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Sancho sobre los reyes: «pájaro más inútil que un rey, en ningún barbecho crecerá»
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—¿Qué te altera amigo Sancho?
—Dicen, don Alonso, a mi no me haga caso, que el rey se
ausenta, con los dineros y sin rendir cuentas…
—Ya lo dijo el buen Rodrigo Díaz de Vivar, aquel caballero
castellano de sin par bravura: «Muchos daños han venido por los reyes que se
ausentan».
—Vuestra merced sabe que a mi no me importa, que se huya o
que no, si se fuera desnudo, o se quedara con lo que se lleva, y si no es suyo,
rinda cuentas y devuelva lo que no le pertenezca.
—Oh, Sancho, son cosas privadas, cosas del pasado…
—Don Alonso, si yo ahora le robo a Rocinante, o ese cuero
de vino que tanto en estima tiene. Cuando vuestra merced me lo reclame, ya
serán cosas del pasado, y el cuero y el caballo, si están en mi casa, según esa
razón, serán míos…
—Grandes verdades dices, amigo Sancho, pero los reyes son
inviolables ante la ley, no pueden ser juzgados salvo por Dios y su corte
celestial…
—No me toque vuestra merced los bemoles, que me cuelgan ya
más de la cuenta y la lanza no mira para arriba desde que soy abuelo. Siempre
me dijo vuestra merced, que quien la hace la debe pagar, y quien rompe virgo
debe asumir la preñez de sus actos.
—No te alteres, que llevas razón, ¿pero no querrás que los
gañanes habitéis palacios en lugar de los reyes?
—Ahora sí que sí, querido don Alonso, bien sabe vuestra
merced, que no es cierto que los pobres ocupemos palacios, ni aspiremos a ello.
Mas tendrá que estar de acuerdo vuestra merced, que los gañanes somos mucho más
sustanciales que los reyes, porque esos sí que no sirven para nada. Pájaro más
inútil que un rey en ningún barbecho crecerá, hasta la grama tiene más provecho
que ellos, al menos sirve de alimento para los borregos. Y eso, y disculpe su
merced, bien pagados sí que están.
—Y tanto, amigo Sancho, están muy bien pagados y además
mantenidos a cuerpo de rey, sin dar un palo al agua, eso es verdad…
—Y a pesar de ello, nos roban a quienes les damos de comer.
—Gran verdad es, es lo que tiene ser inviolable ante la
ley, que pueden robar, abusar de doncellas, o matar, con total impunidad, ya te
dicho que ellos, responden sólo ante la Corte Celestial.
—Entonces…, si nos roban, ¿esperamos a que se mueran para
que los juzgue Dios, que siempre anda ausente?
—Deberían pagar sus culpas ante sus vasallos, porque el rey
que oculta la verdad o miente a su pueblo, no merece ser ni rey ni otorgarle el
mérito que no tiene.
—No contentos, don Alonso, nos llaman plebeyos y gañanes.
No se ofenda, si le digo que mejor darles una patada en sus inútiles posaderas
y echarlos de los palacios, y en su lugar, meter a los sabios, para que enseñen
a los hijos de los gañanes a ser hombres de provecho, ya que quienes los
habitan, no dan ni provecho ni beneficio, ni a España, ni a quienes los
mantenemos.
—Grandes verdades dices, amigo Sancho, el comportamiento de
los reyes y sus secuaces, hasta las piedras hacen enojar.
—Yo, que soy un humilde labrador, no quito ni pongo rey, pero cavilo que quienes mantenemos a los reyes y sus familias, los gañanes y plebeyos, como ellos nos llaman, ya que son nuestros mantenidos, deberíamos decidir si queremos o no queremos rey... ¿Vale?
—¡Vale! Vale, amigo Sancho, quien paga o mantiene, es quien debe decidir.
Y de esto no echéis la culpa a Cervantes, que lo ha escrito alguien con menos genialidad, un tal Paco Arenas ¿Vale?
©Paco Arenas, autor de Magdalenas sin azúcar. Novela recomendada por catedráticos de literatura e historia.
Sesudo e bien certero es el diálogo quijotesco. Resultonos a la postre que el rey hizo bueno a Sancho en su apego a los terrenales bienes.
ResponderEliminarLanzo mi adarga sobre la mar ocèana, a ver si le pincho un glúteo a tamaño bribón
Muchas gracias Javier, ningún rey está a la altura del buen Sancho.
EliminarGenial,que hermosa forma de unir el ayer,con el presente,de intercalar realidades y ponerlas en boca de dos grandes personajes,con Don Quijote y Sancho,Bendiciones y éxitos hoy,mañana y siempre amigo,saludos desde Boston.
ResponderEliminarMuchas gracias querida amiga Carmen Laura por su comentario. Un fuerte abrazo desde la Mancha hasta Boston.
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