Hace no mucho, en un país, en desiertos no muy lejanos (España no, aquí los políticos son muy honrados) hubo un ministro que desde bien mancebo había vivido de lo público, era por tanto de rico de patrimonio, pero grandísimo gastador, y tan embustero y fullero que desde cada tres negocios públicos, dos se los adjudicaba en su beneficio. Unos mequetrefes de esos que andan con pluma como espada descubrieron para su pena que parte de lo robado lo guardaba en paraísos caribeños. No es que el primer ministro, tan ladrón como él le pidiese explicaciones, pero el vulgo si lo hacía, ante escándalo tan grande. Le entrevistaron en periódicos y televisión. El mancebo bigotudo siempre andaba lleno de dudas, negando hasta su firma, o echando la culpa a su fallecido y más que difunto padre, total no iba a protestar.
No había en aquel país periodista u elector que en él pudiese confiar, porque aquí pedía, acullá engañaba, aquí hacía una mohatra, allí empeñaba su palabra y hasta su honor mintiendo sin cesar. Si decía no he robado, la más rica cadena de oro se le escaba por el bolsillo roto.
Acostumbrado a holgar sin trabajar, a vivir de la mangancia ministerial, él que siempre fue elegante, al primer ministro decidió chantajear.
—Sabes vuestra merced que yo no me conformo con cualquier oscuro puestecillo —dijo como quien no quiere la cosa al primer ministro, en compañía de sus antiguos camaradas de ministerio —Recuerden sus señorías que son muchos los secretos que puedo soltar por esta boca, que aunque tienen por falsaria a buen seguro que más de uno creerá.
—Pensar, pensar, que a nuestro amigo debemos ayudar. —presto el primer ministro exhortó a sus ministros subalternos.
—Creo recordar —se atrevió a alzar la voz el ministro de economía.
—Cuenta, cuenta, que parece que te has caído de un guindo sin subir. —le apremio ahora la jefa del partido, Dolores Fuerte de Barriga.
—Queda vacante el puesto de director del Banco Mundial. —Terminó el ministro de economía.
—¿Cuánto? —Presto inquirió el exministro.
—Más de doscientos mil euros… —Contestó el ministro en funciones.
¿Y te lo tenías callado malandrín? —Le recriminó el primer ministro sin disimular su enojo. No en vano en menos de cuarenta y ocho horas había sido objeto de escarnio y chanza pública en el parlamento.
—Vuestra merced, piense que estamos en funciones y es un puesto muy goloso que bien lo quisiera para mi persona...— se disculpó el ministro de economía.
—¿Pero tú crees que después de la que armaste con los hermanos limones te van a querer en "Niuyor"? preguntó el muy inepto primer ministro de aquel no muy lejano país.
—Siempre cabe la posibilidad. Los secretos están para usarlos y yo tengo muchos... replicó maliciosamente el ministro de economía.
—Y yo también, ¿o te crees que me he caído de un gindo? Si esta boquita hablará el Consejo de Ministros temblaría al completo...
—¿Escuchas? —preguntó alarmado el primer ministro al de economía.
El exministro expulsado del gabinete por escándalo público sonrió con malicia y dándole un codazo al ministro de economía le dijo:
—Ya estás tardando. Me sentarán bien los aires de "Niuyor."
Y así fue como paso de ladrón a director del mayor banco del mundo este mancebo de buena familia embustero y ladrón.
P.D. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. No haciéndose responsable el autor de la interpretación que la mente calenturienta del lector pudiese hacerse.
Foto moneda de veinte pesos mexicanos, en la cual se representa un don Quijote esquelético. Simboliza en este caso a los países cuando por sus ministerios pasan determinados individuos.
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