Nuestras raíces, las raíces de las gentes están hundidas en
la historia, en un retrato color sepia o blanco y negro, son nuestros
antepasados, aquellas gentes de tez curtida y quemada por el sol, de segadores
incansables, luchadores que no tenían tiempo para aburrirse, porque sus
trabajos eran del alba al crepúsculo sin descanso.
Nuestras raíces son el pisar los charcos, romper el hielo de
los mismos en el frío invierno, jugar en la calle entre el polvo y el barro,
andar con las piernas desolladas, alguna descalabradura. Ir al campo con
nuestros padres y jugar a trabajar con los primeros dientes y los mocos verdes colgando, subir en la
trilla o cortar girasoles más grandes que nosotros mismos, ir a quitarle nueces
a la noguera de Palote o hacer alguna trastada no del todo inocente.
Nuestras raíces son aquellas tardes de vaquillas en plazas
hechas con carros y galeras y después con remolques, con cuervas en lebrillos,
y carne y tizne en la plaza, comer las cosas con ceniza, que hasta los ateos
decían, “quien no come ceniza no va al cielo” y comíamos ceniza sin problemas,
disfrutando del chorizo, del somarro o la sardina como si fuese el más
exquisito manjar.
Nuestras raíces son aquellos días de matazón, con mujeres,
hombres, viejos y críos participando de la misma, la preparación de los
chorizos, de las morcillas, perniles, brazuelos…en aquellos días de invierno que me traen el aroma del aguardiente con el
cual se limpiaban las tripas para para hacer los embutidos, ese mismo aroma
generoso para hacer los exquisitos aguardentados o para recibir a las visitas
en aquellos días de puertas abiertas de Navidad.
Nuestras raíces son las raíces de todos los pueblos de esa
vieja tierra que es Castilla, ahora diluida en una España que la ignora y que
se apropia de su historia, su lengua y es culpada de sus males cual madrastra
opresora, siendo sufrida cenicienta que ante la incomprensión calla. Tierra que
se mete en las entrañas dando forma a nuestros recuerdos y nostalgias que no
hacen evocar todos los días aquella tierra seca que nos vio nacer, que llamamos
La Mancha, esa Mancha tan nuestra y tan de todo el mundo, asociada a un libro increíble
pero también a unos personajes que nunca existieron y que sin embargo son tan
nuestros, más sanchos que quijotes, nuestras raíces buscan la querencia
conforme la maldición bíblica de volver al polvo se haya más próxima.
Nuestras ramas, escapan de nuestro control, se extienden
fuera de nuestra voluntad, por otras tierras ajenas, que intentamos hacerlas
nuestras, pero que sabemos extrañas, apenas nos damos cuenta, pero conforme las
ramas se alejan de la tierra, más cercanos nos sentimos de nuestras raíces, más
somos gentes de Pinarejo.
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