Sí amigos,
estamos locos
estamos locos
por creer que es posible cambiar el mundo
con un gesto
o peor aún, con un beso.
o peor aún, con un beso.
Locos ilusos,
que pretendemos hacerlo
que pretendemos hacerlo
a base de caricias y palabras.
Don Quijote,
aquel caballero loco,
aquel caballero loco,
al menos tenía un caballo flaco
para enfrentarse a los molinos,
que, al fin y al cabo,
eran sólo eso, molinos.
eran sólo eso, molinos.
¿Y nosotros que tenemos?
Ni un siquiera rocín flaco,
y, a pesar de todo,
sin adarga ni armadura,
sin adarga ni armadura,
queremos enfrentarnos a ellos.
No, no molinos,
sino a gigantes,
sólo con las palabras como armas,
sin ni tan siquiera
la humilde honda de David.
No cabe duda,
no somos soñadores,
somos locos,
locos de manicomio.
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