«Así nosotros, posteridad del Quijote, no somos
acreedores del libro por haberlo puesto en 'el predicamento que lo tenemos,
antes le somos deudores de una parte de nuestra vida espiritual, somos
criaturas cervantinas, y d poeta podría mirarse en nosotros»
Manuel Azaña, nacido en Alcalá de Henares, fue un escritor,
periodista y político que llegó a la jefatura de República Española, siendo el
último jefe del Estado Español elegido de manera democrática.
Como Miguel de
Cervantes, escribió sobre Cervantes y su obra. Uno de sus textos más destacados
es «Cervantes y la invención del Quijote», publicado en 1934,
donde Azaña analiza la obra maestra de Cervantes con gran lucidez y
anticipándose a críticas modernas. En esta obra, Azaña muestra su profundo
respeto y admiración por Cervantes, destacando la conexión entre ambos, no solo
por su lugar de nacimiento, sino también por su contribución significativa a la
literatura y la cultura español.
Azaña pone a Cervantes en el centro de su novela. Para Azaña
y Ortega el escritor «Cervantes» ocupa un sitio central en el estudio del
quijotismo:
«El Quijote, reducido a una sátira de los libros de
caballería, sería para nosotros poca cosa; pero si Cervantes no hubiese tenido
otro horizonte que la sátira misma, y los personajes se le hubiesen escapado de
entre las manos, lanzándose por su cuenta a mejor vida de la que podían tomar
en el espíritu del poeta, Cervantes, reducido a tal pequeñez, sería un monstruo
afortunado, a la vez estéril y fecundísimo, y realizaría este absurdo: un
contenido mayor que el continente donde se inscribe.»
Para Manuel Azaña:
«Cervantes conoce su mala suerte y la adopta en su
intimidad, le da forma universal: he aquí mi cruz. Al expresarse, expresa a
España: resume en sí, ordena y estiliza lo que anda disperso en el ánimo de la
gente común. Antes, todo podía ser confuso; en hablando él, nada nos queda por
saber. Cervantes alarga hasta lo infinito la distancia entre el deseo y su
logro: en esta zona patética, su sensibilidad es como nunca la de su pueblo.
¡Ideales nobles, pensamientos elevados, vida colmada de obras: plausibles cosas,
y bellas, como los bienes del mundo, ¡deseables y positivos! Sí, pero soltar el
freno al deseo y ordenar la vida a colmarlo es locura que prefiere la buena
esperanza a la ruin posesión; sí, pero restringirse a un orden pacato es
cordura, penosa renuncia a lo codiciable por falta de confianza en el esfuerzo
propio. Así, entre desear y privarse, no hay vivir dichoso, cabal,
tranquilo.... Como Cervantes cree en el valor de la vida y lleva en sí desleído
el sinsabor de su mengua personal y el de la sociedad que lo envuelve, su
contemplación risueña no encubre la melancolía.»
«Lo risible era la realidad primaria del personaje; lo
serio es la fantasía, la corriente maravillosa que Cervantes introduce en lo
real para descomponerlo.»
Opina Azaña que España resuena en la obra cervantina:
«Con ninguna obra de ningún otro poeta sucede lo mismo.
La identidad del Quijote y España es única ... ».
Para son Manuel Azaña, el último presidente o jefe de Estado,
elegido de manera democrática en España:
España tiene la
capacidad posible de ser España, esa España posible que no ha de convertirse en
problema, tiene «la posibilidad ser España.»
Manuel Azaña escribe:
«Así nosotros, posteridad del Quijote, no somos
acreedores del libro por haberlo puesto en 'el predicamento que lo tenemos,
antes le somos deudores de una parte de nuestra vida espiritual, somos criaturas
cervantinas, y d poeta podría mirarse en nosotros»
«Nosotros no podemos reírnos con el Quijote como se reían
los pajes en las antecámaras cuando d libro se publicó, porque abolida la
presencia real de la cosa parodiada, somos inmunes a la fuerza hilarante de la
parodia. La grotesquez del caballero resulta de confrontarlo con un andante
genuino, con Amadís, u otro ser poéticamente vivo en la imaginación. Quitado el
modelo subsiste la monstruosa caricatura, que ya no parece tal, sino trasunto
verdadero. Y el adefesio inventado para cubrir de ridículo un prototipo
arcaico, todavía vigoroso, cobra, en cuanto el prototipo muere, valor propio,
independiente de la intención satírica; cobra la vida lamentable de un monstruo
en quien la voluntad y la fantasía, potencias creadoras, fracasan, no por
hostilidad del mundo exterior, luchando con ,el cual podría el personaje subir
a la noble categoría de los héroes, sino por ingénita debilidad de los medios,
que como siempre está a la vista del lector sin que se le consienta no
advertirla u olvidarla, no le permite siquiera forjarse la ilusión del
heroísmo, por más que el ánimo del personaje sea heroico .
El Quijote, leído y gustado en la actualidad de su
aparición por un público que tenía presente la literatura caballeresca, no era
triste, aunque fuese ya cruel, sino jocundo, y eI contenido atroz de su jocundidad en gran
parte se les ocultaba por el efecto inmediato de la parodia.»
También Manuel Azaña nos habla de que:
«Son, pues, conciliables la opinión de que el Quijote, y
Cervantes con él, no fueron bien estimados en su tiempo, y el suceso editorial de
la novela, de que el autor se enorgulleoe.
El Quijote no había labrado aún su posteridad. Convenía
que el autor fuese desestimado. Convenía que Lope pudiese decir: nadie es tan
necio que alabe el Quijote; porque Lope
no era tonto, ni esas palabras son puramente emulación
baja. Claro está que si la maledicencia a nadie aniquila ni constituye al mal
diciente en jerarquía superior, tampoco la desconsideración de un autor vivo, es
garantía y, seguro de inmortalidad.»
Y, para terminar, dejo un último extracto del libro de don
Manuel Azaña:
«Cervantes, reducido a tal pequeñez, sería un monstruo
afortunado, a la vez estéril y fecundísimo, y realizaría ,este absurdo: un
contenido mayor que ,el continente donde se inscribe. Unamuno, en quien pienso
al decir esto, se encara con Don Quijote como personaje independiente, de muy
mayores dimensiones que el, espíritu de quien ya no sería su inventor.
Cervantes se 'lo habría tropezado un poco al azar, mirándolo con los ojos burlones
y no muy inteligentes del bachiller Sansón Carrasco, y su papel consistiría ,en
el desempeño de lo que su artificio literario finge: traducir a Benengeli,
servir de truchimán entre una realidad poética superior a su penetración y
nuestra sensibilidad de espectadores. Si fuese necesario resolverse en pro o en
contra de este punto de vista, pirandeliano avant la leftre, yo lo desecharía.
El comentario de Unamuno a ,la vida de Don Quijote y Sancho entraña, como
movimiento lírico, una revelación ,del espíritu quijotesco.»
Ya iré haciendo más comentarios sobre este libro conforme
lo vaya leyendo.
Paco Arenas
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