Las penalidades de la mano izquierda de Cervantes, por decirlo de algún modo
Los derechos de autor que habría cobrado Cervantes de las
ventas de «El Quijote» le habrían dado para vivir cientos de vidas con todo
tipo de lujos, pero vivió y murió pobre, y a pesar de todo agradecido.
Cervantes conoció la pobreza en sus carnes. las deudas le
acuciaron desde el momento en el que no fue útil para el rey al que había
servido. Su cautiverio en Argel, del cual me permití licencias en mi novela
«Los manuscritos de Teresa Panza», refiriéndose a Sancho Panza, hijo:
«Nos contó maese Miguel que el rey no quería tullidos en sus
ejércitos, ni agradecía la entrega en el combate. Ni de la vida, que la
consideraba un deber de todo soldado, ni mucho menos de una pierna, una mano o
un brazo. Algunos capitanes eran ruines a la hora de reconocer que sin esa
sangre derramada, esos muertos, esas piernas, brazos, manos o pies, ellos nunca
hubiesen llegado a grandes capitanes ni tan siquiera a albarderos y que, a
muchos de esos grandes capitanes, siendo bastardos, les eran reconocidos
honores que a legítimos hijos de Castilla se les negaba. Esto a maese Miguel le
hacía hervir la sangre. Hablaba de sus años de cautiverio en Argel, de sus
intentos de fuga, de cómo su madre Leonor Cortina, que ese nos dijo que era el
nombre de su madre, para asombro mío, revolvió Roma con Santiago para conseguir
los dineros del rescate, sin que ni reyes ni capitanes hiciesen nada por
ayudarles».
El no recibir soldada, y el tiempo de cautiverio en Argel,
junto a su hermano Rodrigo, aumentó las deudas familiares. Siendo su madre,
Leonor Cortina y sus hermanas, quienes lograron el dinero del rescate, «con sus
armas de mujer», y que entregaron para su liberación, como atestigua este
documento tan interesante como desconocido del Archivo Histórico Nacional de
Madrid. Libro de Códices I, página 154, bajo la mención «Redención de
Cautivos,» signatura 120B, folio 32:
«Después de lo suso dicho en la dicha villa de
Madrid a treynta e un días del mes de julio del dicho año en presencia de mí el
dicho escrivano y testigos de yuso escriptos resçibieron los dichos padres fray
Juan Gil y fray Antón de la Bella trezientos ducados de a onze reales cada
ducado que suman ciento y doze mill y quinientos maravedís. Los dozientos y
çinquenta de mano de doña Leonor de Cortinas biuda muger que fue de Rodrigo de
Cervantes y los çinquenta ducados de doña Andrea de Cervantes, vecinas de
Alcalá estantes en esta corte, para ayuda del rescate de Miguel de Cervantes
vecino de la dicha villa, hijo y hermano de las suso dichas que esta captivo en
Argel en poder de Alí Maní capiptán de bageles de la armada del Rey de Argel,
que es de hedad de treynta e tres años, manco de la / mano yzquierda y de ellos
otorgaron dos obligaciones y cartas de pago y recibo de los dichos maravedis
ante my el dicho escrivano siendo testigos Juan de Quadros y Juan de la Peña…» Fuente:
Anales cervantinos. CSIC.
Ni los cautivos ni los tullidos interesaban en la Corte. La
mayoría de quienes regresaban a España, casi todos campesinos, no podían
reincorporarse al duro trabajo del campo, ni pordiosear en sus aldeas, debían
irse a las grandes urbes. Las calles de toda España estaban llenas de antiguos
soldados tullidos. Cervantes tenía amistades y conocimientos, lo que no le
evitó las deudas y el hambre. Llegando a vivir en lo que hoy de manera
peyorativa se llama un «pisopatera», con su esposa, madre, hermanas y el
matrimonio formado por Juana Gaitán y Diego de Hondaro, que fue quien lo colocó
como recaudador de alcabalas, que le llevó a la cueva de Medrano en
Argamasilla. Por suerte, en ese piso de Madrid, había pocos chiquillos, porque,
al parecer, Juana Gaitán al igual que su amiga, a lo que parece, era estéril,
como su amiga Catalina de Salazar, la mujer de Cervantes, y no había tenido
sucesión de Diego de Hondaro, aunque ambos, Cervantes y Diego tenían cada uno
por su lado.
Su encarcelamiento en Sevilla y Argamasilla de Alba, fue a
consecuencia de esas penalidades, de esas deudas. De haber sido un autor de
éxito teatral, no habría pasado apuros económicos. Pero claro, dicen que el
hambre agudiza el ingenio y eso no le faltaba a Miguel de Cervantes. No
obstante, ni siquiera el éxito de la primera parte de "El Quijote",
lo hizo rico. Menos la segunda, que, en mi opinión, sobrepasa a la primera
parte. Vivió pobre y murió aún más pobre. Su esperanza la puso en su novela póstuma:
«Los trabajos de Persiles», murió ignorando que de su ingenio salió una obra
maestra de la literatura universal, y no fue precisamente su obra póstuma.
Otro día hablaremos de las hijas de Miguel de Cervantes.
©Paco Arenas, autor de las novelas quijotescas: «Los
manuscritos de Teresa Panza» y «Águeda y el secreto de su mano zurda»
Obra: Miguel de Cervantes (1547-1616). "Últimas
voluntades", óleo de Antonio Muñoz Degrain, año 1916. Biblioteca Nacional
de Madrid.
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