Durante los sueños soñamos cosas absurdas, y despiertos
seguimos soñando y creemos o pensamos, que podemos cambiar nuestra suerte.
Sí, nuestra suerte, porque lo jugamos todo a esa carta, a la
del azar. No pensamos que nuestra vida no puede ser una constante esperanza sin
cimientos. Que son muchas las cosas que podemos lograr, no jugando a la
lotería, ni lanzando una moneda al aire con la esperanza de que caiga de canto.
No hay nada que apostar, nada, nuestra vida es mucho más importante que todo
eso.
Casi todo es posible, no porque lo soñemos, no porque seamos
más listos que nadie, ni por guapos o feos, sino porque seamos capaces de
marcarnos objetivos, no individuales y egoístas, esos quedan para unos pocos
privilegiados. La inmensa mayoría tenemos las puertas cerradas a esos sueños, a
la suerte. No existe el sueño americano de las películas, tampoco el sueño
español. Esos sueños, esas posibilidades las tienen reservadas para ellos los
ricos, los poderosos, antes de manera descarada, ahora tan miserable como
entonces, pero más disimulada. Siempre se dijo, y no es mentira, que quien no
tiene padrinos no se casa, es verdad. Los pobres, o pensamos como colectivo o
jamás lograremos nada, o casi nada.
Si logramos saltar la valla que nos separa de nuestros
anhelados sueños, nos estará esperando el perro con sus colmillos y nos morderá
en donde más nos duela. Lo vemos todos los días como devoran a dentelladas a
raperos, tuiteros, gente de a pie, como les roban el trabajo, la casa, con
total impunidad, y si protestan van a la cárcel sin que nadie sepa nada de
ellos. Cuando un rico atropella a una
muchacha, siendo reincidente, habiendo perdido los puntos dos veces por ir
drogado y borracho, le han dado de nuevo el carné y el juez lo ha dejado en la
calle sin cargos, por eso, por ser hijo de papá. Ellos, los terroristas que saquean al pueblo
impunemente quitan y ponen a los jueces a su capricho, cambian las versiones,
se ríen de nosotros, nos roban la hucha de las pensiones y nos dicen que
ahorremos, que nos morimos muy tarde, que vivir desear tener una vejez digna es
un acto insolidario y egoísta.
Somos estrellas del oscuro firmamento, motas de arena de la
playa desierta, una mirada desde el otro lado del Huécar en la noche
estrellada, capaz de ver en la oscuridad quiméricos sueños utópicos. No somos
grano de arena disuelto por el agua en la playa, somos trozo de roca que ha
resistido la erosión, somos vida y realidad que avanza lentamente, pero con
seguridad a echar de su guarida al tirano, capaz de reducir a polvo su palacio,
de nadar contra corriente hasta la victoria final, unidos, solo unidos...
Somos sueños, anhelos e ilusiones, unámonos y transformemos
en dulces realidades esos sueños, anhelos e ilusiones, caminando sin olvidar en
ningún momento quienes somos, que queremos, y, sobre todo, quienes son los
miserables que viven a nuestra costa sin pegar un palo al agua.
Tal vez, estas palabras sean frases inconexas sin motivo ni
razón, divagaciones libres de mis dedos sobre el teclado, sin otra pretensión
que escribir a su ritmo sin ni siquiera pensar lo que a través de la pantalla
se plasmaba.
En fin...
Paco Arenas
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