Pinarejo desde que nuestros abuelos tienen memoria siempre
ha estado con las maletas o el hato preparado, no ha sido un pueblo de quedarse
quieto esperando que el trabajo llegase hasta él, su especial relieve de
transición, su limitado termino, embutido, nunca mejor dicho entre santa María
del Campo Rus y el Castillo, con mucho monte y pocas tierras de cultivo, en
comparación con otros pueblos, ha provocado que desde siempre los pinarejeros
hayamos sido en cierto modo nómadas. Muchos
Fueron muchos los pinarejeros de antaño que nacieron en
distintos lugares de la geografía manchega u Andaluza, Morón de la Frontera, Córdoba,
Priego de Córdoba, Rute, Baeza, La
Carolina, Argamasilla de Alba, Socuéllamos, El Tomelloso, Villarobledo o Arenas
de San Juan. Eran muchos aquellos que
terminaban el año en Andalucía cogiendo aceituna, nuestro pueblo aceitunero, se
apresuraba a cogerla antes de final de año para marcharse a las zonas
aceituneras de Andalucía, comenzaban por tanto el año, nuestros abuelos, en Andalucía, donde se tiraban hasta bien
pasado el mes de febrero, de olivar en olivar, de pueblo en pueblo, mujeres,
ancianos, niños y viejos*, no importaba la edad o el estado, embarazadas y
niños de pecho…, razón por la cual, el 5 de febrero, fiestas patronales de
Pinarejo, eran más los pinarejeros que estaban fuera que los que se encontraban
en Pinarejo, razón por la cual se hubieron de cambiar las fiestas a septiembre,
pero con sentido práctico, duplicándolas el 11 de septiembre. Eso en el invierno.
En el verano pasaba otro tanto de lo mismo, la temporada de
siega era muy corta en Pinarejo y eran muchas las cuadrillas que se juntaban
para ir a segar a La Mancha, sí a La Mancha, porque para nuestros abuelos La
Mancha comenzaba y terminaba en la provincia de Ciudad Real, que durante muchos
años fue el nombre que tuvo, allí se tiraban toda la temporada de siega, hasta
finales de agosto. Hacían un pequeño descanso en septiembre para después
de la fiesta marchar de nuevo a vendimiar de nuevo a La Mancha, especialmente a
Socuéllamos y Villarobledo.
Así fue hasta los años sesenta, en que muchos comenzaron a
marchar a Valencia, donde fue mi abuelo Felipe López, posiblemente, el primero
en marcharse, en los años 30, donde le pilló la guerra, Madrid, pero sobre todo
a Ibiza, concretamente a San Antonio, donde posiblemente el número de
Pinarejeros y descendientes de los mismos, superen ampliamente o doblen el
número de habitantes Pinarejo.
No hacían el viaje en taxi, en autobús y mucho menos en el
confortable AVE, lo realizaban a pie, en el tren de san Fernando, un rato a pie
y otro andando, los más afortunados, mujeres embarazadas, viejos o niños a
ratos iban con el avió y el hato en los carros o galeras. Fueron
personas duras pero alegres y combativas.
No debemos olvidar su sacrificio y su lucha, su amor a la
familia y a su pueblo, a pesar de las penurias, porque ellos son la esencia de
lo que somos.
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