Arnaldo o el zorro al cuidado del
gallinero y el lobo de guardián del rebaño
Poco
antes de la hora de cenar entró don Quijote en casa de Sancho con cara de
pícaro. Sancho al verlo torció el gesto pensando: «si me dices de volver a las
andadas, ni borracho». No obstante, no
era esa la intención de la visita del caballero, que tras las buenas noches le
espetó a su antiguo escudero:
—Sancho,
amigo mío, ¿conoces a Zacarías, el pastor? —Preguntó don Quijote mirando por el
rabillo del ojo a Sancho.
—¿No lo
he de conocer, si es primo mío? —Contestó Sancho, un tanto perplejo, ante lo
absurda que le parecía la pregunta.
—¿Y a
Arnaldo Hurtador, lo conoces? —Preguntó, ahora con malicia el caballero.
—Ni me
lo miente vuestra merced. Borracho, usurero y ladrón como el que más. Si no
está en galeras es porque está protegido por el aún más ladrón y sinvergüenza
del corregidor. Precisamente a mi primo le ha robado varias ovejas, y a mí los
mejores racimos de mis viñas…
—¿Sabrás
que Zacarías es edil del concejo?
—Sí,
claro, pero para lo que le sirve. Es honrado y se lleva las tortas que se
debería llevar el corregidor…, ¿pero a dónde quiere ir a parar vuestra merced?
No me cuadra la casquera que trae vuestra merced sobre mi primo y el tal
Arnaldo.
—Ahora
te va a cuadrar. El concejo tiene que renovar a los alguaciles, porque los
actuales no pueden seguir por ser prevaricadores y cortabolsas que abusan de su
puesto para transgredir leyes y apropiarse de haciendas ajenas a cambios de
favores…
—Claro,
claro, hace ya más de tres años que se sabe y que se lleva diciendo que
deberían ser cesados por contravenir las leyes de la Santa Hermandad…
—Amigo
Sancho ¿Tú pondrías a Arnaldo de alguacil de la Santa Hermandad?
—Ni
borracho. Sería como poner al zorro a cuidar del gallinero o al lobo el rebaño…
Si Arnaldo avergüenza hasta a las personas honradas de la cuerda del
corregidor. Hay leales al filimincias
del
Corregidor
que sin ser honrados lo parecen. No sé qué busca proponiendo a ese delincuente…
—Que
queden mal los miembros honrados del concejo y se acusen mutuamente de haber
puesto a un zorro a cuidar el gallinero.
—Pero
si quien lo propone es el corregidor…
— Pero
lo aprueban los representantes de los pastores y de los agricultores, se
convierten en cómplices.
—Eso es
imposible, ni mi primo Zacarías, ni el bueno de Santos, permitirán tal felonía.
No sé cómo es capaz vuestra merced de cavilar tales maldades.
—¿Me
creerías si te dijera que me lo acaba de decir el señor bachiller don Sansón
Carrasco? ¿Tu primo Zacarías, Santos y
el carpintero Dimas, siendo honrados han llegado a un trato con el
corregidor para renovar los alguaciles corruptos de la Santa Hermandad
colocando a Arnaldo Hurtador de alguacil?
—Por
supuesto que no puedo creer tal cosa. Mi
primo es persona honrada y los otros dos iguales, gracias a ellos sabemos que
los alguaciles están podridos. Por eso llevan tres años peleándose con el
marqués y el corregidor para cambiar los alguaciles de la Santa Hermandad.
Jamás llegarían a un trato con un delincuente para poner a un ladrón a impartir
justicia. Ni tapándose la nariz harían tal cosa. Si el corregidor y el marqués
no han renovado los alguaciles es porque tienen mucha ciénaga podrida bajo las
alfombras de sus palacios. Me ofende vuestra merced solo con insinuarlo, además
tiene mayoría, son tres votos contra dos…
—Pues
ese es el acuerdo al que han llegado el sinvergüenza del corregidor y el
honrado de tu primo…
—No me
creo tal cosa, como no me lo diga él, hasta de la palabra de vuestra merced,
que nunca miente, dudo. Si eso pasa dejo de beber vino durante un año con sus
doce meses, mire si lo tengo claro.
—Pues
ya veremos, amigo Sancho, mañana lo que pasa. Más vale que te emborraches esta
noche, que como cumplas tu palabra, a partir de mañana verás las cosas más
claras que el agua, que ahora ni catas, y que has de beber durante un año.
—Ninguna
persona honrada puede con su voto que un delincuente imparta justicia, por
mucho que lo proponga el corregidor y lo
avale el marqués. Serían cómplices. Todas las personas decentes se enojarían,
¿no lo ve usted así?
— Así
lo veo yo. Pero también veo que cuando sale el sinvergüenza del corregidor a la
calle, son más quienes inclinan la cerviz y le besan la mano, que quienes le
dicen lo que piensan de él…
— Eso
es verdad, y cuando viene el señor marqués de Mangomás, el mayor de los
ladrones, todos salen a la calle a gritar ¡Viva el marqués de Mangomás! Pero de
eso a votar a un ladrón para que robe más…
—
Mañana Zacarías y Santos se tragarán el sapo putrefacto con pellejo incluido y
pasado mañana el vino se te volverá vinagre por no beberlo...
—¡Voto a
Rus! Eso no ha de pasar. A mi primo, a Santos y a Dimas les sobra dignidad para
plegarse a semejante felonía.
—Sí, lo
que tú digas, y no te falta razón. O tragan sapo o tragan sapo y encima quedan
como indignos por permitir tal cosa, que los ladrones sigan imponiendo su
voluntad a pesar de tener ellos mayoría.
Así que tú, amigo Sancho, a beber agua y a dejar que Arnaldo Hurtador,
te siga robando las uvas, pero ahora como autoridad competente. Claro, que como
vas a estar un año sin probar el vino, tampoco te debería de importar…
—Los
sapos no se tragan ni con hambre de semanas, así que ya veremos…
—Amigo
Sancho, visto está.
©Paco Arenas a 11 de noviembre de 2021- Día
Nacional de la Indignidad