lunes, 22 de febrero de 2021

Reseña de Magdalenas sin azúcar, a cargo del escritor Jordi Hortelano

 

He querido iniciar esta reseña con los versos que escribiera Miguel Hernández, sustituyendo la palabra ruiseñores por la de jilguerillos, porque considero que parecen escritos para esta novela. Tal es la sensibilidad de la misma y de igual intensidad son las letras que la forman.

"Magdalenas sin azúcar" es una de las historias más bonitas que he leído en toda mi vida. Una historia de amor al amor. Al conyugal, al que se siente hacia la tierra y hacia sus raíces, a la libertad y a la justicia y al paterno-filial. Al amor en definitiva y a todas sus consecuencias.

Inicia, Paco Arenas, su maravillosa historia, desde la portada, no por la imagen de la misma, sino por el título. El nombre de la novela llama la atención, la primera vez que se ve, porque se intuye una intención detrás que apetece descubrir. A medida que vas avanzando en la lectura, sigues pensando en el porqué de ese título, al menos a mí me pasó, hasta que llegas a las páginas en las que se desvela la solución y lo adoras como presentías que lo harías. "Magdalenas sin azúcar" es, a mi criterio, uno de los mejores nombres que se le ha puesto a una novela por la bellísima metáfora que representa. El capítulo en el que se habla de ello es para mí soberbio.

No se queda atrás el inicio de la misma, en el que el autor nos despierta la inquietud con una pregunta hecha por un personaje. Me parece conveniente apuntar que si la expongo en esta reseña es porque no solo es la que usa el escritor, en las primeras páginas, para abrirnos el apetito lector, sino porque también la añade en letras destacadas en la contraportada de la novela. Entiendo, por tanto, que ese es el reclamo elegido por él y mi pretensión es hacerle justicia.

¿Quién llevará flores a los muertos, si están bajo las aguas del pantano?

Con esa pregunta y otro brillante símil referente a un jilguero te prepara el creador de esta bellísima historia para un viaje emocional a través de la memoria, de la angustia, del horror, del miedo y de la esperanza. Contiene la obra ingredientes suficientes como para removerle al lector las entrañas y hacerle latir el corazón a un ritmo superior al habitual. Sorprende, yo al menos no lo esperaba, la ternura y sensibilidad con la que narra Paco algunos tramos, el erotismo en algunas otras y la delicadeza sensitiva con la que cubre algunas más. Pero si he de destacar algo, profundamente emocionado, es la inusitada fuerza de sus personajes. Felipe (El jilguero) y María se han convertido en habitantes indelebles de mi mundo literario. Es una de las parejas más bonitas que he conocido en mi trayectoria como lector. Y Clara, la inolvidable Clara, se fue metiendo en mí como si de una transfusión se tratara.

He de decir que la presentación de este personaje es de las mejores que he leído. Su manera de irrumpir en la historia y su crecimiento durante la narración es abrumador.

He tenido que esperar casi una semana para escribir esta reseña porque la fuerza con la que habitan en mí dichos personajes y los que los acompañan en la narración no me permitían concebir que se había acabado la novela.

Quisiera destacar, además de la historia y la brutal creación de los personajes, la segunda piel de esta narración. Las víctimas vivas de la guerra. Los cadáveres en vida que deja y esa impotencia tan bien reflejada por Paco Arenas que produce cualquier conflicto bélico. Y si es entre hermanos más. El paralelismo empleado por el escritor entre sus personajes y la historia de España es también digno de mención y sería engañarme a mí mismo si no dijera que he sentido la rabia y la impotencia que quería transmitirme en la narración de algunas escenas.

En lo que respecta al clima y escenario, he de apuntar que el autor ya me tenía ganado de inicio porque mi mitad manchega ha disfrutado como pocas veces con la lectura. Recuperando palabras y escenarios que han formado parte de la etapa más feliz de mi vida. La historia nace y vive en un pueblo de Cuenca. Allí donde sigue viviendo una parte muy importante de mi infancia y adolescencia.

También le agradezco la poesía que incluye y la manera tan importante en la que lo hace. Hace que sienta ciertos acontecimientos más dentro de mí.

Para finalizar quisiera definir esta novela de Paco Arenas con un símil gastronómico, sin pretender compararlo con el que usa él en el título. Para mí esta inolvidable historia es, además de magdalenas sin azúcar, como un zarajo (ver foto). Para aquel que no lo sepa, un zarajo es un aperitivo típico conquense que consiste en enrollar en un sarmiento intestinos de cordero lechal, tras marinarlos, para asarlos o freírlos hasta que queden dorados. Y eso es lo que es para mí esta historia rotundamente humana, los intestinos de las víctimas vivas de guerras que nunca acaban, enrollados alrededor de un sarmiento que es la esperanza.

Gracias, Paco, por esta historia que ya forma parte de mí para siempre.

 Jordi Hortelano, escritor, autor de la divertida novela El Sheriff: La historia de un lugar al oeste de ninguna parte que puedes adquiri AQUÍ


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