Tras cada derrota,
a ras del suelo caminan mis pies,
pisando el alquitrán,
que parece atrapar mis piernas cansadas
con el sol oscilando amenazante sobre mi cabeza,
quemando mis sueños, una y otra vez,
hasta transfórmalos en ceniza negruzca.
No tiene la delicadeza de dejar ascuas candentes
con las que encender otra hoguera,
con las que levantar llamas,
y hacer volar las pavesas de los sueños.
Camino encorvado,
Sin levantar la vista,
Que los sueños, sueños son,
y aunque alimentan el alma,
no calman el hambre del hambriento,
ni apagan la sed del sediento.
Sin embargo,
el poeta, el de verdad,
escribe con sangre y lágrimas
los malos versos, que nadie lee,
que no tienen precio,
tampoco aprecio.
Sangre y lágrimas
corren como ríos de
lava
incandescente,
atraviesan el frío asfalto
y encuentran el barro,
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