Juli es tan dulce como el acento del trópico, su
maullido es leve y humilde cuando llega a las siete de la mañana hasta
nuestra cama. No sube hasta que le tiendes la mano, es prudente como si
entendiese que, si salta sobre nosotros y nos despierta de golpe, nos puede
llegar a asustar. Por eso, maúlla dos veces, tan sumisa y callada que
cuesta escucharla.
Si no
despertamos, se sienta y espera un rato, como un gato de yeso, hasta que ve que comenzamos a
movernos, entonces, de nuevo, lanza el maullido exacto, sin estridencias dos veces.
Le extiendo la mano y se acerca buscando la caricia,
en el momento que le toco la cabeza salta sobre la cama y se coloca entre los
dos. Busca ponerse cerca de nuestras caras, lamer nuestros rostros con su áspera
lengua, no comprende que podamos despreciar sus besos matutinos. Con un
leve empujón la colocamos por debajo de nuestras cintura, y ahí se queda buscando con su cabeza nuestras caricias, cuando las consigue ronronea suavemente de placer, se tiende boca arriba espatarrada, reniega cuando dejamos nuestra mano en reposo y de nuevo intenta que prosigamos. Maúlla y salta de la cama contenta cuando ve que me voy a levantar.
De un salto se coloca junto a mis zapatillas, comienza lo que para ella es un juego con los cordones, mis pies y mis manos. Juego que solo termina cuando me pongo de pie y me voy al baño, que pasa y sale al momento que escucha el ruido del agua, solo entra cuando ve que me estoy lavando los dientes; aunque, por si acaso se queda en la puerta, teme al agua, y no es que no le guste estar aseada y pulcra, que gran parte del día se dedica a ello, y a acicalarse, como adolescente que es. Cuando ve que voy a salir del baño, espera junto la puerta de la habitación a que salga, sino salgo, maúlla de nuevo exigiendo su desayuno. En ocasiones creo que solo me quiere por el interés.
De un salto se coloca junto a mis zapatillas, comienza lo que para ella es un juego con los cordones, mis pies y mis manos. Juego que solo termina cuando me pongo de pie y me voy al baño, que pasa y sale al momento que escucha el ruido del agua, solo entra cuando ve que me estoy lavando los dientes; aunque, por si acaso se queda en la puerta, teme al agua, y no es que no le guste estar aseada y pulcra, que gran parte del día se dedica a ello, y a acicalarse, como adolescente que es. Cuando ve que voy a salir del baño, espera junto la puerta de la habitación a que salga, sino salgo, maúlla de nuevo exigiendo su desayuno. En ocasiones creo que solo me quiere por el interés.
Dando saltos avanza escaleras abajo, o escaleras
arriba si me demoro. Cuando llego al comedero, su hermana Luna y su hermano
Simba se desperezan y se enredan entre mis piernas mientras les reparto la
comida en los cuencos, y ella maúlla como diciendo:
- Aquí tenéis es desayuno, menos mal que he ido a buscarlo, perezosos.
©Paco Arenas
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