A medida que caminas intentas imaginar aquel viejo puente
gótico por el cual trotaban hasta caballos con sus jinetes, carretas tiradas
por mulas o bueyes, ahora solo turistas despistados que huyen del sol estival
del mediodía, que buscan la foto del icono que algún despistado todavía llama
casas «colgantes». Cual barbaros del norte arrasaran las
tiendas buscando el «suvenir», que al igual que los locutores de la televisión,
en su estúpida ignorancia, llamaran manchego. No es sobre las tierras de la
Mancha donde se yergue la «Mesopotamia» de Castilla, que es en tierra serrana,
sin que por ello menosprecie a la comarca hermana de la Mancha. Dicen que,
también hubo un día en el que anidaron golondrinas, y que hacían sus nidos
durmiendo con placidez a su sombra, ahora, a no ser que estuvieran sordas...
Ahora, en el invierno, hasta la noche se vestirá de blanco, pero
ya, ni caballos, ni las trepadoras cabras caminaran por el Puente de San Pablo,
dando la espalda a lo que ahora es un lujoso establecimiento hostelero.
Cuenca, siempre Cuenca.
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©Paco Arenas
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