Si dejamos que lo oscuro devore el destello leve de la luna,
si apartamos nuestra mirada del
despuntar del alba,
dejándonos cegar,
no por los rayos de sol,
sino por la ceguera
que nos impide ver la silueta incorpórea de la esperanza…
¿qué haremos cuando nuestras lágrimas queden secas?
No se trata, no te equivoques,
de esconder nuestra mirada bajo una capucha gris,
ni de lamentarse,
desperdiciando risas,
sueños,
vida…
Las sombras, son
las sombras,
o como diría un patético gobernante:
«Un vaso es
un vaso y un plato es un plato»
La sombra no
existe sin una luz que la proyecte.
Delante de la sombra siempre está la luz,
detrás,
yo
que no soy de jurar,
te prometo
que está la risa.
Ríe, ríe, amor mío, ríete siempre,
búrlate de las
sombras y sus aledaños,
que solo leer este poema
sea un rompecabezas
ríete siempre,
que el día despunta cada mañana
con
nuevas risas en las miradas
y las
alforjas llenas de esperanza.
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