Fueron muy pocos los años que pude disfrutar de la presencia de mi padre, un campesino castellano que luchó por la libertad primero y soñó con ella después. Nunca se rindió ni se conformó, muchas veces pensó en huir fuera a otro país donde lloviese, pero él era hijo de la tierra, de una tierra seca, no solo en el sentido metafórico, sino real, La Mancha.
Tenía sus raíces muy profundas y sus sueños de libertad inmensos. Nunca perdió la sonrisa de sus ojos y hasta el último momento mantuvo que no había nada tan serio que no pudiese ser dicho con una sonrisa. Sus ansias de lluvia eran paralelas a sus ansias de libertad, el día de su muerte, un seis de septiembre fue enterrado en medio de un inmenso aguacero. Sólo le conocí durante siete años y sin embargo nunca ha dejado de acompañarme, nunca he dejado de emocionarme al recordarlo.
Tenía sus raíces muy profundas y sus sueños de libertad inmensos. Nunca perdió la sonrisa de sus ojos y hasta el último momento mantuvo que no había nada tan serio que no pudiese ser dicho con una sonrisa. Sus ansias de lluvia eran paralelas a sus ansias de libertad, el día de su muerte, un seis de septiembre fue enterrado en medio de un inmenso aguacero. Sólo le conocí durante siete años y sin embargo nunca ha dejado de acompañarme, nunca he dejado de emocionarme al recordarlo.
Así desciende
calle abajo por la Divina Pastora,
con su gorra ajustada,
recitando juramentos
y algún poema de guerra.
¡Mal rayo le parta
a este cielo sin nubes,
a esta tierra seca!
Están prohibidas las maldiciones,
Vaya a ser que te escuchen
las piedras
manchadas de sangre.
No puede evitar
apaciguar sus sofocos
con un plato de ilusiones rotas,
de libertad prisionera.
El cigarro en sus labios,
masculla, más que masca,
la escarcha de la mañana,
mientras fuma un sueño imaginario
de lluvias, compañeras de explosivas nubes
que inundasen el Majano…
de libertad.
No, no quiero dormir
en la cama,
si no llueve.
Cantaría si lloviese,
gritaría si pudiese.
Tiene que llover, tiene que llover,
A cantaros…
Libertad.
Murió el campesino,
sin ver la lluvia caer.
Lo llevan camino del camposanto,
con la tierra empapada
Y las abarcas llenas de barro,
Triste seis de septiembre,
en aquel pueblo de Pinarejo.
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