miércoles, 22 de mayo de 2019

Cuenca...estampa reflejada en nuestras pupilas



Amar la Tierra, la propia, como si fuese la tierra prometida, por mucho que ajena sea la que pisas todas las mañanas, y la que te cobija todas las noches.

Cuenca reflejada en nuestras pupilas como árboles en el Júcar, o nuestra propia imagen que sueña más que recuerda el sonido estridente de las campanas, porque en Cuenca todavía suenan las campanas en las largas tardes de verano, en las frías madrugadas de invierno.

Cuenca, siempre Cuenca, con todo ese espíritu castellano, ese acento a veces duro, en ocasiones dulce, y casi siempre con un doble sentido que despista el forastero. Cuenca tierra intima como la alcoba de los recién casados con la esposa ya en estado de buena esperanza, celosa del fruto de su vientre, pero que ha de dejar las sábanas manchadas. 

En Cuenca suenan las campanas y el repique llega hasta tierras lejanas, donde se le echa de menos cada mañana.  

Que nadie me pida, ni siquiera me diga que escoja entre el sueño y el deseo, entre el estar y el querer, porque Cuenca lo es todo, hasta en sus vaciadas entrañas, que, aunque calla no otorga, ni se pone de rodillas llorando sus penas. Cuenca es más que un esqueleto del pasado, más que un trozo de la olvidada Castilla, Cuenca es agua y es rabia, que calla y obra al repique de las campanas.
©Paco Arenas

domingo, 19 de mayo de 2019

Ríete de las sombras y sus aledaños





Si dejamos que lo oscuro devore el destello leve de la luna,
                     si apartamos nuestra mirada del despuntar del alba,
dejándonos cegar,
                              no por los rayos de sol,
sino por la ceguera que nos impide ver la silueta incorpórea de la esperanza…
             ¿qué haremos cuando nuestras lágrimas queden secas?
No se trata, no te equivoques,
                  de esconder nuestra mirada bajo una capucha gris,
                                                                     ni de lamentarse,
                                     desperdiciando risas,
                         sueños,
                                                                             vida…
Las sombras, son las sombras,
                                       o como diría un patético gobernante:
«Un vaso es un vaso y un plato es un plato»
     La sombra no existe sin una luz que la proyecte.
                 Delante de la sombra siempre está la luz,
                                                                                 detrás,
                                          yo que no soy de jurar,
te prometo
                          que está la risa.
              Ríe, ríe, amor mío, ríete siempre,
búrlate de las sombras y sus aledaños,
                                                    que solo leer este poema
sea un rompecabezas
                                                      ríete siempre,
                             que el día despunta cada mañana
                                                     con nuevas risas en las miradas
y las alforjas llenas de esperanza.

jueves, 9 de mayo de 2019

«Guerra de flores» en mi jardín


El lío se puede liar, hay paz tensa entre el rojo clavel y las moradas lilas, pretende mediar el amarillo limón, y entre las dos se coloca, fácil no lo tiene porque la rosa roja hace valer su mayor tamaño para imponer su voluntad y dejarse acompañar por el rojo clavel a su lado y las lilas y violetas al otro, de la mano o en la mano del limón.

La margarita, también amarilla, aspira a ser la estrella, pero se quedó pequeña. El jazmín chino, quiere ser grande como el ciprés, tal vez por ello, se enreda con él y tal vez, algo más, que yo no lo sé. 

Los geranios, díscolos y caprichosos son, no se ponen de acuerdo ni en el color de la flor.
La hierbabuena, la hierbaluisa, la menta y el orégano no tienen ese problema, lo suyo no es la vistosidad ni mucho menos el presumir de vestidos coloristas, prefieren con discreción dar aroma al jardín y no sobresalir, como le ocurre al jazmín o al galán de noche. La cala muestra su compostura y la buganvilla, que sabe que es la más efímera flor, generosa multiplica sus encantos.

Presume la manzanilla, que tiene aroma y sabor, y dice, cual escudero del Lazarillo, de tener muchas propiedades, tal vez en Castilla La Vieja.
El jazmín espera a junio y la madreselva del vecino, aprovecha la ocasión para decorar de blanco la divisoria.

Entre la tomatera, el pimiento, la guindilla y el pimiento de Padrón, que unas veces pica y otras no, hacen su propia guerra, para ver cuál será más colorado, y es lo que siempre ha habido entre los rojos, mucha fuerza desperdiciada y más división, razón por la cual todos terminan en la ensalada o la sartén.
El espliego y el romero prefieren observar y callar, y cuando claveles, rosas, geranios, lilas y violetas, se marchiten, entonces solo entonces mostrarán su flor y su aroma, porque al final, no siempre quien calla otorga y tiene la última palabra.


Paco Arenas


















































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