Cuando los sueños de juventud quedan lejanos, los negros cabellos se han tornado blancos dejando atrás casi todo vestigio de haber sido oscuros...
Cuando dejas de subir las escaleras de tres en tres y te agarras a la barandilla para evitar caer de morros...
Cuando al mirar al futuro piensas más en tus hijos que en ti...
Cuando la vida deja de ser un reto para convertirse en un dejar pasar el tiempo...
Un día encuentras una maleta de cartón, la abres y los sueños que quedaron atrapados en su interior veintiséis años atrás salen volando y buscan las ramificaciones de los capilares de tu cerebro, se te dilatan las pupilas, te emocionas y se te saltan las lágrimas...
Cierras presuroso la maleta, piensas que forma parte del pasado, que eso ya no va contigo; pero, ya es demasiado tarde. Sin darte cuenta comienzas a leer por encima, de pie, terminas sentándote, y entonces, te pones a escribir, estás perdido, los sueños de adolescente te han atrapado de su tela de araña. De repente tus blancos cabellos brillan más y sin darte cuenta subes las escaleras de dos en dos, ya es un avance. Al soñar ya no vuelas como en aquella lejana juventud, pero caminas con paso decidido pisando el barro bajo tus pies, soñando el orden de las palabras, escribes...
Aquellos viejos papeles amarillentos comienzan a tomar vida sobre la pantalla del ordenador, precisamente con tu primera novelilla titulada "Los muertos ya no resucitan", cuyo protagonista era Sancho Panza, que termina reencarnándose en su hija, Teresa Panza. Y la ves tomando forma, formando su propia personalidad de manera decidida, ya no te pertenece, es libre, y como libre es ella quien decide lo que debes escribir. Te das cuenta de que es ella, Teresa Panza quien te va dictando las palabras en primera persona desde su mente de mujer campesina, te posee con su espíritu rebelde e impregna el tuyo, atrapándote, secuestrando a Paco Martínez López, liberando a Paco Arenas.
Cuando dejas de subir las escaleras de tres en tres y te agarras a la barandilla para evitar caer de morros...
Cuando al mirar al futuro piensas más en tus hijos que en ti...
Cuando la vida deja de ser un reto para convertirse en un dejar pasar el tiempo...
Un día encuentras una maleta de cartón, la abres y los sueños que quedaron atrapados en su interior veintiséis años atrás salen volando y buscan las ramificaciones de los capilares de tu cerebro, se te dilatan las pupilas, te emocionas y se te saltan las lágrimas...
Cierras presuroso la maleta, piensas que forma parte del pasado, que eso ya no va contigo; pero, ya es demasiado tarde. Sin darte cuenta comienzas a leer por encima, de pie, terminas sentándote, y entonces, te pones a escribir, estás perdido, los sueños de adolescente te han atrapado de su tela de araña. De repente tus blancos cabellos brillan más y sin darte cuenta subes las escaleras de dos en dos, ya es un avance. Al soñar ya no vuelas como en aquella lejana juventud, pero caminas con paso decidido pisando el barro bajo tus pies, soñando el orden de las palabras, escribes...
Aquellos viejos papeles amarillentos comienzan a tomar vida sobre la pantalla del ordenador, precisamente con tu primera novelilla titulada "Los muertos ya no resucitan", cuyo protagonista era Sancho Panza, que termina reencarnándose en su hija, Teresa Panza. Y la ves tomando forma, formando su propia personalidad de manera decidida, ya no te pertenece, es libre, y como libre es ella quien decide lo que debes escribir. Te das cuenta de que es ella, Teresa Panza quien te va dictando las palabras en primera persona desde su mente de mujer campesina, te posee con su espíritu rebelde e impregna el tuyo, atrapándote, secuestrando a Paco Martínez López, liberando a Paco Arenas.
Los manuscritos de Teresa Panza, cumplen dos años, es muy joven todavía, le queda mucha vida por delante, muchos sueños que cumplir...
Gracias Teresa Panza, hija de Sancho, hija de Cervantes, hija mía. Hija de tres padres para una sola hija, y de ninguno bastarda.