sábado, 23 de noviembre de 2019

Áñez y el silencio de los miserables




 Dedicado a   la dictadora Áñez y al silencio de los  miserables

no le gustan los indios,
vaya por Dios y la Santísima Virgen,
y los mata a balazos
sin compasión,
que después,
como sanguinario dictador,
de rodillas ante el confesionario,
pedirá perdón.

Con la Biblia en la mano,
presume de aria
cual nazi austriaco,
ella,
a la que las cejas delatan
como tiene el mondongo,
que   las manos,
de sangre están manchadas
y ni con leía se aclaran.



Con la Biblia en la mano,
apela a Dios,
o al ídolo de la plata
que le pagan.
La dictadora Áñez
con los labios operados
ordena y manda sin compasión,  
disparar sin contemplación,
"si son indios, qué más da"
y ni enterrar deja
a los indios que a hierro mata.

Mirando para otro lado está Europa
«valedora de la democracia» ,
con los ojos hueros,
para no ver,
los oídos vacíos,
y para no molestar a quien le paga,
guarda el silencio de los miserables.

Dedicado a la dictadora Áñez y a quienes miran para otro lado. A ella le digo que busque en la Biblia:
"Guarda tu espada, porque el que a hierro mata a hierro muere.” Evangelio de San Mateo (Capitulo 25, versículos 51-52).

©Paco Arenas

sábado, 9 de noviembre de 2019

Lo que se escapa de mis dedos... ¿Es poesía?




Lo que se escapa de mis dedos...
¿Es poesía?
Esa es la eterna pregunta,
Que me hago cada día.
Sin saber,
¡Madre mía!
lo que es la poesía,
escribo versos negros
sobre papeles blancos.
No soy yo el poeta,
que en la taberna emborrona
una indefensa servilleta.
No es preciso certificar,
que nada entiendo de rimas
ni de versos enjaulados,
tampoco tengo las llaves
de barrotes carcelarios,
que un día,
cual lima de herrero
pueda liberarlos
del agrio de sus condenas.
Siendo un ignorante,
no tocado por las musas,
ni por la chispa
en estos dedos,
que se me escapan de las manos.
Estos dedos de albañil,
de campesino,
más ajados, que agrietados
no precisan arado,
para doblar el camino de las mulas,
que tuercen el gesto
por inhóspitas besanas
entre torcidos renglones,
siguiendo cantos libertarios,
que pretenden romper los eslabones
que aprisionan mis ansias
lejos de los candados y prisiones,
libres como el viento.
Sí, no os asustéis,
son mis versos proletarios,
remolinos descontrolados,
que no se dejan llevar por la corriente,
y que saben,
o quieren saber,
ser mayo de hierro,
cizalla de acero
capaces de romper
de las cadenas los eslabones
con la punta de mis dedos.
No, no entiendo de poesía,
esa es la verdad,
¡Madre mía!
Y no tengo vergüenza,
Ni propia,
Ni ajena,
por intentar ser poeta
hasta el día del juicio final,
sin saber,
¡Madre mía!
lo que es la poesía.

©Paco Arenas

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