Reconozco que mis simpatías por el diario monárquico ABC, no
son muy grandes, pero el hecho de que saque a la luz la historia de una mujer
de nuestra tierra castellana, hace que por segunda vez, inserte aquí, en este
blog castellanista y republicano, algo del ABC. Pido perdón por ello.
La valquiria Brunilda de Wagner está inspirada en la
princesa visigoda Brunegilda de Toledo. La tomó para modelo de un personaje del
cantar de gesta medieval «El cantar de los nibelungos»El mundo cultural celebra
este año el bicentenario del nacimiento de Richard Wagner, y aunque la
efeméride puede parecer lejana de nuestro ámbito geográfico, ocurre sin embargo
queToledo guarda en su inmenso acervo a un personaje que, sorprendentemente,
vincula a la Ciudad de las Tres Culturascon una de las protagonistas de «El
anillo del nibelungo», la obra más ambiciosa del genio de Leipzig.
Nunca más oportuno, por tanto, que recordar que la valquiria
Brunilda, hija de Odín y esposa de Sigfrido, está inspirada ni más ni menos que
en la princesa visigoda Brunegilda de Toledo, ya que Wagner tomó para modelo de
su valquiria Brunilda a un personaje del cantar de gesta medieval «El cantar de
los nibelungos», que a su vez se inspiraba en nuestra Brunegilda toledana.
La vakquiria toledana
Brunegilda o Brunekhilda, a veces llamada Brunilda de
Austrasia porque llegó a reinar en ese estado (que comprendía los actuales
Países Bajos y el noroeste de Francia y de Alemania), nació en Toledo el año
543, y en esta ciudad recibió una educación aristocrática dentro de la fe
arriana. Tenía once años de edad cuando su padre, Atanagildo, fue elegido rey
de Hispania, y a este respecto cabe decir que una de las primeras medidas que
adoptó el nuevo monarca fue convertir a Toledo en sede de la corte y,
consecuentemente, capital del reino visigodo de Hispania.
Cuando Brunegilda contaba con 22 años de edad, se recibe en
Toledo una embajada del reino de Austrasia al objeto de pedir la mano de la
princesa para el rey Sigiberto I de aquel reino franco. Poco despuésBrunegilda
deja Toledo para siempre y se casa con el rey merovingio en la ciudad de Metz,
capital del reino, para lo cual la toledana hubo de abjurar de su fe arriana y
adoptar el credo católico de su consorte.
Sobre la personalidad de Brunegilda escribió el obispo
Gregorio de Tours (539-594): «Era una joven de modales elegantes, de hermosa
figura, honesta y decente en sus costumbres, de buen consejo y agradable
conversación». Según el obispo, el matrimonio de Chilperico con una princesa
como Brunegilda, de estrictos principios y limpia moral, constituía un insulto
para sus hermanos, casados con mujeres promiscuas y de bajo estrato social.
Pero en sentido contrario, otros cronistas, enemigos sin
duda de Brunegilda, descargaron contra la princesa toledana las críticas más
adversas, acusándola de intrigas y crímenes políticos.
Solo un año después de su matrimonio con el rey de
Austrasia, la hermana mayor de Brunegilda, Galswinta, casó con el hermano de su
marido, Chilperico I, rey de Neustria (aproximadamente la actual Normandía, con
capital en París). De modo que a mediados del siglo VI, el corazón de Europa
llegó a contar con dos reinas de origen toledano, una de ellas reinando desde
París.
Pero a la toledana Galswinta, reinante en París, su corona
no le duró mucho. Chilperico mantenía una vida disipada y especialmente una
intensa relación con una amante de nombre Fredegunda, que introdujo la
discordia en el matrimonio real hasta conseguir que el rey se deshiciera de su
consorte estrangulándola en el propio lecho real. El asesinato de Galswinta fue
el desencadenante del odio entre Brunegilda y Chilperico, que condujo a
continuas guerras entre los reinos de Austrasia y Neustria, cuyo final fue
contario a la suerte de Brunegilda..
La Brunilda toledana nunca se desentendió de los asuntos de
Hispania, como demuestra el que casara a su hija Ingunda, de 13 años de edad,
con el príncipe Hermenegildo, muertos ambos en el marco de las luchas entre
católicos, arrianos y bizantinos. Su otra hija, Clodosvinta, contrajo
matrimonio con el rey Recaredo, hermano de Hermenegildo.
Tres brunildas
Salvo la continua sucesión de hechos belicosos, crímenes e
intrigas, poca semejanza existe entre la peripecia existencial de la Brunilda
toledana y la del personaje del «Cantar de los nibelungos». Es éste, como se
sabe, el equivalente nórdico al Cantar del Mío Cid español, que recoge las
leyendas alemanas y escandinavas alrededor del héroe Sigfrido. En él se
describe a Brunilda como una valquiria que posee la fuerza de doce hombres y
que aspira a casarse solo con el pretendiente que sea capaz de vencerla en
combate.
Wagner, por su parte, toma de «El cantar de los nibelungos»
sus materiales literarios con la libertad que le dicta su capricho. Así, su
valquiria, convertida en reina de Islandia, es descrita como una mujer
aguerrida y salvaje, que no desea casarse y ha impuesto a los pretendientes la
condición de enfrentarse a ella en tres pruebas de fuerza, y, caso de ser
vencidos, ser decapitados. Wotan (Odín) la condena a permanecer dormida en la
cima de una montaña, rodeada por un cerco de fuego que solo podrá atravesar el
guerrero más valiente, que no será otro que el héroe Sigfrido.
El fin de la Brunilda wagneriana tiene lugar en «El ocaso de
los dioses», la pieza final de la tetralogía, cuando, cabalgando sobre su
caballo Grane, la valquiria se precipita dentro de la gran pira en la que era
inmolado el cadáver de Sigfrido.
La muerte de la Brunilda toledana no fue menos truculenta.
El hijo de Fredegunda, en venganza por la muerte de su madre, hizo torturar a
nuestra Brunegilda, ya anciana, durante tres días, luego la expuso
afrentosamente desnuda ante los ojos de los soldados y finalmente la mandó atar
a la cola de un caballo que la arrastró hasta morir.
Con sus luces y sus sombras, no deja de constituir un
inesperado timbre de gloria para la historiografía de Toledo el que la princesa
toledana Brunegilda acabe convirtiéndose en la Brunilda del «Cantar de los
nibelungos» y, por capricho de Richard Wagner, evolucione hasta convertirse en
la valquiria Brunilda del «El anillo de los nibelungos», la más ambiciosa de
sus obras.
Cierto es que las calles de Toledo no vieron nunca, como las
de Venecia, el paso concentrado del genio, pero al menos los toledanos pueden
alegar con admisible orgullo que, si bien Wagner no estuvo en Toledo, Toledo sí
estuvo en Wagner por vía de nuestra Brunegilda, la flamante valquiria toledana.
Autor:
POR MARIANO CALVO
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