Pocos cuadros como este del pintor francés Marcel Nino Pajot representan mejor lo que es España |
𝓢𝓸𝓵𝓸 𝓵𝓸𝓼 𝓹𝓪𝔂𝓪𝓼𝓸𝓼 𝔂 𝓵𝓸𝓼 𝓵𝓸𝓬𝓸𝓼 𝓱𝓪𝓫𝓵𝓪𝓷
Saturno devora a sus hijos,
sin remordimientos,
con cerveza y mejor vino.
Ejerce su libertad
sin escuchar a la madre que los
parió
a la sombra de un almendro en
flor,
como buen padre, los ama,
es un buen patriota.
El diablo da vueltas a la noria
echando espuma de cerveza por la
boca,
lleva el látigo en la mano
y como aquellos viejos tiranos
atiza al españolito desnudo
que se alimenta en pesebre vacío,
tragando hiel y sal a falta de
grano
sin resolver su enigma suicida,
pero callado y agradeciendo tener
amo.
España tierra pisoteada
por pezuñas de caballos
sin herrar,
que algunos llaman «mercados».
Mecenas de misa y rosario diario,
que en nombre de la Patria
despojan y escarnecen sus
entrañas
sin dejar que crezcan espigas y
amapolas
donde antes hubo miradas
libertarias.
España, donde la verdad impuesta
por Saturno,
jamás vomitará a sus hijos que tragó
sin llegar a digerirlos.
Don Quijote, ese loco payaso,
se enfrenta a los gigantes
con jumento escuálido,
incapaz de deshacer el entuerto
de una España adormecida
que sufre y calla, cuando no
aplaude
a quien le roba el alma.
Sancho, ese loco pensante,
trabajador y borracho, «quijotea»
sin huir ante la avalancha que se
le viene encima,
y con una desnuda piedra, lucha.
Siempre supo que los tiranos
ganarían la batalla.
Resiste, lucha y no calla,
no es cuestión de valentía
sino de llenar la cesta vacía.
El diablo, vestido de patriota,
tapa sus vergüenzas con hermosas
palabras:
España, Libertad, Justicia, Constitución…
Sin embargo,
tiene el mismo látigo de los
tiranos de antaño.
Don Quijote lo sabe y lucha,
Sancho lo sufre y escupe a la tierra que
maltrata a sus hijos,
mientras todos callan.
España ¡Qué pena!
Siempre la misma historia,
Siempre la boca callada, como
siempre.
Solo los payasos hablan
y sin perder la sonrisa
gritan las verdades del barquero
en el desierto de los locos.
Los locos cabalgan sobre
escuálidos jumentos
enfrentándose a gigantes,
saben que tienen la batalla
perdida,
el alma y la bandera hecha jirones,
y necesitan darla, sin rendirse.
La libertad no puede ahogarse
en una caña de amarga cerveza.
Sancho y don Quijote,
como tantos otros
payasos ilusos,
nunca callan
y ante la perdida batalla,
no se resignan a darse por
vencidos.
Si han de morir de todos modos,
prefieren reír a llorar,
ser semilla de amapola,
que estiércol en el penal.
Solo los payasos hablan
tras la sonrisa pintada
que esconde la tragedia hispana.
Los ilusos y soñadores,
con la piel hecha jirones por
bandera,
no pierden la esperanza.
Los locos y los borrachos dicen
la verdad...
¿Y los poetas?
Solo si están locos o borrachos,
de lo contrario,
callan como si fuera viernes de
cuaresma.
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