La luna llena brilla
con todo su esplendor en el cielo, no son necesarias más luces para que la
hermana mayor comience a leer un cuento a sus dos hermanos pequeños, que bien
arropados le escuchan con los ojos abiertos como platos...
La luna se va, la
oscuridad lo llena todo, apenas se adivinan las formas de los muebles y la
figura la niña que continúa leyendo con total naturalidad, a pesar de ser la
oscuridad absoluta, la niña es ciega; sin embargo, tiene una imaginación
desbordante que le hace ver lo que la mayoría no ve y sufre:
Cuentan que hubo un tiempo en un país muy lejano, muy, muy
muy lejano, que, tras la muerte de un sanguinario lobo, que mataba a los
corderos, no por comer, sino por el placer de matar, porque no le gustaba el
color de su lana o porque se resistían a ser borregos. A este sanguinario lobo
—que de tan malo que era la naturaleza le negó la gracia de tener hijos,
debiendo robarlos para así decir que los tenía —le sucedió otro lobo joven,
nieto de un viejo lobo tirano, ladrón, caprichoso, y pervertido introductor de
la pornografía en el rebaño, y que un día los el rebaño lo echó de sus
posesiones haciéndose dueño de su destino. Este nuevo lobo, nombrado su heredero
por el sanguinario lobo anterior, para evitar ser destronado por los corderos
fingió ayudar al rebaño a romper sus cadenas y acabar con la dictadura de los
lobos sobre los corderos. Por aquellos
lejanos tiempos el rebaño andaba ya bastante alterado y podría rebelarse y
acabar con la dictadura de los lobos con poco que se lo propusiera.
El nuevo rey de los
lobos convocó al Consejo de lobos y buitres y entre ambos grupos acordaron
llegar a un acuerdo con el Consejo del rebaño:
El monte funcionaría como una democracia, eso sí, el poder lo
ejercerían los lobos, el rey sería un lobo, con cara amable, pero lobo, al fin
y al cabo, el poder legislativo y económico lo administrarían los buitres y
podrían llegar a ejercerlo los corderos que acatasen unas normas impuestas por
los Consejos de lobos y buitres. Dichas
normas fueron ofrecidas al Consejo del Rebaño, con la condición de cambiar todo
lo externo para que nada cambie realmente, los lobos y los buitres tenían que
comer, a ese acuerdo le llamaron “Constitución”,
según la cual el rey lobo hiciese lo que hiciese no podía ser juzgado por
ningún tribunal, su figura era inviolable, robase, matase o violase las
corderas que le apeteciese. Al resto de los lobos y a los buitres les dieron
también un estatus especial, al que llamaron “aforamiento”, y que evitaba que fuesen los desmanes que hiciesen,
sobre todo en forma de saqueo de los bienes del rebaño, no les pasase nada, y
los posibles juicios se dilatasen tanto y tanto que podría decirse que, sin ser
inviolables por sus fechorías, si estas quedasen inmunes totalmente.
El Consejo del rebaño terminó por acceder a ese acuerdo y para
que fuese acatado por todo el rebaño se llevó a cabo un plebiscito para “democratizar”
los acuerdos y hacerlos de todo el rebaño, la manada de lobos y la de sus
aliados los buitres. Más de la mitad del
rebaño aceptó el acuerdo, a pesar de ser muchísimos más los corderos que los
lobos y los buitres, y de rebelarse ser capaces de acabar con la tiranía de
buitres y lobos. A ese acuerdo, como ya he dicho, le llamaron “Constitución”, la hicieron santa e
inviolable, pero solo para los corderos, buitres y lobos la fueron violando
constantemente a su antojo, sin que el Consejo del rebaño protestase, porque
para ello ya se habían encargado lobos y buitres de corromper a sus dirigentes,
y lo más triste, sin que, de tanta violación por parte de lobos, buitres y
corruptos corderos, convertidos ya en orondos borregos moruecos, naciese la
rabia del rebaño.
Con el tiempo, algunos
miembros del rebaño, comenzaron a darse cuenta que todo era un engaño, una
farsa y comenzaron a hablar de que la democracia en el rebaño fuese real. De
tanto como robaban los lobos, los buitres y los borregos moruecos, las cosas
comenzaron a ir mal, muy mal. A esas
fechorías, felonías y saqueos, las castas dominantes le llamaron “crisis”, cuando en realidad se trataba
de una gran estafa al rebaño.
los padres eran despedidos de sus trabajos, mientras el rey
de los lobos vivía a cuerpo de rey con cientos de amantes de todo tipo, desde
lobas, zorras o incluso inocentes borreguillas. Buitres, lobos y borregos
moruecos, disfrutaban de grandes banquetes y matando inocentes animales. Mientras los gobernantes, lobos, buitres y borregos
moruecos, se llenaban los bolsillos de oro, y cuando se jubilaban dejaban en
Consejo, lo hacían con una paga vitalicia y además, pasaban a “trabajar” en
grandes empresas del bosque que, antes habían robado al rebaño, y ahora
pertenecían a la casta corrupta, para así continuar robando al rebaño.
Para darle una
apariencia democrática, a pesar del rey de los lobos, los lobos, los buitres y borregos
moruecos seguir siendo quienes mandaban , de vez en cuando, en lugar de solo buitres y
lobos, el Gobierno del bosque lo ejercía
el Consejo de los borregos moruecos, la verdad es que el bosque normalmente
mejoraba algo en las condiciones del rebaño, siempre respetando la presunta “Constitución” dudosamente democrática
impuesta por lobos y buitres y votada por el rebaño , inducidos por la cara
amable y elegante de los corderos del consejo, es decir, de los borregos moruecos.
Vino un periodo de escasez de lluvia, dando lugar a una gran
sequía, precisamente cuando el Consejo de los borregos moruecos se hallaba gobernando,
este gobierno cedió a las presiones de lobos y buitres y comenzó a aplicar
políticas propias de buitres y lobos, provocando el descontento general del
rebaño. Entonces el partido de lobos y
buitres —que siempre había permanecido unido —mientras que el rebaño siempre
estuvo dividido entre los borregos que aceptaban la colaboración con lobos y
buitres y quienes no querían estar sometidos a los mismos— prometió que todo lo
arreglaría, que ellos tenían siglos experiencia de gobierno y sabían cómo salir
de la crisis, mucho mejor que los borregos moruecos que eran muy tontos, muy
tontos. Desesperado el rebaño, a pesar
de tener conocimiento de las corruptelas de lobos y buitres, votaron a esos
lobos y buitres que eran aún más ladrones y malvados que los que estaban en el
gobierno de los borregos moruecos. Cuando los malvados ladrones se hicieron con
el Gobierno, pues el poder ya lo tenían, comenzaron a abaratar el despido de
sus empresas, a tirar a los padres a la calle, los corderitos a pasar hambre,
por si fuese poco les robaban la casa a los pobres, mandándoles lobos policía
que tiraban la puerta abajo y se comían a las pobres criaturas…
Entonces sí que el rebaño pareció despertar, porque además de
aquella estafa a la que lobos buitres y borregos moruecos llamaban crisis, los escándalos
del rey lobo se habían hecho públicos, escandalizando al rebaño. Pero
el Rey lobo que era zorro viejo, abdicó, ya que no podía jubilarse, porque para
jubilarse hay que trabajar antes y los reyes, ni siquiera los reyes lobo
trabajan. Al abdicar colocó de nuevo rey
a su hijo, un lobo joven y muy grande, que había crecido más de lo habitual por
estar bien alimentado y no haber trabajado nunca. Ese nuevo rey lobo, dicen que
estaba muy preparado. Sí, estaba muy preparado, pero para vivir a cuerpo de
rey, porque el sufrimiento del rebaño no le importaba un pimiento, siempre que
en su mesa tuviese las mejores chuletas de los más tiernos corderos.
El viejo rey, con la complicidad del nuevo, de los lobos y
buitres, borregos moruecos y colaboracionistas, diseñaron el modo de silenciar
al rebaño descontento de nuevo, haciendo que cambiase algo para que todo
siguiese igual…
Y los mayores del rebaño que eran muy tontos, muy tontos, de
nuevo cayeron en la trampa y el gobierno de lobos y buitres continuaron
abaratando el despido, despidiendo a los padres, a robando la casa a los
corderos más pobres, mandándoles los perros policía que tiraban la puerta
abajo…
Uno de los niños hace un esfuerzo
sobre humano para mantener los ojos abiertos, que brillan como dos estrellas en
la oscuridad, su hermana deja de “leer”, levanta la vista del libro y habla
mirando al frente inmenso de la noche, como si buscase el horizonte o se
dirigiese a al patio de butacas de un teatro.
Pero esto, hermanitos míos, pasó hace mucho tiempo en un país
muy, muy lejano, afortunadamente en España esto no puede pasar porque tenemos
una democracia plena, donde nuestro rey vela por su pueblo, nuestros gobernantes
son un ejemplo de honradez y decencia, y nunca se atreverían a robar a los
pobres. Y cuando dejan el cargo renuncian a cobrar sueldos escandalosos como en
otros países, no inauguran rotondas para llevarse sustanciosas comisiones.
Nuestros gobernantes son honrados hasta el punto de renunciar a la paga
vitalicia y no se colocan en los consejos de administración de las empresas
robadas a los pobres, y la policía se utiliza solo para perseguir a los
delincuentes y criminales, jamás como en ese lejano país a reprimir las ansias
de libertad y de justicia del pueblo ni para echar a las personas de sus
casas...
—¡Qué alivio vivir en un país tan democrático como el
nuestro! —Se escucha la voz de la madre acariciando el cabello de su hija mayor
—Anda, Lucia, acuéstate también tú.
Los niños ya se han dormido, negros nubarrones amenazan con
llover, la niña siente un escalofrío al notar las primeras gotas sobre su
rostro. La madre le echa una manta por
encima, le da la mano y se acuesta en el suelo junto a los chiquillos. Los
cuatro se aprietan los unos junto a las otras gentes que hay bajo el puente de Vallecas,
mientras echan de menos a su padre, que está en la cárcel por haberse enfrentado
a la policía cuando les robaron la casa.
Comienza a llover con fuerza y las gotas de lluvia se mezclan
con las lágrimas de la niña ciega que momentos antes parecía estar leyéndoles
un cuento a sus dos hermanos pequeños. A
ella, un día más, le costará dormirse. No
ve, pero percibe que los lobos amenazan y no estarán conformes nunca.
Nota: Este cuento es
fruto de la mente calenturienta del autor, cualquier parecido con la realidad
es pura coincidencia o producto de la mente aún más calenturienta del lector.
©PacoArenas
©Lágrimas secas
©Un cuento corto de terror para no dormir
Cuadro Seymour Joseph Guy 1870
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