Arresto
domiciliario y héroes
(Dedicado
a ellos: sanitarios, boticarios, repartidores y trabajadores de panaderías y
supermercados, los grandes olvidados y los más expuestos) también a los libros
que leeremos durante nuestro cautiverio.
1)
ARRESTO DOMICILIARIO
Arresto
domiciliario en cárcel de barrotes invisibles, donde se libran batallas de
miedos, silencios olvidados, besos y abrazos repetidos y no por ello menos
ansiados, sin miedo al contagio, porque sabes que si está uno, estaréis todos.
Celda donde reconocer a los hijos y a tu pareja. Prueba de fuego de un «gran hermano» y «supervivientes»
en la isla de las cuatro paredes de tu casa, sin cámaras ni televisión basura.
Conversaciones
mudas de las palabras que se quedaron sin decir, con peregrinas excusas ni
concierto, solo porque «no tengo tiempo, tengo mucho que estudiar, llego tarde
al trabajo o he quedado...»
Hijos
extraños tras la puerta del cuarto, sin que apenas viésemos crecer. Ahora los
miras y están sentados a tu lado, viendo una película. Los vuelves a reconocer
como propios en cada cena, cada almuerzo, en el desayuno de las mañanas y hasta
en el olvidado beso de buenas noches. No importa el orden porque no altera el
producto, estás con tus hijos y echas de menos, mucho a quienes están presos en
otra celda, aunque sea solo a tres kilómetros de distancia, y que te mueres de
ganas de escapar entre los barrotes por correr a su encuentro para, sin miedo
al contagio, poder abrazarlos. Lo aceptas como inevitable, por mucho que te
duela, por mucho que les duela. Si no lo haces es porque están al otro lado del
teléfono, a pesar de todo, te hecho de menos Rocío.
Reclusión
con mucho tiempo para pensar, y bombardeo de noticias, ninguna buena, salvo esa
que te dice que no puedes salir de tu casa, quedándote con la incertidumbre del
tiempo que durará, y lo que es peor, ¿que vendrá después? Y piensas en las
personas vulnerables que quieres, y entonces te das cuenta, a las doce de la
noche que te olvidaste de felicitar, y te vas a la cama con ese reconcome tan
manchego.
Libros
que se abren después de mucho tiempo, al igual que las puertas, que antes, en
el interior de la casa, estaban cerradas. Y ves palabras nuevas, escuchas voces
en tonos distintos, con otras miradas tan próximas como queridas y en ocasiones
tan lejanas. LEER, LEER, en vuestras estanterías de vuestras casas encontrareis libros que ni sabíais que existían, los cuales os producirán orgasmos olvidados en lo más hondo de vuestras neuronas...
Lucha
silenciosa de teles apagadas y bizcochos caseros, magdalenas y palomitas de
maíz abriéndose paso por encima de las tapas de las sartenes.
2)
HÉROES
Sabes,
que fuera, hay héroes sin corona y villanos con #Coronavirus. Nunca conocí a lo
largo de mis pocos conocimientos de historia, a ningún héroe que corona llevará
y sí a muchos villanos y ladrones coronados, como este maldito virus que a
todos nos tiene encarcelados.
Los
héroes, los de verdad, no tienen espadas ni cañones, ni libran batallas con
fusiles con olor a muerte. Aunque algunos lleven uniformes, no digo que no, los
héroes de esta guerra llevan batas blancas de médicos, enfermeros,
farmacéuticos, conductores de reparto, o los más olvidados y más expuestos, los
boticarios, junto con quienes trabajan en los supermercados, que te atienden
siempre con una sonrisa, a pesar de que muchos cobran sueldos de miseria,
mientras sus jefes especulan con cada grano de arroz.
A
ellos, los farmacéuticos, los cajeros de los supermercados, reponedores,
carniceros, fruteros, tan necesarios como los médicos, en cuyas manos nos
ponemos, siempre ignorados, esos héroes de supermercados, sin protección ante
el peligro... Hogar, dulce hogar, y estás preso, posiblemente a salvo del
ataque del virus de la corona, mientras ellos se juegan su salud y la des sus
familiares, para que tú; sin agradecérselo siquiera, tengas la alhacena llena,
de fruta, carne y verdura que no te cabe en la nevera.
Sabes
que estás preso, y no quieres escapar de esa cárcel de abrazos y besos,
palabras recuperadas, voces que no hieren los oídos, que dicen te quiero sin
miedo; pero no puedes olvidar que fuera están ellos, y que nadie les dará la
medalla que otros se colgaran.
Hoy más que nunca: ¡Salud!
Texto y composición: ©Paco Arenas
Autor
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