miércoles, 24 de julio de 2013
Y salí de Pinarejo, salí de La Mancha...
domingo, 14 de julio de 2013
Tres pinarejeros juntos en Madrid después de 35 años
jueves, 11 de julio de 2013
Marcial Mota, el primer pinarejero en Ibiza
lunes, 8 de julio de 2013
Paseos al alba(Oropesa del Mar) Fotografías
Un placer al que no renuncio, cuando voy a lugar, ya sea un
pueblo perdido de la montaña, o una gran ciudad, es al paseo matinal, cuando
las luces del alba comienzan a hacer su aparición, entre tonos rojizos y
amoratados, el sol abrasador del verano todavía no ha hecho acto de presencia
con todo su poderío, y las luces apagadas de la madrigada dan una sensación de
frescor que llega a erizar la piel, y no por el frío, sino por la emoción. Son paseos tranquilos, pasos sosegados, sin
prisas y sin destino concreto, en ocasiones andando con la parsimonia con la
que se debe tomar un buen café o disfrutar un paseo. Lo habitual, es realizar
ese paseo en tren de san Fernando, unas veces a pie y otras andando, en esta mañana
del mes de agosto he preferido hacerlo en mi vieja bicicleta de sillín duro.
Pedaleo o camino fijándome en los detalles de las viejas
construcciones y desechado las monstruosas modernidades geométricas y sin
gracia que dan el aspecto de una ciudad amurallada en la lejanía, pero sin la
gracia de aquellas fortalezas renacentistas que amurallaron muchas ciudades del
Mediterráneo, desde mi querida Ibiza, hasta Melilla o Malta. Tal vez me horrorizan esas construcciones mastodónticas
a pie de playa porque pertenezco a otra época de fotografías en blanco y negro,
o quizás porque mis huesos y mis ojos pertenecen a otro mundo más tranquilo y
sosegado que al actual.
En esta ocasión mi paseo comienza a las seis y media de la
mañana, todavía sin un destino cierto, me dirijo primero hacia una vieja torre
de vigilancia, Torre de la Sal, en la Ribera de Cabanes, descarto la idea de
hacer unas fotos a esas horas, las lagunas del parque Nacional están repletas
de mosquitos, por lo que decido dejar las fotos para más tarde. Me conformo con
fotografiar la Torre de la Sal, construida como torre vigía para prevenir
incursiones piratas.
Decido ir a Oropesa, y a la vuelta llevar churros a mi
familia, así que continúo mi pedaleo ignorando las construcciones que hay a mi
derecha, paro ante un conjunto de duchas en forma de elefante, pienso:
«Mira,
estos de Marina del Horror se han dado cuenta, ante las tropelías del campechano,
que el elefante es símbolo de futuro, de
la futura tercera república que ha de venir y se han adelantado a los
acontecimientos».
Resulta curioso las simpatías que ha despertado este hermoso
e interesante paquidermo, símbolo de los muy reaccionarios republicanos
americanos, en una parte de la sociedad española, como sin quererlo y sin
querer parecernos a ellos, los demócratas españoles hemos adoptado el elefante
asesinado en Botswana como símbolo de la
futura república en solidaridad por la inútil muerte, por placer, de un
elefante en tierras africanas un catorce de abril.
Ya sobrepasado ese engendro urbanístico, ese atentado contra
el buen gusto, en el que yo, también quedé atrapado, Marina d´Or, continúo mi
paseo por la playa de Morro des Gos, hasta Oropesa del Mar. Hace tiempo que
dejé de ser un chiquillo y estoy cansado, y me paro a tomar un café en una
churrería que está cerca de la playa, acompaño el vitalizador café con un par
de porras recién hechas.
Acto seguido me
encaminó directamente en dirección a la parte antigua de Oropesa del Mar, me
encuentro sólo gatos, como únicos ocupantes de la vía pública. Me topó con un
pueblo auténtico, con personalidad propia, que nada tiene que ver con los
horribles apartamentos de la playa. Oropesa es un pueblo con encanto, en el
cual el ayuntamiento, ha colocado en todas las farolas del casco viejo unos
versos que invitan a la meditación.
termino mi paseo matinal por el casco antiguo metido en el
taller de un anticuario de nombre Antonio que amablemente me muestra su
exposición.
Todavía es pronto, me acerco a la playa de la Concha, y subo
hasta el faro y la Torre del rey, hago unas fotos y cuando las gentes comienzan
a asomar la cabeza por las puertas, vuelvo a la churrería y compro una docena
de porras, casi tan buenas como las que hace mi paisano Eusebio en la Caseta
Azul, junto a la estación de Tránsitos en Valencia, Regreso al apartamento con
los churros en la mochila, sudando por el calor de los churros y por el sol que
comienza a mostrar su fuerza y porque mi pedalear, ahora, es cuesta arriba...
En el apartamento todavía están durmiendo todos los miembros
de mi familia, por lo que aún me da tiempo de preparar el chocolate antes de
despertarlos para ir a tostarnos a la playa como unas gambas sin gabardina, aunque
yo me pondré a remojo como los garbanzos entre paseo y paseo hasta la Torre de
la sal, donde los mosquitos se han echado la siesta, borrachos de sangre de
distintos sabores y nacionalidades.
©Paco Arenas
a 13 de julio de 2013
viernes, 5 de julio de 2013
Las raíces y las ramas de las gentes de Pinarejo
jueves, 4 de julio de 2013
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