En días como hoy es preciso apretarse bien las hebillas de
las abarcas, y aunque haga calor ponerse las calcetas y llenarse los bolsillos
de cantos y si es posible pedernales que notes su afilado corte en la piel, y
si es preciso atar el cincho con una buena tomiza o mejor una maroma, a una
estaca aprisionada por todas las piedras del majano.
Todo lo que mis oídos
han escuchado en estas últimas semanas, mis ojos han leído, todas las muestras
de cariño recibidas superan con creces todo lo que yo me hubiese imaginado,
habéis sido tantos. No hay día que no
reciba elogios y alguna crítica, siempre constructiva.
Agradecer a todos quienes habéis dedicado unas palabras
después de haber leído Los Manuscritos de Teresa Panza. Poner los nombres de
todos sería una labor titánica y seguro que me olvidaré de alguno, pero no
puedo dejar de nombrar a Francisco Javier Fernández Agreda que me puso en
contacto con Fátima Monto y a través de ellos llegó la primera entrevista en
Radio Malón (Argentina), a Paz Risueño y
Participación Rural Viva, a través de ella llegó mi segunda entrevista de radio
en Onda San Clemente a cargo de Rus Catalán y también la presentación de la
novela en la Mancha, en Posada Real de Santa María, que al frente de la misma está el entrañable mesonero
mayor de la Mancha, Julián García, ganador del primer premio a la mejor paella
del mundo en la cuna del arroz, en Sueca. A la Cadena Ser, por la entrevista realizada
para CLM.
Todas las opiniones me han ayudado a confiar, a creer, a
soñar, que la hagan profesores como Manuel Olmeda, José Manuel Parreño y Jaime Flores, y que me
digan lo que me dicen, provocan en mí, que estoy gordo como Sancho Panza, que
me sienta ligero como una pluma y comience a volar…
No quiero soñar, pero no puedo evitarlo, soy muy simple y sé
que soy aquel campesino analfabeto que soñó ser poeta y escritor, pero también
el campesino, el obrero que le hierbe la sangre ante la injusticia, que sabe cuándo
muerde el pan que come, hay gente que no puede comerlo y cuando me acuesto en
mi confortable cama, debo pensar que no debiera dormir tranquilo cuando hay
mucha gente durmiendo al raso y no por el placer de dormir después de hacer el
amor a la orilla de la playa, sino porque les han robado la casa y ahora los
quieren tirar de ella.
Sí, quiero creer que es posible, quiero soñar, pero siempre
con mis abarcas de campesino calzando mis pies, pisando el barro, para si al
despertar resulta que se trata tan solo de una alucinación, saber quién soy,
que no nací de una piedra, sino del vientre de una campesina y de la semilla de
un campesino, que empuñaron hoz y zoqueta en el infierno manchego y se le
helaron las manos de las escarchas del invierno. Que siempre pisaron barro y también soñaron.
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