El lío se puede liar, hay paz tensa entre el rojo clavel
y las moradas lilas, pretende mediar el amarillo limón, y entre las dos se
coloca, fácil no lo tiene porque la rosa roja hace valer su mayor tamaño para
imponer su voluntad y dejarse acompañar por el rojo clavel a su lado y las
lilas y violetas al otro, de la mano o en la mano del limón.
La margarita, también amarilla, aspira a ser la estrella, pero se quedó pequeña. El jazmín chino, quiere ser grande como el ciprés, tal vez por ello, se enreda con él y tal vez, algo más, que yo no lo sé.
Los geranios, díscolos y caprichosos son, no se ponen de
acuerdo ni en el color de la flor.
La hierbabuena, la hierbaluisa, la menta y el orégano no
tienen ese problema, lo suyo no es la vistosidad ni mucho menos el presumir de
vestidos coloristas, prefieren con discreción dar aroma al jardín y no
sobresalir, como le ocurre al jazmín o al galán de noche. La cala muestra su
compostura y la buganvilla, que sabe que es la más efímera flor, generosa
multiplica sus encantos.
Presume la manzanilla, que tiene aroma y sabor, y dice,
cual escudero del Lazarillo, de tener muchas propiedades, tal vez en Castilla
La Vieja.
El jazmín espera a junio y la madreselva del vecino,
aprovecha la ocasión para decorar de blanco la divisoria.
Entre la tomatera, el pimiento, la guindilla y el
pimiento de Padrón, que unas veces pica y otras no, hacen su propia guerra,
para ver cuál será más colorado, y es lo que siempre ha habido entre los rojos,
mucha fuerza desperdiciada y más división, razón por la cual todos terminan en
la ensalada o la sartén.
El espliego y el romero prefieren observar y callar, y
cuando claveles, rosas, geranios, lilas y violetas, se marchiten, entonces solo
entonces mostrarán su flor y su aroma, porque al final, no siempre quien calla
otorga y tiene la última palabra.
Paco Arenas
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