jueves, 6 de octubre de 2016

Dodotis para el dolor de muelas (Cosas de Benicalap)

 Los más  jóvenes no recordarán que donde ahora hay una frutería, en la esquina Periodista Gil Sumbiela, esquina con Poeta Serrano Clavero,  se ubicó la Farmacia Gómez, que ahora se encuentra en el número 24 de la calle Poeta Serrano Clavero. En aquella botica, junto con el dueño había un hombre muy entrañable y atento, bastante alto y delgado, que bien podría haber actuado de don Quijote. Era un hombre muy sabio, un auténtico boticario de los de antaño, de aquellos que parecían saber todas las propiedades de los medicamentos, de memoria los prospectos, con contra-indicaciones, calidades y cualidades. No recuerdo el nombre.
Hoy, curiosamente he ido al dentista, confirmándose mi temor pretérito para ponerme en las manos de un sacamuelas. De eso se trataba, de sacarme una muela, tarea que parecía imposible y que solo le ha faltado utilizar una maceta y un escapre para sacarla, porque para mí que el martillo neumático sí lo ha usado.
—Nunca me había costado sacar una muela tanto en toda mi vida —ha confesado después de cobrarme, que creo que no tenía mucha seguridad de hacerlo.



Si, ya no estaba yo convencido para ir, desde hoy mucho menos. Creo que me dolerán las dos horas que ha tardado, y no exagero,  que lo que me ha cobrado. Durante varias horas no he podido ni hablar, ni lo que es peor, comer. No menos me fastidiaba el no poder hablar mañana en la presentación de Los manuscritos de Teresa Panza.








Me he ido por los cerros de Úbeda la llana. A lo que iba: estando en aquella farmacia esperando para comprar unas tiritas, le tocó el turno al hijo de un pequeño comerciante que había también en Serrano Clavero, entonces un crío de unos diez años, hoy un hombre casado y con hijos que se acerca a los cuarenta.
—Me ha dicho mi padre que me de dodotis —dijo el chiquillo.
Decir que entonces los pañales se vendían en las farmacias.
— ¿De qué tamaño?—Le preguntó el servicial boticario.
—No lo sé, son para mi padre —respondió el chiquillo.
—Al menos ya sabemos que son para un adulto, aunque también hay tallas…, pesará uno noventa kilos, tamaño extra grande, supongo —comenzó a razonar el farmacéutico.
Yo conocía al chiquillo, conocía al padre, y me extraño que mi amigo, necesitase pañales. Entonces le pregunté al chiquillo.
— ¿Pero tu padre para que necesita dodotis?
—Para el dolor de muelas. Está que rabia.
No es preciso decir, que lo que su padre le había encargado era Nolotil, para el dolor de muelas, y no pañales Dodotis.


©Paco Arenas 

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