Saqué de una caja de zapatos recuerdos,
salpicados de presentimientos oscuros.
No es ahora, cuando la alegría me hace feliz,
no escondo el miedo dentro del armario.
Solo la sospecha de la traición,
entre un libro, escondo la rosa,
mientras mi mano sangra herida.
¡Ay! Espinas de la rosa.
Por muy hermosa que sea siempre hieren.
Mis ojos leen incrédulos la mentira
maravillándose de la advertencia cumplida.
Noto la sangre en la palma de mis manos,
¿O es el corazón?
Tal vez el orgullo herido,
o el no saber perder…
o el no saber perder…