jueves, 7 de septiembre de 2017

Ya estoy aquí, con la vieja cartera de pana llena de esperanza e ilusión



Hoy se inicia mi nuevo curso, y comienzo con la vieja cartera de pana cosida por mi madre de un retal que le sobró de coserle los calzones a mi padre, llena de esperanzas, nuevos proyectos y retos.
El segundo, el jueves 14 de septiembre, sentarme en el Salón Alfonso el Magnánimo del Museo de la Beneficencia, para participar en una tertulia sobre la mujer en los primeros años de la República, reto muy importante para este hijo de la tierra que estará al lado de Cristina Escamilla Robla, psicóloga, criminóloga y profesora de universidad.  Con Antonio Andújar Castro, psicólogo, profesor y escritor. Mi muy querida y admirada María Nieves Michavila Gómez, investigadora, escritora, licenciada en informática y alguna cosa más.
Y yo con estos pelos, más de campo que los ababoles, que terminé cambiando los dientes subiendo maletas en un hotel y carretillas de hormigón en la obra, sin más licenciatura que mi cabezonería e inconsciencia, que me da fuerzas para enfrentarme en cada instante de mi vida al reto de saltar los charcos como cuando tenía siete años, sin miedo al ridículo ni a caerme en el charco y empaparme de barro.

Pero también llegó con muchas esperanzas, en junio participé en un importante premio literario con mi novela "Magdalenas sin azúcar", no gané, pero la editorial organizadora se puso en contacto conmigo y me dijo que mi novela había quedado en la "repesca" con posibilidades de ser publicada, además de interesarse por “Los manuscritos de Teresa Panza”. Lo cual me llena de orgullo, y dice mucho tanto de “Los manuscritos de Teresa Panza”, como de “Magdalenas sin azúcar” de esa novela escrita con tanto cariño.

Hay también, otras esperanzas que pueden llegar, o no, del otro lado del Atlántico, que si no naufragan en el camino en su momento diré.

Además, tengo pendiente de publicación mi libro de relatos tradicionales manchegos, “Aroma a espliego con esencia de azafrán”.

En fin, que comienzo este nuevo curso con esa vieja cartera de niño campesino que cosió mi madre, repleta, y como todo estudiante, dispuesto a aprender de cada palabra que pronuncien o escriban mis muchos maestros.

También, no podía ser menos, sabiendo el poder de las palabras, dispuesto a seguir utilizándolas como arma contra la injusticia y la tiranía, al lado de quienes sufren la soberbia de aquellos que dicen que España va bien mientras pisan las tripas del pueblo. Porque yo, al igual que Federico García Lorca, sin estar afiliado a ningún partido, soy del partido de los pobres y en la bandera de la Libertad bordé el amor más grande de mi vida.

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