En la puerta de su casa encontró el nieto llorando a su
abuelo, un anciano de más de noventa años.
—¿Por qué lloras abuelo? —preguntó conmovido el nieto.
—Acabo de escuchar en la radio que se ha muerto el rey… —contestó
afligido el anciano.
El nieto lo miró con cara de sorpresa, más conociendo las
ideas democráticas, y por tanto republicanas de su abuelo. Además de tener
escuchado al mismo de que el rey era un tirano en toda regla, un ladrón y
sinvergüenza.
—Abuelo, no debes llorar por quien no te importa, ni le importabas
a él. Podría ser, que, muriendo el rey viejo, y sabiendo de la preparación del
joven, el pueblo despierte y llegue la República…
—Nada me gustaría más, pues todos sabemos que el mejor rey
el que no existe. Sin embargo, no me fío de los políticos ni de los voceros del
Régimen, aunque el príncipe sea tonto o incapaz, lo pondrán como el más
preparado y capaz de todos los grupos gobernantes de la tierra, y seguiremos
con rey, que siempre será mucho peor que sus antecesores, y lo que es peor,
siendo súbditos babeantes y sumisos.
—Abuelo, no tiene por qué ser sí, el pueblo es culto, y
este rey, puede que sea mejor que el padre..., dicen que está muy preparado
para el cargo…
Fue ahora el viejo quien miro al muchacho con extrañeza y
pesar.
—¿Te das cuenta? Ya te han contaminado los voceros del
Régimen, hablas de la preparación de alguien a quien no conoces siquiera, solo
porque la televisión, los periódicos y las emisoras al sueldo de la mafia, así
lo repiten de manera machacona…
—Pero…
—Mira, soy ya muy viejo. Conocí al tatarabuelo, peor ser,
creía yo y las gentes de bien, imposible. Lo tiramos por ladrón, seguro de que
nos libraríamos de su estirpe para siempre. Un golpe militar lo restauró. A su
tatarabuelo le sucedió su bisabuelo, fue peor todavía, hasta el punto que la
gente terminó tirándolo también. Entonces babeantes militares dieron un golpe de
Estado, y tras domesticar como borricos, los militares se saltaron a su padre,
que no era bueno. Su padre, todavía peor, si no más inteligente, mejor
aconsejado; pero, tan malo como sus antecesores, con sus mismos vicios y
defectos, hizo tanto o más mal que los anteriores. Así, que por eso lloro, por
eso. Porque a mis años he visto que a un rey malo le sucede otro que lo hace
santo…
—¡Ay abuelo! Cuánta razón tienes…
—Por cierto, ¿dónde están los demás?
—Durmiendo —contesta el viejo.
—En estos tiempos de inopia, yo ya soy muy viejo para despertar a los dormidos...
©Paco
Arenas
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