(A todas las víctimas de la Reforma Laboral, todavía
vigente)
Cierro los ojos,
con fuerza,
intento dormir,
y toda mi vida,
también la tuya,
pasa frente a ellos en la oscuridad de la noche.
Abres tus ojos,
Y yo lo intuyo,
te miro.
—¿Estás despierto?
—Sí, la culpa es del colchón.
No me atrevo a decirte,
que no podré alcanzar la estrella,
que nuestra casa,
de sólidos cimientos,
un buitre la amenaza.
—Compraremos uno nuevo…
Guardo silencio.
—Duerme.
Me dices dejando un beso en mis labios.
—No puedo, estoy desvelado.
Rechazo tus besos de consuelo,
que tú no sabes que son tales,
hasta que mis lágrimas,
saladas como el mar,
dicen lo que mis
ojos callan.
Los cementerios están llenos
de hombres desvelados.
El viento grita sus nombres,
uno a uno…
©Paco Arenas
Autor de Magdalenas sin azúcar (ya por la 4ª edición
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