No debería tener dudas,
ni olvidar las cohabitaciones cómplices,
de quien se lamenta con los brazos abiertos,
implorando al cielo,
bajo una higuera seca.
Pide a Dios, en vano,
lo que no tiene el valor
de conquistar con su mano.
Bastaría,
no me cabe duda,
cerrar su puño
y descargar su furia contra la mesa...
o, simplemente,
sí, mejor, salir de la vana sombra
y ponerse a caminar.
—Lázaro, levántate y anda.
Dijo Jesús.
y la tierra tembló,
cuando Lázaro comenzó a caminar...
©Paco Arenas
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