Los más jóvenes no recordarán que donde ahora hay una
frutería, en la esquina Periodista Gil Sumbiela, esquina con Poeta Serrano
Clavero, se ubicó la Farmacia Gómez, que
ahora se encuentra en el número 24 de la calle Poeta Serrano Clavero. En
aquella botica, junto con el dueño había un hombre muy entrañable y atento,
bastante alto y delgado, que bien podría haber actuado de don Quijote. Era un
hombre muy sabio, un auténtico boticario de los de antaño, de aquellos que parecían
saber todas las propiedades de los medicamentos, de memoria los prospectos, con
contra-indicaciones, calidades y cualidades. No recuerdo el nombre.
Hoy, curiosamente he ido al
dentista, confirmándose mi temor pretérito para ponerme en las manos de un
sacamuelas. De eso se trataba, de sacarme una muela, tarea que parecía
imposible y que solo le ha faltado utilizar una maceta y un escapre para
sacarla, porque para mí que el martillo neumático sí lo ha usado.
—Nunca me había costado sacar una
muela tanto en toda mi vida —ha confesado después de cobrarme, que creo que no
tenía mucha seguridad de hacerlo.
Si, ya no estaba yo convencido
para ir, desde hoy mucho menos. Creo que me dolerán las dos horas que ha
tardado, y no exagero, que lo que me ha
cobrado. Durante varias horas no he podido ni hablar, ni lo que es peor, comer.
No menos me fastidiaba el no poder hablar mañana en la presentación de Los
manuscritos de Teresa Panza.
Me he ido por los cerros de Úbeda
la llana. A lo que iba: estando en aquella farmacia esperando para comprar unas
tiritas, le tocó el turno al hijo de un pequeño comerciante que había también
en Serrano Clavero, entonces un crío de unos diez años, hoy un hombre casado y
con hijos que se acerca a los cuarenta.
—Me ha dicho mi padre que me de
dodotis —dijo el chiquillo.
Decir que entonces los pañales se
vendían en las farmacias.
— ¿De qué tamaño?—Le preguntó el
servicial boticario.
—No lo sé, son para mi padre —respondió
el chiquillo.
—Al menos ya sabemos que son para
un adulto, aunque también hay tallas…, pesará uno noventa kilos, tamaño extra
grande, supongo —comenzó a razonar el farmacéutico.
Yo conocía al chiquillo, conocía
al padre, y me extraño que mi amigo, necesitase pañales. Entonces le pregunté
al chiquillo.
— ¿Pero tu padre para que
necesita dodotis?
—Para el dolor de muelas. Está que
rabia.
No es preciso decir, que lo que su
padre le había encargado era Nolotil, para el dolor de muelas, y no pañales
Dodotis.
©Paco Arenas
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