Sí, como si fuese un acto revolucionario, me la he
cortado. No era algo premeditado, ni
tampoco realizado con nocturnidad y alevosía, lo confieso. Después de tantos
años, era como una señal de mi personalidad, incluso un signo de virilidad, y me la he cortado, es cierto que
estaba débil, que no tenía el vigor de antaño, sin embargo poco a poco a poco me había ido acostumbrado a sus cambios
apenas perceptibles pero que yo sabía que estaban ahí. Hasta había cambiado de color,
de negra como
el cieno, había ido transmutando paulatinamente, primero apenas de manera perceptible,
como hilillos aislados se habían incorporado minúsculas vetas grisáceas, incluso
blancas, que le daban un aspecto interesante, luego esos hilillos fueron
tomando la dimensión de aquellos otros hilillos de plastilina del “Prestigie”, solo
que en lugar de negros, blancos. Al
final los blancos han ido ganando la
batalla a los negros, imponiendo su autoridad y su mayoría, sin que yo, que lo
estaba viendo todos los días me percatase de ello, ni tan siquiera aquellos que
estaban a mi alrededor, fue una batalla en silencio, hoy uno, mañana dos, yo no
notaba el cambio pero los negros iban perdiendo la batalla, un día sí y otro
también.
Las reacciones han sido inesperadas, mi mujer ha tenido la sensación de besar a un extraño,
mi hijo me ha mirado como si viese a una persona totalmente desconocida, “estás raro”, me ha dicho. En
la puerta del colegio mucha gente me miraba como si fuese la primera vez que me veía.
Sí, ha sido una decisión radical, casi revolucionaria, me he
colocado frente al espejo, terminaba de podar unos árboles de mi
jardín, siempre se ha sabido que luego la sabia recupera la vitalidad perdida,
salen ramas más fuertes y vigorosas, tal vez por ello, hoy he decidido cortármela,
sin pensarlo, sin tener en cuenta las consecuencias que ello podría suponer, el
rechazo o la aceptación, el ser señalado con el dedo. En un acto de valentía suicida me la he
cortado, no un poquito, no la punta que sobreásale como las rosas de Ramiro de Aragón. Toda, casi de raíz, para que no hubiese marcha atrás, sin remisión. Como si fuese una segadora he pasado la
maquinilla de afeitar al cero, comenzando a caer una madeja de pelos blancos,
negros y grises sobre una revista antigua que recordaba la hazaña de Lorena Bobbitt.
No contento, para rematar la faena he cogido la cuchilla y he dejado mi cara suave como la de un bebe, acto seguido he abierto el armario del cuarto de baño y agarrando con decisión un frasco de cristal, me he puesto, después de muchos años, loción para después del afeitado, pensando de si estaría caducado. Me ha escocido la acción, así que ahora a esperar que crezca mi barba, mi barba que ya no será negra como los hilillos de plastilina de Rajoy, ni como el alma del gobierno que preside, será un poco gris, como yo, y cada día más blanca, como la marea que derrotó las ambiciones de aquellos que tienen el alma negra.
No contento, para rematar la faena he cogido la cuchilla y he dejado mi cara suave como la de un bebe, acto seguido he abierto el armario del cuarto de baño y agarrando con decisión un frasco de cristal, me he puesto, después de muchos años, loción para después del afeitado, pensando de si estaría caducado. Me ha escocido la acción, así que ahora a esperar que crezca mi barba, mi barba que ya no será negra como los hilillos de plastilina de Rajoy, ni como el alma del gobierno que preside, será un poco gris, como yo, y cada día más blanca, como la marea que derrotó las ambiciones de aquellos que tienen el alma negra.
Sí, hoy, como si fuese un acto revolucionario, solo ante el espejo, me he cortado la barba, pero yo soy persona
de asimilar y aceptar los acontecimientos, no a sufrirlos, así que ante la
tortura de enfrentarme todos los días al sufrimiento de cuchillas nuevas que me
corten o melladas que me arañen he tomado la decisión realmente revolucionaria de dejar que mi barba vuelva a crecer en libertad y armonía con mis nacientes arrugas, no estoy ya para emprender revoluciones nuevas, me conformo con seguir las emprendidas.
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