Durante los próximos días publicaré completa la segunda parte del Lazarillo (Edición de Amberes de 1555)
Continuó colgando capítulos de este libro desconocido por la inmensa mayoría de las personas, incluidos profesores y lingüistas: la Segunda parte del Lazarillo:
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CAPÍTULO VIº
La traición del mal general y el rey de los atunes
A los ocho días de la
partida de mi amigo, nos llegó la noticia, comprendimos entonces el motivo de
su preocupación y su tristeza al partir, que nos convertía en los peces más
tristes del mar. Cuando el capitán
general estuvo conmigo tan ásperamente como he narrado, pretendía que abandonase
el ejército y que aquellos que se sentían ofendidos me escarnecieran y diesen
muerte. Después se supo que él había dado órdenes a ciertos atunes para que me
matasen a traición y así nunca se supiese que había sido él quien me había dado
la orden de matar a todos aquellos atunes que sucumbieron en el interior de la
cueva al filo de mi espada; yo era el principal, por no decir el único testigo
de su cobardía, para ocultar su deshonrosa actitud buscaba mi deshonra y
muerte, demostrándose así que era aún más vil de lo que en realidad
parecía. Otra causa no hallaba, siendo
que me prometió grandes presentes, quería ahora quedar como salvador y
justiciero de los atunes muertos y comidos como el más sabroso manjar. Dios no dio lugar a esta maldad, teniendo conocimiento
Licio, me ayudo de corazón, haciéndome el favor que me hizo. Enterado el capitán general, considero a
Licio su enemigo, descargando todo su odio contra él, afirmando y jurando que
lo que Licio hizo por mí fue una traición contra su persona; y sospechando que
él era testigo, por estar junto a mí cuando el general entró en la cueva
diciendo:
—Paz, paz.
A pesar de ser Licio el más valiente de sus
capitanes, mucho más digno del bastón de mando que él, procuró con todas sus
malas mañas hacerle daño en la Corte conspirando contra él ante el rey y la
nobleza. Fue tejiendo su madeja de
infamias, que buscaban mostrarle como un cobarde traidor. Presento al capitán
Licio como el más cobarde de sus capitanes diciendo que una noche, estando
Licio como oficial de guardia en el destacamento, era tal su miedo de morir que
le ofreció muchos dineros para que le librase de hacer la guardia, esto lo
decía él y otros muchos más a los cuales había sobornado o comprado con la
promesa de subirle de rango o presentes y privilegios de todo tipo. Ayude Dios al cobarde capitán general, si dijo la verdad sobre mí al rey, diciendo
que Lázaro de Tormes lo único que haría mientras estuviese en los territorios
del reino, sería provocar muertes y peligro para el mismo y para todos sus
habitantes y que incluso me veía capaz de conspirar contra el mismo rey,
echando la culpa al pobre Licio de ser la cabeza de dicha conspiración,
diciendo que había traído de mares extranjeros un atún sanguinario y cruel con
la pretensión de matar atunes honrados sirviéndose de aquella espada que solo
un diablo era capaz de utilizar de manera tan diestra. Que él, viendo el daño
que el mal atún había hecho, le desterró bajo
pena de muerte, ordenándole que se apartase del campo de batalla y
abandonase para siempre el reino; mientras que Licio, en menosprecio de las
órdenes recibidas y de la real voluntad, y a su despecho, lo había acogido en
su casa y compañía, obsequiándole con su favor y ayuda, sabe Dios con qué
secretas y conspiratorias intenciones, por lo cual había incurrido en crimen
lesa majestad y traición, por tanto ajustándose a derecho y la ley debía
hacerse justicia contra él, para que fuese castigado de su traición y con ello
otros tomasen ejemplo, para que desde ese momento en adelante nadie osase
desobedecer las órdenes reales.
El rey, mal informado y peor aconsejado,
dando crédito a las palabras de su mal capitán general, con dos o tres falsos
testigos que juraron lo que él les mandó, sin probar ni demostrar nada. Los
reyes solo suelen hacer caso a quienes le halagan, aunque le mientan, o a
quienes tienen la fuerza, aunque sean cobardes y traidores y procura halagarlos
y tenerles contentos por miedo a que la usen contra él, sabiendo que tienen
mucho que perder, suelen ser tan cobardes o más que aquellos que tienen a su
alrededor, pues es la condición de los reyes atunes ser cobardes por naturaleza
y sangre.
El mismo día que llegó a la
corte el buen Licio, inocente de esta traición, fue hecho prisionero y metido
en una oscura mazmorra, atándole a la garganta una fuerte cadena, similar a las
que sujetan las anclas de los bajeles.
Hay no quedó todo, por complacer al capitán general y por miedo a que
este se pudiese volver contra él, ordenó el rey que fuese ejecutado el capitán
Licio lo antes posible, para lo cual proveyó más de treinta mil atunes para que
hiciesen guardia y no hubiese peligro de que se consiguiese escapar, mientras
que se fijaba la fecha para su ejecución.
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