «La Carrera», pero esa nunca fue mi plaza, ni se veía desde la ventana de mi casa. 

Pinarejo, el 11 de septiembre, desde antiguo, se celebran, cada vez con menos gentes y más tristes, las fiestas de verano. Las de invierno son el 5 de febrero. En Pinarejo tenemos dos fiestas, la de invierno en verano, siempre fuimos migrantes que regresaban después de la siega, la vendimia o la aceituna.  Febrero pillaba al final de la temporada de la aceituna en Andalucía, así que se pasaron al 11 de septiembre, justo antes de comenzar la vendimia.

Aquí, la misma plaza de Pinarejo, en este caso coloreada por José Carlos Herrera Saiz, al colorearla se aprecia más el detalle de que está embarrada, y que por la calle Colorín, todavía parece haber agua retenida, así como en la plaza se adivinan charcos.  


Es la plaza que aparece siempre en mis novelas, tanto en «Magdalenas sin azúcar», «Los manuscritos de Teresa Panza», también en «Águeda y el secreto de su mano zurda», a la fotografía, además de la mitad de la plaza, le falta la fuente, que era fea, pero daba agua dulce como las almendras, ahora es bonita, pero es decorativa.

La plaza de Pinarejo, la conocimos rebosante de gente, aunque en esta fotografía solo se ven dos personas y una tercera en la calle Tercia.  Es una plaza muy grande para el tamaño del pueblo, o villa, ahora 203, que bien podrían caber en un rincón de la misma, cuando yo nací 1600, y antes de la guerra, más todavía. Pero bueno, hoy en las fiestas de verano de Pinarejo, quiero presentaros la plaza que yo conocí:

Esta era la plaza de Pinarejo que conocimos. Plaza que nunca tuvo nombre, por suerte. Plaza embarrada los días de lluvia y de polvisca los días secos., con piedras secas y charcos. Sin ningún tipo de alcantarillado, con pocas y malas aceras, en las que nos sentábamos los chiquillos a comer pipas.

Resulta extraño que uno de los dos bares, el único que se ve en la fotografía, esté cerrado, tal vez no tanto, los bares, o las tabernas, como decía mi madre, se llenaban solo de hombres, ya se librarían las mujeres de pisar un bar, y llegó a haber seis a un tiempo. Y, cuando los hombres estaban en el campo, ¿para qué tener el bar abierto.

Llama la atención que el ayuntamiento esté abierto, lo cual deja claro de que era un día laborable. Diría que, de otoño o primavera, ¿cómo saberlo, ni una mala mata da testimonio, ni siquiera al lado del pozo. Ese pozo que tantas conversaciones, risas y hasta lloros escuchó, y tal vez por ello era salobre su agua.

Tan solo se ven tres personas, hombres en todos los casos, los tres llevan gorra campesina, como la que llevaba mi padre. Los tres tienen la espalda encorvada, señal de que han cavado muchas olivas, segado, vendimiado y plantado ajos. No son jóvenes. Y no cabe duda de que era un día de otoño o primavera, porque aparte de ellos, la plaza está vacía, la gente está en el campo y los chiquillos en la escuela. La hora, por tanto, se podría situar entre las 9 de la mañana y la 1 del mediodía.  Tal vez entre las tres y las cinco, ni antes, ni después. Desde luego no es verano, llevan la chaqueta, pero tampoco es invierno, el que sube por la calle Tercia, a la altura de la casa de Julián "el Rojo de Mandoblas", lleva la chaqueta abierta, por tanto, diría que bien podría ser o finales de mayo o finales de septiembre.

 De las casas que veo me quedó con la de mi tía la hermana Eleuteria Martínez Vieco, hermana de mi padre. La de los Picantes, gente muy trabajadora y la de los Loritos, recuerdo a mis primos Miguel Ángel, Emilio y Julia. éramos primos segundos, pero en aquellos tiempos las familias eran muy largas y mi madre con sus primas Julia, Carlota y Puri, la única que nos acompaña todavía, tenía relación de hermanas.

Foto original, salvo el añadido de más de la mitad del pozo hacía la derecha. 


La casa que desentona, haciendo daño a la vista, es la de Adelaido, sin embargo, su tienda me trae buenos recuerdos y muchas historias, algunas muy cómicas.

Para terminar, decir que el autor de la fotografía fue uno de esos miles de maestros represaliados, al que no le permitieron ejercer su magisterio, para desgracia de muchos campesinos pobres, no solo Pinarejo, sino de toda España.

Cualquier tiempo pasado fue anterior, no mejor. Después de la publicación podréis ver distintas fotos de la plaza actual, de m
omento dos.

Salud a todos os desea este pinarejero de sangre espesa, porque por mis venas corre esa tierra que besaba nuestros labios los días de aire.

Paco Arenas

P.D. Si os interesan mis libros, no dudéis en contactar conmigo a través de correo electrónico: 

 fmlarenas@hotmail.com  





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