(Escrito
hace un año, se hubiese perdido de no ser porque Facebook me recuerda que lo
escribí, cosas curiosas, entonces desapareció y ahora me recuerda que lo escribí, y que además lo leyó mucha gente)
Esta mañana, unos minutos antes de las cinco, cuando
todavía los funcionarios del ayuntamiento no habían comenzado a poner las
calles, y los primeros viandantes caminaban por las aceras arrimados a las
paredes para no caer al abismo de la desesperanza, que supone la eterna queja
de protestar contra las autoridades municipales por no poner barandillas en los
bordillos de las aceras...
—Esto con Rita no pasaba… —se queja un borracho que ha
tenido que sujetarse a una farola para no caer al abismo.
Al borracho lo han terminado salvando dos jóvenes postuniversitarios
que iban a trabajar gratis para una gran empresa con la esperanza de que, una
vez terminada la explotación sin renumerar, al menos los contratasen en
precario, cuatro horas al día. También les ha echado la mano un albañil que
pasaba por allí, y que, tras reconocer al borracho, ha dicho:
—No se perdería nada si cayese, es un político
corrupto.
—¡Callar ya! Tanto escándalo a estas horas de la
mañana. Que todavía están las calles sin poner —ha gritado una anciana desde la
ventana de su casa, quebrantando con sus gritos el murmullo de universitarios y
albañil, roto por las arcadas de vómitos del político borracho al fondo del
abismo, que a saber sobre qué desgraciado auto caerían una vez estuviesen
puestas las calles. Los becarios y el albañil, señalan al antiguo concejal de
obras públicas, pues ese era su antiguo cargo.
—Ese borracho, a dormir la mona. Quien no sirve para
madrugar que se acueste temprano —grita de nuevo la anciana.
—Esto con Rita, no pasaba. Rita no hubiese permitido
que una vieja loca insultase a un honorable concejal de su ayuntamiento —. A su
vez grita el concejal después de la última vomitona, dirigiéndose a la anciana.
—No perdemos nada, no perdemos nada —se lamenta el
albañil mirando el reloj del celular.
—No perdemos nada —asiente uno de los estudiantes.
—Claro, claro…, normal. Vosotros, llegáis tarde a
trabajar…—dice la anciana desde la ventana —. Que se vaya con Rita.
Sientan al antiguo concejal en un banco de la acera,
el albañil le remuerde la conciencia y duda si atarlo con una lienza del tiralíneas
para evitar lo que piensa que va a pasar. Piensa:
—Este cabrón es capaz de buscarme las cosquillas
después de salvarlo de caer al abismo.
No habían doblado la esquina los estudiantes y el
albañil, cuando el concejal le da un nuevo espasmo de nauseas etílicas y de
nuevo comienza a vomitar el buen vino bebido. No habiendo quien lo sujete, cae
al abismo. La anciana, que está todavía en la ventana, lo despide con la mano:
—Recuerdos a Rita.
La penumbra
de la habitación se rompe de repente, la enfermera entra en la habitación y
enciende la luz del recibidor sin contemplaciones para cambiar el gotero.
Despierto todavía con el grito del concejal en mis adormilados oídos. Había
sido un sueño, una extraña pesadilla hospitalaria. La entrada de la enfermera
interrumpe mi duermevela, me quedó sin saber que le ocurrió al concejal
corrupto y si al fin se reunió con Rita.
Me incorporo por educación y decoro, mientras maniobra la enfermera. Se
despide y miro la hora en el celular. Decido entrar en Facebook, miro una
fotografía de un campesino labrando con un par de mulas. Entonces pensé en mi
padre, con su eterna sonrisa, y escribí un largo texto, lleno de ternura y
añoranza. De nuevo, a pesar de estar escribiendo, me quedo traspuesto.
Y por culpa de los funcionarios del ayuntamiento que
se habían demorado en poner las calles. Por culpa de los ciudadanos que no
habían protestado por la ausencia de barandillas en las aceras que les librarse
de la desesperación de las nuevas tecnologías, el concejal y otros ciudadanos
se caían al abismo, lo contemplo desde el interior de la puerta de mis
entornados párpados. Tal vez continuó escribiendo, al menos sueño
que estoy escribiendo…
Cuando la emoción del recuerdo de Fermín Martínez (Fermín
Arenas) me llenaba de emoción el corazón, me sale un letrero diciendo:
Facebook dejó de funcionar.
Y todas las palabras que había derramado en la
pantalla desaparecieron cayendo por el abismo de la desesperación, por culpa de
los funcionarios del ayuntamiento que se retrasaron en poner las calles, por
culpa de nosotros por no pedir barandillas en los bordillos de las aceras.
Protesté con contundencia en la ventanilla única del
ayuntamiento. La cual era atendida por una vetusta funcionaría con un pin de
Falange en el pecho, que transmitía una imagen en blanco y negro de los años
cincuenta. La cual, muy digna contestó:
—Esto con Franco no pasaba.
Fui a protestar, por el retraso en poner las calles
por parte de los funcionarios municipales, por la ausencia de barandillas en
los bordillos de la acera, porque se me hubiese borrado mi entrañable texto
dedicado a mi padre, porque Facebook dejase de funcionar. La funcionaria me miró con gesto displicente,
casi con desprecio.
—Esto con Franco no pasaba.
—¿Y a mí que me importa lo que pasaba con Franco?
—Pues debería importarle, más escribiendo lo que
escribe, y lo que es peor lo que piensa. Con el Caudillo hubiese ido
directamente a la cárcel, Por haber escrito lo que ha escrito sobre su Majestad
y su primer ministro. Le hubiésemos fusilado directamente por pensar lo que estaba
pensando anoche a las diez y media. Tiene suerte, mucha suerte. Ahora con la
ley de seguridad ciudadana, que los rojos llamáis mordaza, le hemos borrado lo
escrito, la próxima vez resucitaremos al Caudillo para que firme su sentencia.
—Si yo sólo quería hablar de mi padre...
—Es la excusa que ponéis todos —comenzó a tutearme —habláis
de vuestro padre, de las historias que os contaban, que, si Alfonso XIII fue un
ladrón, un putero y un sinvergüenza. Y termináis hablando de su hijo, que se
ofreció a Franco para venir a matar españoles. Después, no sé cómo os la apañáis,
recordáis al nieto de Alfonso XIII, y actual rey emérito y por último
terminaría usted metiéndose con el actual rey, lo cual está penado con cuatro
años de cárcel por lesa Majestad..., le hemos hecho un gran favor, no se olvide
agradecer mis servicios en la hoja de reclamaciones…
Diréis que
fue una pesadilla, pero allí estaba el padre ideológico del PP, levantando la
losa del Valle de los Caídos, dando orden es de encarcelar a todo aquel que se
plantee negarle el derecho a tapar la boca de todos con un bozal.
Así que resignado salí de las dependencias municipales
procurando arrimarme a la pared, porque; aunque, estaban ya puestas las calles,
eran peligrosas. El gran hermano podía escuchar tus pensamientos, y tú ir a la
cárcel. Igual que aquel que se le ocurrió hacer un chiste en Facebook sobre
bombardear la tumba de quien designó con su dictatorial dedo al rey de los
españoles de arriba, o aquella muchacha de Murcia que se le ocurrió hacer
chistes sobre un torturador astronauta…
Sentí miedo, hasta de pensar, el Gran hermano estaba
allí, de la mano del primer ministro, del nieto de aquel que el dedo siniestro
del dictador señaló como su sucesor, y que los sumisos vasallos aceptaron,
porque tenían miedo a caminar por la calle, a caminar por las aceras sin
barandillas que los protegiesen de caer en el abismo de la esperanza y de los
sueños por cumplir.
Dos horas después del bloqueo del celular y empeñado
en caminar por las calles de la libertad, sin barandillas que me protegían del
vértigo que supone ser libre, comencé a caminar por el mismo bordillo.
A todo esto, yo sólo quería hablar de mi padre.
Mañana, cuando pillé desprevenido al Gran hermano.
Menuda pesadilla, que terminó a las siete de la mañana
cuando una voz dijo por los altavoces:
—¡Por favor, pongan los termómetros a los enfermos!
Me lo puse yo antes de ponérselo al enfermo, cuarenta
de fiebre y subiendo…
©Paco Arenas
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