La
grandiosidad de la piedra,
la
pequeñez del individuo:
todo
es relativo.
Como
el éxito.
Como
el fracaso.
Quien
sueña con conquistar la luna
puede
sentir que no alcanzarla es un fracaso.
Pero
quien siembra con sus manos,
y
cosecha el fruto,
ha
ganado una batalla silenciosa.
Quien,
siendo analfabeto, aprende a leer,
y
al leer descubre cómo escribir su nombre,
logra
una revolución íntima.
Juntar
letras desordenadas
y
darles sentido
es,
en sí mismo,
un
acto de emancipación.
Quien
no aspira a nada concreto,
pero
sube peldaños
sin
haber imaginado siquiera el primer escalón,
también
triunfa.
Sembrar
palabras.
Recolectar
libros.
Subir
sin metas impuestas,
sin
objetivos ajenos.
Disfrutar
simplemente
del
acto de escribir...
eso
es éxito.
Éxito
sin medallas,
sin
aplausos,
pero
con dignidad.
Sin
renunciar a los principios
que
me definen como persona.
La
hormiga que carga un grano de trigo
no
mueve montañas,
pero
en su insignificancia
hay
una fuerza silenciosa.
Sí,
todo es relativo.
No
aspiro a mover la piedra.
Me
basta con mover el grano de trigo.
Sembrar
palabras.
Recoger
renglones.
Soy
tan pequeño como la hormiga,
tan
fuerte como ella.
Y
como la hormiga,
si
me pisan,
me
revuelvo y muerdo.
De mi poemario:
Disponible en Amazon: Palabras calladas
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