martes, 26 de febrero de 2019

Pasear por Cuenca




A ellos, a todos los «felipes» y a todas las «marías» *


Cuenca en la madrugada, sintetizada en una palabra: silencio, indiscutible herida de agua cómplice del murmullo sigiloso del Huécar que ni los gallos se atreven a romper. Vellos erizados por la emoción de recorrer las calles que tantos otros recorrieron con pasos cansados en dirección al penal donde la libertad estaba encarcelada. Pasos lentos, pero precisos, ansiosos de besar unos labios que no se podrán, porque el deseo, el amor y la libertad están encarceladas.

Pasos heridos de muerte, atravesando el puente de San Pablo, o tal vez, subiendo la cuesta de las Angustias, o cualquier calle que, desde la estación de autobuses, desde el mercado, suben al Castillo.  Pasos calculadoramente provocativos, engendrados de miedo y orgullo, miedo al llegar tarde, orgullo de quien sabe que el preso que ha de visitar es una estrella que brilla con luz propia en el castillo de Cuenca, que ansia ese beso fecundo en la distancia, que; aunque parezca locura, algún día ha de fecundar.

*Felipe y María, son los protagonistas de mi novela «Magdalenas sin azúcar». Felipe, como tantos otros conquenses, estuvo preso en el penal Castillo de Cuenca y María, como tantas conquenses, iba a visitarlo.

©Paco Arenas


miércoles, 13 de febrero de 2019

24 de enero de 1977


La vieja maleta de cartón da para mucho, este poema de juventud lo escribí en el 6º aniversario de la matanza de Atocha.


No pasaría nada
si yo confiara,
pero no confío,
siendo que la herida está abierta
y todavía
mana sangre a borbotones, sin delicadeza.
Es la oscuridad entrelazada
la que lanza sus proclamas
en el silencio de la noche,
con tiros de pistolas bendecidas.

No pasaría nada
si yo confiara,
pero no confió,
siendo que la herida está abierta
y la locura la que riega de sangre las aceras
en días de risas apagadas,
sin otras luces
que no sean las de cuatro velas
alumbrando el féretro
 de eso que llaman patria.
Cuarenta años no  son nada...

24 de enero de 1983

sábado, 2 de febrero de 2019

La pluma como arma transformadora de la sociedad... ¿existen los escritores comprometidos?




Durante dos días estaré ausente, o casi, asistiré al Salón del autor 360º. El año pasado me gustó mucho. Sinceramente considero que es una gran iniciativa, que además han llevado a cabo amigos míos, a los cuales aprecio mucho, y pienso que todo escritor debería asistir, vale la pena.

En el Salón del autor 360º tratan temas muy interesantes para los autores, con ponentes de gran talla literaria, baste decir como Santiago Posteguillo o Rosario Raro, a ambos los escuché el año pasado y realmente fue un placer escucharlos.

En el Salón del autor 360º se tratan casi todos los temas relacionados con la literatura, incluida la promoción, edición, agentes literarios, asuntos jurídicos...

Se habla de poesía, de novela ensayo..., de casi todo, repito, de casi todo; pero, hay algo que eché en falta el año pasado, que echaré en falta este año, y que siempre se habría tratado hace unos años: el compromiso social del escritor. No está de moda expresar opiniones incomodas, resta en ventas, lo que importan son las ventas. Hay escritores que se "mojan" en las cuestiones peliagudas, pero muy pocos, la mayoría de autores y editoriales. Unos y otros renuncian al poder transformador de la pluma, algo que antes no ocurría. Pienso que están equivocados, no creo que le vaya tan mal a Almudena Grandes, para mí la mejor escritora de habla hispana de la actualidad…

Almudena Grandes es una persona comprometida que dice lo que piensa. Yo no es que pretenda compararme con ella, ya me gustaría. NO se trata de hacer literatura "ideológica", sería estúpido por parte de cualquier escritor, los escritores deben hacer literatura creativa, lo cual no quiere decir que deban renunciar al compromiso transformador por no molestar y así atraer a un mayor número de lectores. Todos los escritores deberían o deberíamos tener ese compromiso de lucha, utilizar la pluma o el teclado como arma, como espada contra la injusticia. NO podemos callarnos por miedo a dejar de vender un libro, callar ante la injusticia nos convierte en cómplices de la misma.

Claro que me gustaría que mis libros los leyese gente de todas las ideologías, no hay ningún impedimento para ello. Mis libros están escritos para todo tipo de personas, si los escribiese de otro modo, serían panfletos, y de eso es de lo que debe huir todo escritor. Podría poner como ejemplo Los manuscritos de Teresa Panza, alabados por personas de distintas ideologías, el tema suscita interés, lleva mucha más crítica social que Magdalenas sin azúcar, sin embargo, mientras que el primero resulta fácil que llegue a todo tipo de público, sin que perciban siquiera esa crítica social, el segundo, con el que he tenido exquisito cuidado en huir de cualquier atisbo ideológico, por el tema que trata, son muchos quienes jamás la leerán.

Dicho lo cual, sin caer en el panfleto y llevando a cabo una creación literaria de calidad e inteligente (no digo con esto que la mía sea de calidad y mucho menos que yo sea inteligente, si lo fuese, haría lo que hacen la mayoría, callar) se puede utilizar dicha creación literaria como arma al servicio de la gente que realmente necesita ser escuchada.
Sería ideal, para la edición del año próximo tuvieran en cuenta esta propuesta que, desde aquí, ahora, y mañana en el acto les comunicaré. A mucho más fantástico que los escritores alzaran su palabra no solo a la hora de escribir novelas o poesías contra la injusticia, también que esa fuerza transformadora sea incómoda por encima de cuestiones mercantilistas.

Paco Arenas

Mis libros:

Magdalenas sin azúcar

Los manuscritos de Teresa Panza

Caricias rotas

Esperando la lluvia-Cuentos al calor de la lumbre
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